VACACIONES EN LA COSTA

Llevaba varios años seguidos alquilando el mismo chalet en la costa. Estaba seguro de que los había más baratos en los que podría pasar 15 días en lugar de la semana que iba a pasar en éste pero, sin duda, merecía la pena. El hecho de que tuviera piscina propia siempre me ha atraído.
Había sido un día de calor sofocante y la noche no estaba siendo mucho mejor. La desaparición del sol no había traído el alivio deseado. De forma que decidí darme un baño en la piscina. Yolanda estaba leyendo un libro en una de las hamacas que había junto a la piscina aprovechando la luz que daba una de las varias farolas que la rodeaban. No hizo mucho caso a mi invitación: “me voy al agua, ¿vienes?” Ni levantó la vista del libro.
Cuando tengo la oportunidad, me encanta nadar desnudo y la privacidad de tener la piscina dentro del recinto de la casa me lo permitía. Así que dejé el bañador tirado en el césped que rodeaba la piscina y me lancé al agua. No es que estuviera fresca. No podía estarlo con el calor que había hecho y aún hacía, pero el baño me estaba, al menos, relajando. Llevaría nadando y buceando en torno a los 5 minutos cuando oigo un ruido en el agua. Es sólo quería decir que Yolanda se había animado a saltar también. Efectivamente, al alzar la vista pude comprobar que, en la hamaca, lo único que quedaba era el libro y su bikini. Estuvo buceando unos segundos y finalmente salió a la superficie. “Así que, después de todo, también te metes” le dije. Ella no me contestó. Se limitó a lanzarme una mueca y a volver a sumergirse bajo el agua. Yo hice lo mismo y pude ver su cuerpo desnudo cruzando la piscina a lo ancho hasta llegar al lado opuesto del que estaba yo. Se giró dándome la espalda y apoyó su cabeza sobre los brazos que había sacado y apoyado en el borde de la piscina. Yo también me sumergí y comencé a bucear hacia ella. Al llegar a su altura, me tomé mi tiempo para observar su cuerpo mientras volvía a la superficie: sus pies, sus piernas, su culo, la espalda, hombros… hasta que mi cabeza salió fuera del agua.
Comienzo a rodearla con mis brazos mientras llevo mi boca a su cuello. Lo beso con besos cortos mezclados con suaves mordiscos. Sigo con la punta de mi lengua recorriendo su cuello desde abajo hasta llegar al lóbulo de la oreja. Lo retengo entre mis labios. Oigo cómo se le escapa un gemido y seguidamente llevo mi boca al otro lado del cuello. Esta vez comienzo en la oreja y continúo bajando con mi lengua por su cuello. Pego mi cuerpo al suyo para que note cómo está reaccionando el mío. La erección comienza a ser más que evidente y ella lo nota ya que comienza a moverse también. Yolanda se gira y lleva su boca a la mía mientras su mano derecha comienza a acariciar mi pene. Abro mi boca para recibir la suya y dejo que nuestras lenguas comiencen a jugar. Se rodean en un interminable beso que finalizo chupando su lengua. Ahora mi boca se desliza por sus hombros hasta que llega a uno de sus pechos. Rodeo el pezón con la punta de la lengua dándole toquecitos y termino chupándolo. Seguidamente, mi boca se centra en el otro. Lo mordisqueo suavemente entre mis dientes arrancando otro gemido de la boca de Yolanda. Ella sigue acariciando mi pene que ya está completamente duro. Lo agarra con fuerza y desliza su mano con movimientos arriba y abajo. De repente, la tomo por la cintura y la siento en el borde de la piscina. Separo sus piernas y me meto en el medio. Beso sus pechos de nuevo y mi mano derecha llega a su sexo para comenzar a acariciarlo. Froto los labios y mis dedos comienzan a abrirse paso. Logro llegar al clítoris y lo acaricio haciendo círculos con las yemas de mis dedos. Yolanda saca los pies del agua y los apoya en el borde de la piscina abriéndose por completo. Mi boca sigue bajando por su vientre, por su ombligo y, tras rodearlo, llega a su sexo. Comienzo chupando sus labios, abriéndome paso con la punta de mi lengua. Ya puedo percibir el sabor de su sexo en mi lengua y me excita muchísimo. Mi mano derecha está acariciando mi pene que sigue erecto. Mi lengua está penetrando su sexo ahora, clavándose en lo más profundo y provocando varios gemidos seguidos. Los gemidos se intensifican cuando chupo el clítoris. Mi lengua lo rodea una y otra vez y aumenta la intensidad de sus movimientos. “Espera” me dice Yolanda.
Vuelve a meterse en el agua y comienza a besarme de nuevo. Son besos nerviosos, excitados. Nuestras lenguas salen de nuestras bocas para encontrarse fuera. Yolanda me abraza y yo la tomo por las nalgas. Al momento, ella abraza mi cuerpo con sus piernas mientras coge mi pene para llevarlo a la entrada de su sexo. Empujo suavemente y el glande entra poco a poco dentro de ella. Yolanda me ayuda y mueve su cuerpo hacia el mío también y sentimos cómo voy entrando centímetro a centímetro. Volvemos a besarnos, más bien a comernos y es el pistoletazo de salida para que Yolanda comience a saltar sobre mí. Al principio, son unos movimientos lentos como si quisiera sentirme bien dentro. Mi pene entra y sale despacio. Pero, poco a poco, la excitación nos puede y los movimientos se hacen más intensos. Ya somos los dos los que gemimos y Yolanda no para de cabalgarme. Siento cómo su sexo moja completamente el mío y me excita todavía más. “Acaríciame” me pide jadeando y yo, obediente, llevo las yemas de mis dedos a su clítoris. Para ese momento, Yolanda ya estaba sentada sobre los peldaños de la escalera de la piscina y soy yo ahora el que se mueve. Mi pene entra y sale rápidamente de su sexo a la vez que mis dedos acarician el clítoris haciendo círculos. Su respiración se entrecorta y puedo llegar a entenderle “Joseba, me voy a correr”. Lo repite hasta tres veces y en la cuarta añade “córrete conmigo”. Mis testículos llevaban duros hacía minutos y sólo necesitaban sentir su orgasmo para comenzar a descargar. De modo que Yolanda comenzó a gritar realizando espasmos con todo su cuerpo entregándose por completo al orgasmo que se apoderaba de ella. Al oírla no puedo aguantar más y me dejo llevar por mi propio orgasmo. Mi pene empieza a vaciarse dentro de Yolanda y el semen la recorre por dentro. Ambos respiramos agitadamente y nos besamos como podemos. Seguimos así varios segundos intercalando gemidos y suspiros hasta que finalmente, salgo de dentro de su sexo y me quedo mirándola. De hecho, ella también clava su mirada en mis ojos mientras esboza una sonrisa con los labios. “¿Qué? ¿Era más interesante el libro que esto?” le pregunto. “¡Tonto!” me responde mientras sale de la piscina sonriendo. Yo me quedo mirándola cómo desaparece en el interior de la casa.
La verdad es que el baño no me había refrescado en absoluto pero no me arrepentía. ¡Para nada!

Published by joseba__
8 years ago
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