El poder (III). por Rota
Casi no podía creer lo que me había sucedido. Gracias a mi nueva facultad mental que me permitía “tocar” las cosas mediante una simple orden de mi cerebro, y sentirlas como si fueran mis propias manos las que lo estuvieran haciendo, había conseguido llevar a tal grado de excitación a mi hermana Carla y a mi madre que había acabado haciendo el amor con ellas.
Las dos experiencias habían sido increíbles. Con mis dieciséis años, me había estrenado desvirgando a mi hermana Carla de dieciocho años, y al cabo de unos días follando salvajemente con mi propia madre. A estas alturas ya había perdido cualquier tipo de complejo respecto al i****to, y tenía claro que mi próxima “víctima” tenía que ser mi hermana Inés.
Sin embargo quería seguir manteniendo en secreto mi poder, y debía de ir con cuidado para evitar que aquello se me fuera de control. Durante los pocos días que habían pasado desde mi experiencia con mi madre, y una vez Carla ya había regresado de sus vacaciones, yo me había tomado un descanso para relajar la situación. Que hubiera follado con mi hermana Carla y con mi madre no quería decir que quisiera que la familia saltara por los aires. Creo que ellas, cada una sin saber de la experiencia de la otra, pensaban lo mismo, puesto que todos intentábamos comportarnos como si nada hubiera ocurrido.
Como decía, decidí dedicar mis esfuerzos a Inés. Mi hermana Inés tenía veinte años, y al contrario que Carla, que era rubia y con los ojos azules, Inés había salido más a mi madre. Medía metro setenta, tenia el pelo castaño, ojos marrones, un pecho abundante como mi madre, aunque sin exagerar, y unas buenas curvas. A pesar de ser la hermana mayor, era la más recatada de los tres en temas sexuales (y eso era decir mucho, al menos hasta las recientes experiencias). No sabía qué tipo de contactos sexuales habría tenido, pero estaba seguro de que no muchos.
Usualmente me llevaba mucho mejor con Carla, ya que Inés tenía un carácter arisco, y una frialdad heredada de mi madre (en apariencia, puesto que mi madre me había demostrado el fondo que tenía). Con Inés decidí actuar de forma distinta. Me parecía muy exagerado volver a tentar la suerte en casa, por si me descubrían en la labor, y además no había forma de quedarnos a solas. La verdad es que tenía mis dudas de si esta vez mis poderes funcionarían, puesto que se basaban en conseguir una fuerte excitación a base de “tocamientos mentales”, pero no podía influir directamente en la mente de Inés.
Decidí empezar mi plan con unos cuantos tanteos. Una noche, al irnos a acostar, entré en su habitación con una excusa banal, y mientras hablaba con ella (cosa difícil) dirigí mi “mano” mental a su pierna, por encima de la rodilla. Ella notó el “contacto”, puesto que dirigió su mirada hacia el punto en cuestión. Hice que mi “mano” subiera por su pierna hasta apoyarse sobre su sexo. Inés interrumpió la conversación, se levantó y me echó con pocas excusas de la habitación. Me quedé fuera un rato, con la esperanza de oír algún ruido que delatara una masturbación, pero fue en vano.
Al día siguiente, viernes, volvía a la carga por la mañana. Al verla ir hacia la ducha desde la puerta de mi habitación, sólo con el camisón, posé mi “mano” en su culo, y la deje allí sintiendo el vaivén de sus nalgas al caminar. Ella no se detuvo, y justo cuando cerraba la puerta del baño aproveché para presionar con un “dedo” en su ano. Oí el ruido de la ducha, y cuando salió del baño, esta vez con sólo una toalla enrollada en su cuerpo, metí mi “mano” entre sus piernas, y jugué con los pelos de su sexo. Esta vez pude ver que enrojecía, y que apretaba el paso para entrar en su habitación. Cuando me fui a duchar tuve que hacerme una paja para calmar la excitación que sentía, ya que aun no quería precipitar las cosas.
