Entre el y la realidad
El bulto de mi pantalón me dio los buenos días. No recordaba qué había soñado, pero por la rigidez que sentía debía de haber sido algo sumamente placentero. Deslicé la mano por debajo del pijama y fui al encuentro de mi casi dolorosa erección, que me recibió ligeramente humedecida. Como si fuera la primera vez que llegaba a esa parte de mi anatomía, las yemas de mis dedos exploraron la geografía vertical de mi pene. Sentía el tacto rugoso del glande, aliviado por la lubricación natural; la curvatura de su corona, también impregnada de placer; y las venas hinchadas que se dejaban notar a la caricia de mis dedos. Aunque seguía sin recordar nada de lo soñado, una imagen apareció en mi mente. Allí estaba la desconocida de ayer, con su melena , top verde, falda y tacones. Era tan real que temí abrir los ojos y perderla para siempre. Mientras repasaba cada parte de su cuerpo, cerré mi mano en torno a mi pene, para pasar de la delicadeza a la intensidad. A medida que mi mano abrazaba rítmicamente mi polla, iba dando vida a aquella imagen, pasando del mero recuerdo a crearla a gusto y conveniencia. Le puse dos nombres diferentes, tres estados civiles, cuatro posibles profesiones,… La imaginaba activa sobre mí, cuando se duplicó. Estaba encima y debajo de mí, y mis movimientos causaban placer a la imagen real y a la nueva aparición. Cada suspiro y cada jadeo, resonaba sobre el anterior, elevando el tono, como si cada nueva expresión de placer quisiera reprocharle a la anterior que no era fruto del intenso disfrute que ahora sentía. Mi polla estaba entre sus pechos y en sus coños, culos y bocas. Sus lenguas jugueteaban sabiendo el punto en el que tenían que actuar. Sentía cómo llegaba el final que se acabara la diversión, pero no ponía ningún medio para prolongarlo. Al contrario, mi mano se movía cada vez más deprisa, respiraba hondamente y de forma acelerada, mientras me seguía fundiendo en el recuerdo pasajero al que estaba dotando de vida. Me preparaba ya sin remedio para derramarme ante ellas, cuando la última en llegar sonrió y, con un soplido, hizo que la imagen inicial con la que había empezado todo se evaporara. Encuéntrame y córrete en mi boca me dijo. Se metió mi polla en la boca de una forma que me hizo entreabrir los ojos y correrme, justo cuando ella ya había desaparecido.