UN SABADO CUALQUIERA
Llueve, mi cuerpo desnudo y somnoliento yace sobre mi lecho, hace frio, el sonido de las gotas de agua son un murmullo relajante en la ventana, con mucha pereza empiezo a estirarme, retiro parcialmente mi acariciante cobertor aun tibio, dejando al descubierto mis suaves y esparcidos senos, siento residuos de saliva sobre mis areolas y pezones, vagamente pienso en que apenas hace un momento fueron succionados y besados por los labios de mi macho, siempre lo hace al despertar, cada día sin falta, durante todos estos años. Son mis buenos días. En algún instante debí quedarme dormida de nuevo por algunos minutos; Miro la hora, 6:15 am, veo sobre mi mesita de noche un jugo de naranja, sonrío, se quien me lo trajo, lo tomo, está fresco y delicioso. Mi cama está vacía, me pongo de pie envuelta en mi cobija y salgo a buscar al hombre que me abandonó en nuestra cama, dejándome con ganas de más tiernas caricias.
Está en la habitación de al lado, hace abdominales acostado sobre un taburete para ejercicios, entro diciéndole: -¿por qué me dejaste solita? Quiero que me consientas- Me mira, sonríe y me contesta: -ya voy a terminar osita- pero sigue subiendo y bajando sus piernas, trabajando su marcado abdomen, sus manos están sujetas de unas barras, así que me voy caminando hacia él lentamente, voy subiendo la manta hasta mi cintura mientras me observa desnuda del ombligo para abajo, me ubico sobre su cabeza y me siento sobre ella, hasta sentir el contacto de su boca con mi vulva, con mis dedos separo mis labios mayores y con los menores empiezo a besar su lengua. Los ejercicios pararon para dedicarme el tiempo que requiero en estos momentos.
Sus manos abandonan las barras para separar mis nalgas y poder dar rienda suelta a sus besos sobre mi clítoris y dentro de mi húmeda vagina. Su cuerpo desnudo esta sudando, su miembro viril está ahora erecto, mi inclino hacia él, lo lamo en toda su extensión, desde la base hasta el glande, lo introduzco en mi boca, lo hago desaparecer hasta la mitad dentro de ella, mi cálido aliento lo cobija del frio matinal, mis caricias son suaves y de movimientos armónicos, su meato segrega el delicioso y trasparente líquido pre eyaculatorio proveniente de su próstata y vesículas, mientras mi profuso flujo vaginal proveniente de mis glándulas de Bartolino, inundan su cavidad oral, casi ahogándolo, sin poder respirar.
Quiero más, su lengua hizo crecer mi lascivia a límites estratosféricos, me aparto de su cabeza, mis piernas tiemblan por la posición en que estaba, me volteo aun con mi cobija arropando mi espalda y guiando su pene con mi mano me siento sobre él, dejando caer el peso de mi cuerpo sobre el suyo. Se introduce dentro de mi ser en su totalidad, me inclino y lo beso apasionadamente en su boca, nuestras lenguas se entremezclan por los diferentes sabores, nos degustamos; Mis colgantes senos se aplastan sobre su pecho, su pene inicia sus conocidos movimientos dentro de mi vagina, estimulándola todavía más, llevándome al frenesí del placer. (Recuerdo cuando éramos novios y me ayudaba con las lecciones de física, explicándome que era un M.U.A. y yo muy coqueta le respondía que era la onomatopeya de un besito, y lo besaba apasionadamente; El M.U.A. es movimiento uniformemente acelerado) Sonrío por mis pícaros pensamientos, me incorporo sentada sobre él, e inicio mi propio M.U.A. Mis caderas se mueven de atrás hacia adelante mientras me penetro, buscando estimular mi punto g con el inflamado glande que disfruto en mi interior. Mi cadera acelera, mi placer crece progresivamente hasta hacerme enloquecer y ya sin poderlo contener más, alcanzo un devastador orgasmo que me lleva al clímax. Mi cabeza se va para atrás, la cobija cae al suelo, mi largo cabello llega hasta las rodillas de mi amante, sus manos se aferran a mis grandes pechos, su pene crece palpitante dentro de mí, y comienza a llenar mi vagina con los efluvios seminales de su espasmódica eyaculación. Una y otra vez siento como me llena con su blanquecino y espeso líquido hasta que se vacía dentro de mí. Me acuesto sobre su pecho, nuestra jadeante respiración necesita un momento de recuperación, nos abrazamos, al cabo de un rato nos besamos y luego de reponer el aliento nos paramos satisfechos y corremos por lo tarde que ha hecho. Ha escampado.