Por la noche, Inés dijo que salía con unas amigas, y yo me preparé para llevar a cabo mi plan. Cuando la vinieron a buscar en coche, yo estaba listo, y sin que se dieran cuenta las seguí en mi moto. Como habían cenado en casa, se fueron directamente a un bar de copas, donde pidieron unas rondas de “chupitos” sentadas en una mesa. Desde una esquina de la barra, oculto por la gente, contemplaba a Inés y a sus amigas, y no paraba de hacer plantes con respecto a ellas. Pero esa noche era de Inés. Así que desde donde estaba, con mi mente posé una “mano” en su pierna, por debajo de la mesa. Hice una ligera presión para comprobar que Inés lo había sentido. Vi como de la impresión se le derramaba parte del chupito, aunque enseguida disimuló sin que lo notara nadie más.
Entonces mi “mano” fue haciendo un masaje en su pierna, subiendo por su muslo. Ella cerró las piernas, tratando de impedir que siguiera subiendo, pero yo estaba entre ellas, y lentamente llegué a rozar por encima de su pantalón la zona de su sexo. Allí me detuve, e inicié unos pequeños movimientos circulares. Desde mi posición podía ver su cara de susto, y que había dejado de participar en la conversación con sus amigas. Posé otra “mano” en su pecho izquierdo, y ella se movió intranquila. “Acariciaba” suavemente su pecho, y con dos “dedos” agarré el pezón pon encima de su camiseta y su sostén, y con ligeros pellizcos conseguí que se endureciera. Estaba reaccionando. Simultáneamente sentí que la presión de sus piernas aflojaba, y las abría lo suficiente para permitirse sentir con más intensidad las sensaciones que notaba en su sexo.
Salí de mi escondite, me acerqué a su mesa de forma que ella me viera, y cuando nuestras miradas se cruzaron la saludé normalmente a la vez que aumenté súbitamente la presión sobre su sexo, notando que ella daba un pequeño respingo de placer. Hecho esto salí del bar, y esperé a que ellas salieran.
Sabía que mi hermana Inés estaba excitada, había notado el calor que desprendía su sexo a través del pantalón, y había visto su cara cuando había aumentado la presión. Cuando las vi salir, me acerqué a mi hermana Inés, y le pedí un cigarrillo. Mientras lo buscaba volví a posar mi “mano” mental en su sexo, esta vez cogiéndolo con más fuerza, y vi como Inés se ruborizaba, evitando mi mirada. Mi “pulgar” masajeaba su sexo por encima del pantalón. Me dio el cigarrillo, le di las gracias, y me fui dejando a la vez de jugar con mi mente. No quería que ella supiera que esas sensaciones estaban dirigidas por mi, pero quería que relacionara ese placer con cada encuentro conmigo. Y por la forma que me miró cuando me fui, creo que lo había conseguido.
De nuevo las seguí a escondidas, hasta que llegaron a una discoteca de moda, y entré tras ellas sin que me vieran. Se fueron a la barra a pedir unas copas, y aprovechando la situación posé mi “mano” en su culo, iniciando un magreo en sus nalgas. Ella se giró escrutando la discoteca. Creo que me buscaba, pero no me mostré. La noche fue pasando a base de ligeros toques. Ahora empezaba, ahora paraba, de tal manera que la excitación de Inés iba en aumento. Y la mía no se quedaba atrás. Entre las copas y mi juego, estaba totalmente salido.
Vi como Inés se dirigía a la pista de baile con sus amigas, y allí decidí emplearme más a fondo. Su cuerpo bailando hacía que mi polla quisiera salir del pantalón. Con mi mente volví a coger su pecho, y esta vez lo magreé sin disimulo. Ella seguía bailando, en la oscuridad de la pista, disfrutando de lo que sentía. Metí mi “mano” entre su cintura y el pantalón, y bajé rápidamente hasta su braguita. Ella aumentó el ritmo de sus movimientos al bailar, pero sin mostrarse confusa. Al revés, aceptando sus sensaciones. Sentí su braguita mojada, signo evidente de su excitación, y entré hasta su sexo. Estaba empapado, quemaba, y yo casi no tenía que mover la “mano” dado que los propios movimientos de su cuerpo al bailar estaban provocando un masaje sobre su sexo que la estaba volviendo loca. Sus caderas se movían cada vez más rápido, haciendo que sus propias amigas se sorprendieran ante el erotismo del baile de Inés. Podía ver su boca abierta, su respiración profunda y rápida. Estaba a punto de correrse. Entonces me detuve, y esperé a ver su reacción.
