LA DONACIÓN DE PATRYZIA (1ª parte)

Déjenme en primer lugar que les hable de Patryzia. Una adorable sissi veinteañera, extrovertida y con un cuerpo delicioso que se ha convertido en mi pareja habitual, cuando me traslado regularmente a mi apartamento de Madrid. Aunque los dos nos llevamos más de treinta años de diferencia, ella siempre se ha adaptado a mis gustos y exigencias. Eso sí, siempre intento de complacerla en todo los que me pide, principalmente con regalos con un toque femenino.
Todos los años por estas fechas Patryzia y yo acostumbramos a realizar una donación en especie. Antes de finalizar el año invitamos a un o a una indigente, a cenar a nuestro apartamento situado en el barrio de Salamanca de Madrid. En esta ocasión contactamos con Dante.
Lo encontramos cerca de la estación de metro de Goya y aceptó de buen grado nuestra propuesta inicial. Dante tan solo había cumplido 35 años y su estado era lamentable, principalmente por su mala higiene y su forma de vestir. Se trataba de ofrecerle una cena completa con un buen vino y un “regalo sorpresa” al final de la velada.
A pesar de mi cariñosa relación con Patryzia, ella siempre se mostraba disconforme con esta iniciativa, mostrando su malhumor a medida que se acercaba la fecha.
Sabía no obstante, que esta era una decisión que yo había tomado con carácter irreversible por mucho que se empeñara en oponerse.
Para que no se sintiera tan incómoda, toda la cena la serví yo mismo. Patryzia tenía que cuidar de la cocina y asegurarse que la comida estuviera caliente y los platos bien decorados.
Aquel día me pareció interesante, por el tipo de menú, abrir una botella de Alion del 2014. Los postres los acompañé con un Pedro Ximenez excepcional, el “Selección de Robles 1927”.
Después de ofrecerle una copa, me senté en el sofá con Dante. Era el momento de explicarle en qué consistía el “Regalo Sorpresa” que daría por finalizada la invitación.
Al lado de la mesa del sofá había una pequeña campana que le pedí que agitase durante un instante. Transcurridos unos segundos apareció Patryzia casi desnuda y con los brazos cruzados detrás de la espalda y mirada de pocos amigos.
Vestía una magnífica lencería que le había comprado especialmente para la ocasión en París, de la marca Lise Charmel.
También lucía unos vistosos zapatos de Hermès que le realzaban, sus delgados y arqueados pies, al igual que sus preciosas y alargadas piernas. Su sexo, en posición vertical, tal como le enseñé desde nuestros inicios, lo cubría una diminuta braguita del mismo color azul celeste que su sujetador y sus medias. Su lencería iba perfectamente conjuntada.

Aunque Dante no entendía nada, fruto de la sorpresa y del alcohol que había bebido, le expliqué que el placer no solo estaba en la comida y la bebida, sino también en el sexo. Aquella noche tenía la oportunidad de disfrutar de Patryzia dos horas y sin límites. También le di para él un sobre con 1.500 euros. Una parte de este importe (no más de 300 euros) los tenía que destinar a retribuir el servicio ofrecido por ella, intentando de reproducir la misma escena que se daría entre un cliente y una prostituta de lujo. La sonrisa de Dante indicaba inequívocamente que aceptaba de agrado la propuesta, mientras Patryzia cerraba los ojos en clara señal de resignación. Le acerqué a Dante un estuche de piel que contenía una variedad de herramientas para que pudiera aplicarlos a mí estimada pareja: Consoladores, dildos de joya, aceite estimulante, preservativos, mordazas, fustas, látigos, electro estimuladores etc.).
Después de dos orgasmos Dante quedó exhausto. No había perdido el tiempo con Patryzia. La azotó de forma violenta durante casi 10 minutos. La penetró varias veces con dureza y le obligó a que hiciera lo mismo con él. La besó intensamente y aprovechó la ocasión para introducirle su mano primero en su boca salivando exageradamente y luego en su sexo anal. Patryzia lo soportó todo. Tan solo algunos gemidos de dolor delataron el mal momento que estaba pasando. Pero sin duda lo que era más humillante para ella es que todo sucediera delante mío.
Habíamos llegado casi al final de la velada y Patryzia y yo lo acompañamos al baño. Era habitual en estos donativos y como señal de agradecimiento y respeto al invitado, que éste, practicara una lluvia dorada en el cuerpo de la anfitriona. Por este motivo Patryzia se colocó sentada y casi horizontalmente en la ducha. Abrió la boca, me miró y movió su cabeza afirmando que ya estaba lista para su recepción. Casi dos minutos de líquido dorado, con algunas pausas. Dante tenía la intención de hacer durar su sensación de superioridad sobre Patryzia… Luego tomó cien euros del sobre. Los enrolló y con una goma elástica, tal como le indique previamente que tenía que hacerlo, se lo sujetó en el sexo de Patryzia. Se trataba de una táctica para que ella se sintiera enormemente humillada.
Nuestro invitado se marchó a las cuatro de la mad**gada. Luego los dos ordenamos el comedor, nos duchamos y nos acostamos rapidamente.
Echada en la cama boca abajo le administré suavemente en su espalda crema balsámica Ciclapast Baume para mitigar el escozor de las zonas más rojizas de su piel por el castigo recibido. Finalmente Patryzia levantó un primer pie para que le aplicara crema hidratante, tal como le hago todas las noches.Transcurrieron unos minutos nos quedarnos totalmente dormidos.
A la mañana y durante el desayuno se evidenciaba que a Patryzia le había cambiado totalmente su rostro y volvía a ser la sissi cariñosa y atenta de siempre. Vestida tan solo con mi camisa blanca utilizada la noche anterior, no paró de besarme y abrazarme.... hasta que me arrastró de nuevo a la cama para disfrutar del sexo. Patryzia volvía a ser la de simpre...
Esperemos repetir en el 2019 ¿te parece Patryzia?