Bajamos desnudos para hacer el desayuno, por mis muslos corre el producto del amor, compartimos una taza caliente de chocolate, con queso y biscochos achira de mi región, infaltables en mi mesa. Nick se ducha y sale para el trabajo, yo sin trabajo hoy me acuesto a perecear cuando llama mi madre y me recuerda que hoy habíamos quedado de salir a comprarle unos insumos para su trabajo. ¡Qué olvidadiza! Espero a que llegue la señora del aseo, me ducho, arreglo y salgo para su apartamento en mi pequeña scooter y vamos de compras. El día sigue opaco, la brisa fría me encanta. Como a la una regresamos a casa pues la invité a almorzar. La señora que nos colabora los sábados cocina delicioso. Mi esposo por fin llega para acompañarnos en el almuerzo. Mi madre sigue culpándose por el accidente que él sufrió años atrás, pero mi consorte le dice por enésima vez que no fue su culpa.
Más tarde en la sala compartiendo un aromático y estimulante café, mi cónyuge me invita como a las 4 pm a una ruta en bicicleta, y yo mirando el cielo le digo que va a llover de nuevo. El me insiste y yo le digo que vaya si quiere. Yo prefiero quedarme con mi madre hablando un rato más y que después la acerco hasta el apartamento a esa misma hora.
Mi amado se fue a su ruta en bici y yo en teoría debía llevar a mi mamá. Pero como a las 5 llovió de nuevo, así que nos quedamos más de lo previsto. Mi adorado ciclista llegó como a las 6:30 pm, empapado de agua, limpió la bicicleta, sin subir me saludó creyéndome sola y en el patio del primer piso se desnudó y empezó a ducharse. (Allí tenemos una genial ducha tipo cascada).
Aun continuaba lloviendo, nosotras seguíamos arriba y decidí bajar para hacerle un agua de panela caliente, pero mi mamá insistió en que ella la hacía; Yo nunca escuché la ducha de abajo por el aguacero y sí, mi madre vio a mi esposo bañándose en la lluvia completamente desnudo. Yo bajé al rato y la sorprendí mirándolo embelesada a través del cristal, hice sonar mi garganta, ella se asustó y regresó a la cocina, yo advertí a mi esposo de su presencia pasándole una toalla. Cuando el subió a vestirse, mi madre me dijo: -que pena- le contesté: -tranquila no te preocupes- después de un largo silencio añadió: -pero tiene un cuerpazo no?- y soltamos a reír, -son tal para cual- agregó.
Después de calentarnos con la energética bebida, llevamos a mamá en el auto y regresamos a casa. Se había creado un ambiente muy sexy y jovial. Más tarde, asomada por la ventana de mi cuarto en el segundo piso disfruté del agradable y tranquilizante sonido de la lluvia, mi esposo detrás mío me abrazaba, y comentábamos el hecho. La lluvia disminuía, yo juguetona me bajé el jean y el panti, abrí mis piernas y le indiqué que se postrara ante mí por los pecados cometidos. Mi esposo se sentó en el suelo se metió por debajo de mis piernas metiendo su cabeza en medio de ellas, mientras yo seguía mirando por la ventana, su espalda quedó apoyada sobre la pared inferior del ventanal, sentí cuando sus dedos separaron los labios de mi vulva para meter de nuevo su lengua allí por segunda vez ese día. Su lengua me recorría toda la vulva y se introducía con delicadeza en mi canal vaginal haciéndome erizar toda la piel, después se enroscaba centrada sobre mi protuberante clítoris, haciendo temblar mi estabilidad. Escampó, yo seguía de pie como podía, aun asomada por la ventana, disfrutando de sus lamidas sobre mi sexo. En ocasiones miraba hacia abajo y veía solo sus ojitos, su nariz pegada sobre mi abundante vello púbico, parecía que fuera un bigote, su lengua haciéndome sentir una fuerte excitación. De pronto alguien me saluda desde la calle, era Don Javier, un señor entrado en años de la esquina, un vecino: -buenas noches mi señora, como se encuentra?- -muy bien don Javier, aquí solita viendo llover y usted? -Ahí con los achaques de la vida pero bien, gracias a Dios ya escampó y como esta su esposo?- -ocupadito don Javier, trabajando para mí- (mientras tanto su lengua se había puesto frenética en mi clítoris y dos de sus dedos se habían introducido en mi canal vaginal masturbándome, estaba a punto de sacarme un orgasmo). -Así es como debe ser, los hombres en el trabajo y las mujeres en la casa- replicó don Javier. Ante ese comentario tan machista y en mi estado no quise refutarlo, pues estaba empezando a sentir como mi cuerpo se contorsionaba en su totalidad consiguiendo un fuerte y delicioso orgasmo, no podía evitar arquearlo ante los espasmos del placer, me tocó aferrarme a los bordes de la ventana, mi cara seguro tenía esa expresión de sufrimiento.