Como me imaginaba, se disculpó un momento y se dirigió al baño. Estaba seguro que necesitaba urgentemente masturbarse para tranquilizar su cuerpo. Por suerte no fue a los lavabos del piso principal, demasiado concurridos, sino que como conocía la discoteca de otras veces entró en una zona privada, dirigiéndose a unos lavabos que nadie utilizaba. La seguí sin que me viera. Entro en el baño de mujeres, y yo detrás. Cuando entraba en un reservado, la “empujé” con mi mente, aprisionándola contra la pared. Con mi poder impedí que pudiera volver la cabeza, y pegué mi cuerpo al suyo. Sentí su temor. Mi paquete se pegaba a su culo, y mis manos buscaron sus pechos. Ella susurraba.
- Por favor, no. No sigas.
Estaba realmente asustada. Y ello aun me excitaba más. Mis manos se introdujeron debajo de su camiseta, y apartando el sostén liberé sus pechos, grandes, suaves, que abarqué con mis dos manos, utilizando los dedos para presionar sus pezones, que respondieron al momento. Mi lengua jugaba con sus orejas, y mi polla presionaba su culo a través del pantalón. Bajé mi mano derecha, y empecé a bajarle la cremallera del pantalón.
- Dios mío, no, no. No quiero.
Hice caso omiso de sus palabras, y metí mi mano por debajo de sus bragas, hasta su sexo, que encontré empapado a pesar de sus súplicas. Mis dedos abrieron su sexo y jugaron con la abertura de su vagina. Su respiración se estaba acelerando. Encontré su clítoris y me dediqué a masajearlo. Pronto me di cuenta que sus caderas seguían el ritmo de mis caricias. Empezó a gemir de placer. Ya no tenía que “sujetarla” mentalmente, y me limitaba a controlar su cabeza para que no la volviera y darse cuenta de que era su hermano quien estaba jugando con ella.
Llevó sus manos a su espalda, y buscó mi paquete, que empezó a sobar. Sus piernas se habían abierto para dejar espacio a mi mano, que seguía masajeando su clítoris. Mi boca mordía su nuca. Mi otra mano dejó de sobar sus tetas, y bajó hasta su sexo. Introduje dos dedos en su vagina, imprimiendo un movimiento rítmico, follándomela con ellos. Sus gemidos eran más intensos, y yo estaba a punto de explotar. Sus manos buscaron mi bragueta, la abrieron, y sacaron mi polla al exterior. Cogí su pantalón, y de un golpe se lo bajé hasta las rodillas. En el movimiento había arrastrado sus bragas, por lo que mi polla se encontró con su culo. Sin parar de masajearla en el clítoris, con mi otra mano apoyé mi glande en su vagina y empecé a penetrarla lentamente. Sus movimientos eran cada vez más fuertes, se aplastaba contra mi para acelerar la penetración.
- Más, más, hasta dentro, lo necesito.
Entonces con un movimiento brusco hundí el resto de mi polla en su sexo.
- Ahhg! Es brutal, está durísima ... la siento toda ...
Aceleré mi movimiento, penetrándola cada vez con más fuerza. Sus pechos se aplastaban contra la pared cada vez que me hundía en ella.
- Me corro. Dios mío. Métemela toda, rómpeme. Me voy a correr.
Sus palabras me volvían loco, y sentía que estaba a punto de reventar. Sentí mi leche subiendo por la polla, tuve que morderme la lengua para evitar que mis palabras me descubrieran.