-Se encuentra usted bien mi señora?- Al cabo de un rato y después de finalizar las convulsiones y disfrutar de mi clímax logré balbucear: -si don Javier, son los dolores de las mujeres que nos dan tan fuertes- él me respondió: -cuídese mi señora se ve como malita, ojalá tenga buena noche-
-no lo dude don Javier, cuando llegue mi esposo me da algo y me quita esta sensación- y nos despedimos.
Miré hacia abajo y retirando mi pubis vi su cara llena de fluidos que le escurrían cuello abajo. Fue demasiado erótico verlo allí sentado, lo tomé de la mano, se puso de pie, nos desnudamos y nos metimos en la cama para que me calmaran todas mis angustias. Dejamos la luz encendida por si algún vecino del frente quería ver algo por la ventana, boca arriba abrí mis piernas, él se metió en medio de ellas y me penetró iniciando el tratamiento para las urgencias sexuales. Con mis muslos rodeé su cintura y con mis piernas su parte lumbar y me dejé embestir por su enardecido pene hasta el fondo de mis entrañas. Esta vez mis senos fueron chupados, lamidos, acariciados, succionados y estimulados por su boca y su lengua todo el encuentro pasional, mis manos rodeando su espalda atrayéndolo hacia mí, las suyas una en cada glúteo, me abrían de par en par para poder hundirse cada vez más dentro de mí.
A las 11:11 pm, nuestros cuerpos yacían uno al lado del otro, en éxtasis orgásmico, nuestros fluidos seguían saliendo a borbotones de mi vagina, recobrábamos el ritmo cardiaco, después de disfrutar de nuestra sexualidad y nuestro amor. Como pueden apreciar, un sábado como cualquiera…
Me despido con un beso: Patytetas
Está en la habitación de al lado, hace abdominales acostado sobre un taburete para ejercicios, entro diciéndole: -¿por qué me dejaste solita? Quiero que me consientas- Me mira, sonríe y me contesta: -ya voy a terminar osita- pero sigue subiendo y bajando sus piernas, trabajando su marcado abdomen, sus manos están sujetas de unas barras, así que me voy caminando hacia él lentamente, voy subiendo la manta hasta mi cintura mientras me observa desnuda del ombligo para abajo, me ubico sobre su cabeza y me siento sobre ella, hasta sentir el contacto de su boca con mi vulva, con mis dedos separo mis labios mayores y con los menores empiezo a besar su lengua. Los ejercicios pararon para dedicarme el tiempo que requiero en estos momentos.
Sus manos abandonan las barras para separar mis nalgas y poder dar rienda suelta a sus besos sobre mi clítoris y dentro de mi húmeda vagina. Su cuerpo desnudo esta sudando, su miembro viril está ahora erecto, mi inclino hacia él, lo lamo en toda su extensión, desde la base hasta el glande, lo introduzco en mi boca, lo hago desaparecer hasta la mitad dentro de ella, mi cálido aliento lo cobija del frio matinal, mis caricias son suaves y de movimientos armónicos, su meato segrega el delicioso y trasparente líquido pre eyaculatorio proveniente de su próstata y vesículas, mientras mi profuso flujo vaginal proveniente de mis glándulas de Bartolino, inundan su cavidad oral, casi ahogándolo, sin poder respirar.