Inés se corrió, su flujo salía de la vagina, resbalando por sus muslos, su voz se quebró en un grito de placer, y mi leche inundó su sexo.
- Ahhhhhhh, es bestial!!!! – gritó.
Su cuerpo se convulsionó en sucesivos espasmos de placer, y su vagina se contraía sobre mi polla exprimiendo los últimos restos de mi semen.
Cuando terminó, nos quedamos quietos, en la misma posición. Había sido bestial, pero yo quería más. Si con mi hermana Carla y con mi madre había tenido doble sesión, con mi hermanita Inés no iba a ser menos. De nuevo el pensamiento de tener a mi hermana me excitó. Sentí como mi polla crecía de nuevo en el interior de su vagina.
- Se te está poniendo otra vez dura – dijo. - Ohhh, la siento crecer. Me vas a matar.
La muy guarra estaba dispuesta a más guerra, pero yo quería algo distinto. Después de un par de envestidas, a las que ella enseguida reacciono, con gemidos de gusto, saqué mi polla de su sexo, y la sustituí por dos de mis dedos. Empapé mi otra mano con la mezcla de flujo y semen que resbalaba por su cuerpo, y me dediqué a masajearle las nalgas, y la hendidura de su ano. Creo que ella no se daba aun cuenta de mis intenciones.
Aprovechando sus movimientos convulsivos en respuesta a mis dedos en su coño, introduje un dedo en su ano. Se quedó quieta un instante.
- Por allí no, por favor. Me duele.
No le hice caso y mantuve el dedo en su interior, mientras seguía moviendo mi otra mano en su sexo. Su excitación la pudo, y de nuevo su cuerpo se movía buscando un segundo orgasmo. Dejé que se acostumbrara a la sensación de tener algo en su conducto anal, y entonces saqué el dedo, y apoyé el glande en su entrada.
- No, eso no, la polla no. La tienes muy grande.
Separé sus nalgas con mi mano, y apreté con fuerza. Al principio costó un poco, pero con un pequeño golpe vencí la resistencia inicial y mi glande se introdujo en su perfecto culo. Chilló con una mezcla de dolor y placer. Seguí presionando, entrando mi polla en su ano centímetro a centímetro. Sus gritos iban en aumento, pero a la vez no podía dejar de moverse de placer. Con un último esfuerzo la penetre del todo. Mis dedos en su sexo podían sentir el bulto de mi polla en su ano. Me empecé a mover, primero lentamente, pero enseguida perdí el control y mis movimientos fueron cada vez más bruscos. Inés estaba totalmente dominada por el placer. La nueva sensación de tener una polla en su culo la estaba poniendo a cien.
- Así, así, no pares, rásgame cabrón, soy tuya.
Yo ya no pude aguantar más y le dije:
- Lo se hermanita, eres mía, voy a correrme en tu culo y te voy a dar un orgasmo que no olvidarás.
Su expresión de asombro fue genial. Su cabeza se volvió para mirarme, y yo aproveché para introducir mi lengua en su boca. Ella vaciló un momento, pero enseguida remprendió su movimiento, aun más frenético, y su lengua busco la mía.
- Oh dios, hermanito, lo que me había perdido hasta ahora ... me estás matando de gusto ... tu polla en mi culo .. es enorme.. ahhh!
- Te gusta, Inés, tómala entera, sácale su leche, es para ti.
- Sí, sigue, me corro, me voy, ya ... no puedo ... aaaaaaahhhhhh!
Un orgasmo brutal recorrió su cuerpo en incontables oleadas de placer que parecían no tener fin. Mi polla explotó en su culo, y mi semen inundó su ano en tal cantidad que se derramaba por sus nalgas. Mis rodillas flojearon ante la intensidad del placer.
Después del orgasmo se giró hacia mi. Su boca buscó la mía y nuestras lenguas entrelazaron agradeciendo el placer recibido del otro.
- Hermanito, esto hay que repetirlo.
Le sonreí, y me fui del baño pensando en que hacía diez días no había follado con nadie, y en ese tiempo había desvirgado a mi hermana Carla, había hecho el amor con mi madre, y acababa de tener una experiencia genial con mi hermana Inés. No estaba mal. Mi poder sería una buena ayuda en el futuro.
**FIN**
Las dos experiencias habían sido increíbles. Con mis dieciséis años, me había estrenado desvirgando a mi hermana Carla de dieciocho años, y al cabo de unos días follando salvajemente con mi propia madre. A estas alturas ya había perdido cualquier tipo de complejo respecto al i****to, y tenía claro que mi próxima “víctima” tenía que ser mi hermana Inés.
Sin embargo quería seguir manteniendo en secreto mi poder, y debía de ir con cuidado para evitar que aquello se me fuera de control. Durante los pocos días que habían pasado desde mi experiencia con mi madre, y una vez Carla ya había regresado de sus vacaciones, yo me había tomado un descanso para relajar la situación. Que hubiera follado con mi hermana Carla y con mi madre no quería decir que quisiera que la familia saltara por los aires. Creo que ellas, cada una sin saber de la experiencia de la otra, pensaban lo mismo, puesto que todos intentábamos comportarnos como si nada hubiera ocurrido.
Como decía, decidí dedicar mis esfuerzos a Inés. Mi hermana Inés tenía veinte años, y al contrario que Carla, que era rubia y con los ojos azules, Inés había salido más a mi madre. Medía metro setenta, tenia el pelo castaño, ojos marrones, un pecho abundante como mi madre, aunque sin exagerar, y unas buenas curvas. A pesar de ser la hermana mayor, era la más recatada de los tres en temas sexuales (y eso era decir mucho, al menos hasta las recientes experiencias). No sabía qué tipo de contactos sexuales habría tenido, pero estaba seguro de que no muchos.
Usualmente me llevaba mucho mejor con Carla, ya que Inés tenía un carácter arisco, y una frialdad heredada de mi madre (en apariencia, puesto que mi madre me había demostrado el fondo que tenía). Con Inés decidí actuar de forma distinta. Me parecía muy exagerado volver a tentar la suerte en casa, por si me descubrían en la labor, y además no había forma de quedarnos a solas. La verdad es que tenía mis dudas de si esta vez mis poderes funcionarían, puesto que se basaban en conseguir una fuerte excitación a base de “tocamientos mentales”, pero no podía influir directamente en la mente de Inés.
Decidí empezar mi plan con unos cuantos tanteos. Una noche, al irnos a acostar, entré en su habitación con una excusa banal, y mientras hablaba con ella (cosa difícil) dirigí mi “mano” mental a su pierna, por encima de la rodilla. Ella notó el “contacto”, puesto que dirigió su mirada hacia el punto en cuestión. Hice que mi “mano” subiera por su pierna hasta apoyarse sobre su sexo. Inés interrumpió la conversación, se levantó y me echó con pocas excusas de la habitación. Me quedé fuera un rato, con la esperanza de oír algún ruido que delatara una masturbación, pero fue en vano.
Al día siguiente, viernes, volvía a la carga por la mañana. Al verla ir hacia la ducha desde la puerta de mi habitación, sólo con el camisón, posé mi “mano” en su culo, y la deje allí sintiendo el vaivén de sus nalgas al caminar. Ella no se detuvo, y justo cuando cerraba la puerta del baño aproveché para presionar con un “dedo” en su ano. Oí el ruido de la ducha, y cuando salió del baño, esta vez con sólo una toalla enrollada en su cuerpo, metí mi “mano” entre sus piernas, y jugué con los pelos de su sexo. Esta vez pude ver que enrojecía, y que apretaba el paso para entrar en su habitación. Cuando me fui a duchar tuve que hacerme una paja para calmar la excitación que sentía, ya que aun no quería precipitar las cosas.