Quiero más, su lengua hizo crecer mi lascivia a límites estratosféricos, me aparto de su cabeza, mis piernas tiemblan por la posición en que estaba, me volteo aun con mi cobija arropando mi espalda y guiando su pene con mi mano me siento sobre él, dejando caer el peso de mi cuerpo sobre el suyo. Se introduce dentro de mi ser en su totalidad, me inclino y lo beso apasionadamente en su boca, nuestras lenguas se entremezclan por los diferentes sabores, nos degustamos; Mis colgantes senos se aplastan sobre su pecho, su pene inicia sus conocidos movimientos dentro de mi vagina, estimulándola todavía más, llevándome al frenesí del placer. (Recuerdo cuando éramos novios y me ayudaba con las lecciones de física, explicándome que era un M.U.A. y yo muy coqueta le respondía que era la onomatopeya de un besito, y lo besaba apasionadamente; El M.U.A. es movimiento uniformemente acelerado) Sonrío por mis pícaros pensamientos, me incorporo sentada sobre él, e inicio mi propio M.U.A. Mis caderas se mueven de atrás hacia adelante mientras me penetro, buscando estimular mi punto g con el inflamado glande que disfruto en mi interior. Mi cadera acelera, mi placer crece progresivamente hasta hacerme enloquecer y ya sin poderlo contener más, alcanzo un devastador orgasmo que me lleva al clímax. Mi cabeza se va para atrás, la cobija cae al suelo, mi largo cabello llega hasta las rodillas de mi amante, sus manos se aferran a mis grandes pechos, su pene crece palpitante dentro de mí, y comienza a llenar mi vagina con los efluvios seminales de su espasmódica eyaculación. Una y otra vez siento como me llena con su blanquecino y espeso líquido hasta que se vacía dentro de mí. Me acuesto sobre su pecho, nuestra jadeante respiración necesita un momento de recuperación, nos abrazamos, al cabo de un rato nos besamos y luego de reponer el aliento nos paramos satisfechos y corremos por lo tarde que ha hecho. Ha escampado.
Bajamos desnudos para hacer el desayuno, por mis muslos corre el producto del amor, compartimos una taza caliente de chocolate, con queso y biscochos achira de mi región, infaltables en mi mesa. Nick se ducha y sale para el trabajo, yo sin trabajo hoy me acuesto a perecear cuando llama mi madre y me recuerda que hoy habíamos quedado de salir a comprarle unos insumos para su trabajo. ¡Qué olvidadiza! Espero a que llegue la señora del aseo, me ducho, arreglo y salgo para su apartamento en mi pequeña scooter y vamos de compras. El día sigue opaco, la brisa fría me encanta. Como a la una regresamos a casa pues la invité a almorzar. La señora que nos colabora los sábados cocina delicioso. Mi esposo por fin llega para acompañarnos en el almuerzo. Mi madre sigue culpándose por el accidente que él sufrió años atrás, pero mi consorte le dice por enésima vez que no fue su culpa.
Más tarde en la sala compartiendo un aromático y estimulante café, mi cónyuge me invita como a las 4 pm a una ruta en bicicleta, y yo mirando el cielo le digo que va a llover de nuevo. El me insiste y yo le digo que vaya si quiere. Yo prefiero quedarme con mi madre hablando un rato más y que después la acerco hasta el apartamento a esa misma hora.
Mi amado se fue a su ruta en bici y yo en teoría debía llevar a mi mamá. Pero como a las 5 llovió de nuevo, así que nos quedamos más de lo previsto. Mi adorado ciclista llegó como a las 6:30 pm, empapado de agua, limpió la bicicleta, sin subir me saludó creyéndome sola y en el patio del primer piso se desnudó y empezó a ducharse. (Allí tenemos una genial ducha tipo cascada).
Aun continuaba lloviendo, nosotras seguíamos arriba y decidí bajar para hacerle un agua de panela caliente, pero mi mamá insistió en que ella la hacía; Yo nunca escuché la ducha de abajo por el aguacero y sí, mi madre vio a mi esposo bañándose en la lluvia completamente desnudo. Yo bajé al rato y la sorprendí mirándolo embelesada a través del cristal, hice sonar mi garganta, ella se asustó y regresó a la cocina, yo advertí a mi esposo de su presencia pasándole una toalla. Cuando el subió a vestirse, mi madre me dijo: -que pena- le contesté: -tranquila no te preocupes- después de un largo silencio añadió: -pero tiene un cuerpazo no?- y soltamos a reír, -son tal para cual- agregó.