Por la noche, Inés dijo que salía con unas amigas, y yo me preparé para llevar a cabo mi plan. Cuando la vinieron a buscar en coche, yo estaba listo, y sin que se dieran cuenta las seguí en mi moto. Como habían cenado en casa, se fueron directamente a un bar de copas, donde pidieron unas rondas de “chupitos” sentadas en una mesa. Desde una esquina de la barra, oculto por la gente, contemplaba a Inés y a sus amigas, y no paraba de hacer plantes con respecto a ellas. Pero esa noche era de Inés. Así que desde donde estaba, con mi mente posé una “mano” en su pierna, por debajo de la mesa. Hice una ligera presión para comprobar que Inés lo había sentido. Vi como de la impresión se le derramaba parte del chupito, aunque enseguida disimuló sin que lo notara nadie más.
Entonces mi “mano” fue haciendo un masaje en su pierna, subiendo por su muslo. Ella cerró las piernas, tratando de impedir que siguiera subiendo, pero yo estaba entre ellas, y lentamente llegué a rozar por encima de su pantalón la zona de su sexo. Allí me detuve, e inicié unos pequeños movimientos circulares. Desde mi posición podía ver su cara de susto, y que había dejado de participar en la conversación con sus amigas. Posé otra “mano” en su pecho izquierdo, y ella se movió intranquila. “Acariciaba” suavemente su pecho, y con dos “dedos” agarré el pezón pon encima de su camiseta y su sostén, y con ligeros pellizcos conseguí que se endureciera. Estaba reaccionando. Simultáneamente sentí que la presión de sus piernas aflojaba, y las abría lo suficiente para permitirse sentir con más intensidad las sensaciones que notaba en su sexo.
Salí de mi escondite, me acerqué a su mesa de forma que ella me viera, y cuando nuestras miradas se cruzaron la saludé normalmente a la vez que aumenté súbitamente la presión sobre su sexo, notando que ella daba un pequeño respingo de placer. Hecho esto salí del bar, y esperé a que ellas salieran.
Sabía que mi hermana Inés estaba excitada, había notado el calor que desprendía su sexo a través del pantalón, y había visto su cara cuando había aumentado la presión. Cuando las vi salir, me acerqué a mi hermana Inés, y le pedí un cigarrillo. Mientras lo buscaba volví a posar mi “mano” mental en su sexo, esta vez cogiéndolo con más fuerza, y vi como Inés se ruborizaba, evitando mi mirada. Mi “pulgar” masajeaba su sexo por encima del pantalón. Me dio el cigarrillo, le di las gracias, y me fui dejando a la vez de jugar con mi mente. No quería que ella supiera que esas sensaciones estaban dirigidas por mi, pero quería que relacionara ese placer con cada encuentro conmigo. Y por la forma que me miró cuando me fui, creo que lo había conseguido.
De nuevo las seguí a escondidas, hasta que llegaron a una discoteca de moda, y entré tras ellas sin que me vieran. Se fueron a la barra a pedir unas copas, y aprovechando la situación posé mi “mano” en su culo, iniciando un magreo en sus nalgas. Ella se giró escrutando la discoteca. Creo que me buscaba, pero no me mostré. La noche fue pasando a base de ligeros toques. Ahora empezaba, ahora paraba, de tal manera que la excitación de Inés iba en aumento. Y la mía no se quedaba atrás. Entre las copas y mi juego, estaba totalmente salido.
Vi como Inés se dirigía a la pista de baile con sus amigas, y allí decidí emplearme más a fondo. Su cuerpo bailando hacía que mi polla quisiera salir del pantalón. Con mi mente volví a coger su pecho, y esta vez lo magreé sin disimulo. Ella seguía bailando, en la oscuridad de la pista, disfrutando de lo que sentía. Metí mi “mano” entre su cintura y el pantalón, y bajé rápidamente hasta su braguita. Ella aumentó el ritmo de sus movimientos al bailar, pero sin mostrarse confusa. Al revés, aceptando sus sensaciones. Sentí su braguita mojada, signo evidente de su excitación, y entré hasta su sexo. Estaba empapado, quemaba, y yo casi no tenía que mover la “mano” dado que los propios movimientos de su cuerpo al bailar estaban provocando un masaje sobre su sexo que la estaba volviendo loca. Sus caderas se movían cada vez más rápido, haciendo que sus propias amigas se sorprendieran ante el erotismo del baile de Inés. Podía ver su boca abierta, su respiración profunda y rápida. Estaba a punto de correrse. Entonces me detuve, y esperé a ver su reacción.
Como me imaginaba, se disculpó un momento y se dirigió al baño. Estaba seguro que necesitaba urgentemente masturbarse para tranquilizar su cuerpo. Por suerte no fue a los lavabos del piso principal, demasiado concurridos, sino que como conocía la discoteca de otras veces entró en una zona privada, dirigiéndose a unos lavabos que nadie utilizaba. La seguí sin que me viera. Entro en el baño de mujeres, y yo detrás. Cuando entraba en un reservado, la “empujé” con mi mente, aprisionándola contra la pared. Con mi poder impedí que pudiera volver la cabeza, y pegué mi cuerpo al suyo. Sentí su temor. Mi paquete se pegaba a su culo, y mis manos buscaron sus pechos. Ella susurraba.
- Por favor, no. No sigas.
Estaba realmente asustada. Y ello aun me excitaba más. Mis manos se introdujeron debajo de su camiseta, y apartando el sostén liberé sus pechos, grandes, suaves, que abarqué con mis dos manos, utilizando los dedos para presionar sus pezones, que respondieron al momento. Mi lengua jugaba con sus orejas, y mi polla presionaba su culo a través del pantalón. Bajé mi mano derecha, y empecé a bajarle la cremallera del pantalón.
- Dios mío, no, no. No quiero.
Hice caso omiso de sus palabras, y metí mi mano por debajo de sus bragas, hasta su sexo, que encontré empapado a pesar de sus súplicas. Mis dedos abrieron su sexo y jugaron con la abertura de su vagina. Su respiración se estaba acelerando. Encontré su clítoris y me dediqué a masajearlo. Pronto me di cuenta que sus caderas seguían el ritmo de mis caricias. Empezó a gemir de placer. Ya no tenía que “sujetarla” mentalmente, y me limitaba a controlar su cabeza para que no la volviera y darse cuenta de que era su hermano quien estaba jugando con ella.
Llevó sus manos a su espalda, y buscó mi paquete, que empezó a sobar. Sus piernas se habían abierto para dejar espacio a mi mano, que seguía masajeando su clítoris. Mi boca mordía su nuca. Mi otra mano dejó de sobar sus tetas, y bajó hasta su sexo. Introduje dos dedos en su vagina, imprimiendo un movimiento rítmico, follándomela con ellos. Sus gemidos eran más intensos, y yo estaba a punto de explotar. Sus manos buscaron mi bragueta, la abrieron, y sacaron mi polla al exterior. Cogí su pantalón, y de un golpe se lo bajé hasta las rodillas. En el movimiento había arrastrado sus bragas, por lo que mi polla se encontró con su culo. Sin parar de masajearla en el clítoris, con mi otra mano apoyé mi glande en su vagina y empecé a penetrarla lentamente. Sus movimientos eran cada vez más fuertes, se aplastaba contra mi para acelerar la penetración.
- Más, más, hasta dentro, lo necesito.
Entonces con un movimiento brusco hundí el resto de mi polla en su sexo.
- Ahhg! Es brutal, está durísima ... la siento toda ...
Aceleré mi movimiento, penetrándola cada vez con más fuerza. Sus pechos se aplastaban contra la pared cada vez que me hundía en ella.
- Me corro. Dios mío. Métemela toda, rómpeme. Me voy a correr.
Sus palabras me volvían loco, y sentía que estaba a punto de reventar. Sentí mi leche subiendo por la polla, tuve que morderme la lengua para evitar que mis palabras me descubrieran.
Inés se corrió, su flujo salía de la vagina, resbalando por sus muslos, su voz se quebró en un grito de placer, y mi leche inundó su sexo.
- Ahhhhhhh, es bestial!!!! – gritó.