Después de calentarnos con la energética bebida, llevamos a mamá en el auto y regresamos a casa. Se había creado un ambiente muy sexy y jovial. Más tarde, asomada por la ventana de mi cuarto en el segundo piso disfruté del agradable y tranquilizante sonido de la lluvia, mi esposo detrás mío me abrazaba, y comentábamos el hecho. La lluvia disminuía, yo juguetona me bajé el jean y el panti, abrí mis piernas y le indiqué que se postrara ante mí por los pecados cometidos. Mi esposo se sentó en el suelo se metió por debajo de mis piernas metiendo su cabeza en medio de ellas, mientras yo seguía mirando por la ventana, su espalda quedó apoyada sobre la pared inferior del ventanal, sentí cuando sus dedos separaron los labios de mi vulva para meter de nuevo su lengua allí por segunda vez ese día. Su lengua me recorría toda la vulva y se introducía con delicadeza en mi canal vaginal haciéndome erizar toda la piel, después se enroscaba centrada sobre mi protuberante clítoris, haciendo temblar mi estabilidad. Escampó, yo seguía de pie como podía, aun asomada por la ventana, disfrutando de sus lamidas sobre mi sexo. En ocasiones miraba hacia abajo y veía solo sus ojitos, su nariz pegada sobre mi abundante vello púbico, parecía que fuera un bigote, su lengua haciéndome sentir una fuerte excitación. De pronto alguien me saluda desde la calle, era Don Javier, un señor entrado en años de la esquina, un vecino: -buenas noches mi señora, como se encuentra?- -muy bien don Javier, aquí solita viendo llover y usted? -Ahí con los achaques de la vida pero bien, gracias a Dios ya escampó y como esta su esposo?- -ocupadito don Javier, trabajando para mí- (mientras tanto su lengua se había puesto frenética en mi clítoris y dos de sus dedos se habían introducido en mi canal vaginal masturbándome, estaba a punto de sacarme un orgasmo). -Así es como debe ser, los hombres en el trabajo y las mujeres en la casa- replicó don Javier. Ante ese comentario tan machista y en mi estado no quise refutarlo, pues estaba empezando a sentir como mi cuerpo se contorsionaba en su totalidad consiguiendo un fuerte y delicioso orgasmo, no podía evitar arquearlo ante los espasmos del placer, me tocó aferrarme a los bordes de la ventana, mi cara seguro tenía esa expresión de sufrimiento.
-Se encuentra usted bien mi señora?- Al cabo de un rato y después de finalizar las convulsiones y disfrutar de mi clímax logré balbucear: -si don Javier, son los dolores de las mujeres que nos dan tan fuertes- él me respondió: -cuídese mi señora se ve como malita, ojalá tenga buena noche-
-no lo dude don Javier, cuando llegue mi esposo me da algo y me quita esta sensación- y nos despedimos.
Miré hacia abajo y retirando mi pubis vi su cara llena de fluidos que le escurrían cuello abajo. Fue demasiado erótico verlo allí sentado, lo tomé de la mano, se puso de pie, nos desnudamos y nos metimos en la cama para que me calmaran todas mis angustias. Dejamos la luz encendida por si algún vecino del frente quería ver algo por la ventana, boca arriba abrí mis piernas, él se metió en medio de ellas y me penetró iniciando el tratamiento para las urgencias sexuales. Con mis muslos rodeé su cintura y con mis piernas su parte lumbar y me dejé embestir por su enardecido pene hasta el fondo de mis entrañas. Esta vez mis senos fueron chupados, lamidos, acariciados, succionados y estimulados por su boca y su lengua todo el encuentro pasional, mis manos rodeando su espalda atrayéndolo hacia mí, las suyas una en cada glúteo, me abrían de par en par para poder hundirse cada vez más dentro de mí.
A las 11:11 pm, nuestros cuerpos yacían uno al lado del otro, en éxtasis orgásmico, nuestros fluidos seguían saliendo a borbotones de mi vagina, recobrábamos el ritmo cardiaco, después de disfrutar de nuestra sexualidad y nuestro amor. Como pueden apreciar, un sábado como cualquiera…
Me despido con un beso: Patytetas
4 years ago