Su cuerpo se convulsionó en sucesivos espasmos de placer, y su vagina se contraía sobre mi polla exprimiendo los últimos restos de mi semen.
Cuando terminó, nos quedamos quietos, en la misma posición. Había sido bestial, pero yo quería más. Si con mi hermana Carla y con mi madre había tenido doble sesión, con mi hermanita Inés no iba a ser menos. De nuevo el pensamiento de tener a mi hermana me excitó. Sentí como mi polla crecía de nuevo en el interior de su vagina.
- Se te está poniendo otra vez dura – dijo. - Ohhh, la siento crecer. Me vas a matar.
La muy guarra estaba dispuesta a más guerra, pero yo quería algo distinto. Después de un par de envestidas, a las que ella enseguida reacciono, con gemidos de gusto, saqué mi polla de su sexo, y la sustituí por dos de mis dedos. Empapé mi otra mano con la mezcla de flujo y semen que resbalaba por su cuerpo, y me dediqué a masajearle las nalgas, y la hendidura de su ano. Creo que ella no se daba aun cuenta de mis intenciones.
Aprovechando sus movimientos convulsivos en respuesta a mis dedos en su coño, introduje un dedo en su ano. Se quedó quieta un instante.
- Por allí no, por favor. Me duele.
No le hice caso y mantuve el dedo en su interior, mientras seguía moviendo mi otra mano en su sexo. Su excitación la pudo, y de nuevo su cuerpo se movía buscando un segundo orgasmo. Dejé que se acostumbrara a la sensación de tener algo en su conducto anal, y entonces saqué el dedo, y apoyé el glande en su entrada.
- No, eso no, la polla no. La tienes muy grande.
Separé sus nalgas con mi mano, y apreté con fuerza. Al principio costó un poco, pero con un pequeño golpe vencí la resistencia inicial y mi glande se introdujo en su perfecto culo. Chilló con una mezcla de dolor y placer. Seguí presionando, entrando mi polla en su ano centímetro a centímetro. Sus gritos iban en aumento, pero a la vez no podía dejar de moverse de placer. Con un último esfuerzo la penetre del todo. Mis dedos en su sexo podían sentir el bulto de mi polla en su ano. Me empecé a mover, primero lentamente, pero enseguida perdí el control y mis movimientos fueron cada vez más bruscos. Inés estaba totalmente dominada por el placer. La nueva sensación de tener una polla en su culo la estaba poniendo a cien.
- Así, así, no pares, rásgame cabrón, soy tuya.
Yo ya no pude aguantar más y le dije:
- Lo se hermanita, eres mía, voy a correrme en tu culo y te voy a dar un orgasmo que no olvidarás.
Su expresión de asombro fue genial. Su cabeza se volvió para mirarme, y yo aproveché para introducir mi lengua en su boca. Ella vaciló un momento, pero enseguida remprendió su movimiento, aun más frenético, y su lengua busco la mía.
- Oh dios, hermanito, lo que me había perdido hasta ahora ... me estás matando de gusto ... tu polla en mi culo .. es enorme.. ahhh!
- Te gusta, Inés, tómala entera, sácale su leche, es para ti.
- Sí, sigue, me corro, me voy, ya ... no puedo ... aaaaaaahhhhhh!
Un orgasmo brutal recorrió su cuerpo en incontables oleadas de placer que parecían no tener fin. Mi polla explotó en su culo, y mi semen inundó su ano en tal cantidad que se derramaba por sus nalgas. Mis rodillas flojearon ante la intensidad del placer.
Después del orgasmo se giró hacia mi. Su boca buscó la mía y nuestras lenguas entrelazaron agradeciendo el placer recibido del otro.
- Hermanito, esto hay que repetirlo.
Le sonreí, y me fui del baño pensando en que hacía diez días no había follado con nadie, y en ese tiempo había desvirgado a mi hermana Carla, había hecho el amor con mi madre, y acababa de tener una experiencia genial con mi hermana Inés. No estaba mal. Mi poder sería una buena ayuda en el futuro.
**FIN**
13 years ago