El poder (II). por Rota

Mi experiencia con mi hermana Carla había sido increíble. Sin embargo, a pesar de nuestra complicidad en aceptar lo que había pasado, desde que habían vuelto mis padres y mi hermana Inés, los dos evitábamos el tema, aun asustados por esa relación i****tuosa.
Yo me preguntaba si ella sospechaba de mis poderes mentales, o achacaba esas sensaciones que sintió a algo inexplicable, sin relacionarlo con mi facultad de "tocar" con la mente.
A mi, el hecho de haberme estrenado, haber follado por primera vez, y además con mi hermana, lo que me había provocado era un constante estado de calentura, ansioso de ampliar mis experiencias. Pero no quería precipitarme y que se pudiera descubrir mi poder. No estaba seguro de cómo reaccionaría Carla. Mi mente era capaz de "tocar" a distancia, pero no de controlar la mente de los demás.
La siguiente semana me dediqué, de forma disimulada, a "tocar" a Carla en diversas situaciones. Cuando estábamos en la mesa comiendo, introducía mis "dedos mentales" entre sus muslos, y la acariciaba suavemente. Veía como se ruborizaba intentando esconder esas sensaciones. Después de comer, ampliaba mis "caricias" a sus pechos, y por fin ella se levantaba para ir al lavabo. Yo me quedaba cerca de la puerta, y podía escuchar sus gemidos contenidos, fruto de la masturbación que estaba teniendo lugar. Seguidamente me encerraba en mi cuarto, y me masturbaba pensando en ella.
Para mi desgracia, la semana siguiente Carla se fue a pasar unos días a casa de una amiga en la playa. El lunes, mi padre tuvo que marchar a su vez por temas laborales a Madrid, donde se quedaría tres días, dejándonos solos en casa a mi madre, mi hermana Inés y a mi. Yo me pasaba el rato encerrado en mi cuarto, haciendo ver que estudiaba preparando los exámenes de septiembre. Una tarde, antes de cenar, nos juntamos los tres ante el televisor, esperando la hora de la cena.
Yo ya había decidido tantear a Inés con mi poder, y ver su reacción. Me fije en la bata que llevaba, y sentí que las ideas que venían a mi cabeza me provocaban una erección. Sus espléndidos veinte años la hacían una mujer muy deseable. Entonces ella se levantó, dijo que se iba a estirar un rato y se marchó a su habitación. Yo me quedé totalmente cortado, y con una excitación en aumento que no quería atajar con una simple masturbación. Fue entonces cuando miré a mi madre. Siempre había admirado como lucía a sus cuarenta y cinco años. Era un poco más alta que mi hermana Carla, medía metro setenta y uno, pelo castaño, ojos marrones, pero claros, un cuerpo estupendo, unos pechos generosos y unas piernas cuidadas y preciosas. Su imagen era fría, y hacía tiempo que había adivinado que las cosas entre ella y mi padre no iban del todo bien, hasta el extremo de sospechar que los frecuentes viajes de mi padre no eran sólo de negocios.
Mientras me fijaba en mi madre, noté que mi erección iba en aumento. Me asusté un poco, porque la sola idea de pensar en ella como algo sexual iba contra toda mi educación. Pero mi excitación era cada vez mayor. Me dije a mi mismo que podía intentar jugar un poco, ver si respondía, y así tener un buen motivo para masturbarme. Lentamente hice que mi "dedo mental" acariciara su cuello. Comprobé que sentía la caricia, ya que se llevó una mano al cuello, y puso cara de sorpresa. Luego, con mucha suavidad, apoyé "una mano" en su estómago, por encima de la blusa que llevaba. De nuevo fui consciente de su reacción. Yo sentía el calor que desprendía su cuerpo, pero no quería precipitarme, así que durante un rato mantuve mi "mano" quieta, dejando que mi madre se acostumbrara a su presencia.
Entonces, centímetro a centímetro, fui bajando por su cuerpo, introduciéndome debajo de su falda, y parando cuando note el elástico de sus bragas.
De reojo vi que ella estaba sintiendo esos tocamientos. Se había quedado rígida, con la mirada perdida en el televisor. Y podía observar como sus pezones se marcaban en su blusa. Mi corazón latía fuerte, y yo me esforzaba en disimular mi excitación.
Mi "mano" se introdujo debajo del elástico, sintiendo los pelos de su sexo, y siguió bajando. Me sorprendió encontrar su sexo caliente y húmedo, no esperaba una reacción tan inmediata, y tuve que contenerme para no correrme allí delante solo con la idea de estar "acariciando" a mi madre.
Poco a poco, hice que un "dedo" separara sus labios vaginales. Ella estaba muy excitaba, podía notarlo en su respiración y en las gotas de sudor que perlaban su frente.
Entonces volvió mi hermana Inés, y yo tuve que interrumpir mi trabajo. Mi madre despertó de su "sueño", y nos fuimos a la mesa para cenar. Yo estaba tan excitado que a pesar de mi pantalón tenía que esconder mi sexo para que no se notara la erección.
En la mesa mi madre estaba frente a mi, y yo decidí seguir el juego. Esta vez con más decisión. Mi "mano" se introdujo de nuevo bajo su falda, y acariciando sus muslos, llego hasta su braga, justo encima de su sexo. Mi madre dio un respingo y se quedó quieta, con la mirada perdida en la pared de mi espalda. Empecé a acariciarla con movimientos circulares por encima de su braga, sintiendo como ésta se empapaba con sus fluidos. Sus piernas se abrieron un poco más, para permitirle sentir mejor esos tocamientos. No se que debía estar pensando que ocurría, pero estaba claro que disfrutaba. Entonces paré. No quería acabar en la mesa en presencia de mi hermana.
Nos levantamos, mi hermana y yo nos fuimos al televisor, y mi madre se fue a la cocina. Yo estuve unos minutos con mi hermana viendo la programación, hasta que vi que se dormía. Entonces me levanté y me dirigí a la cocina. La puerta estaba entreabierta, y me quede allí, viendo a mi madre, pero sin que ella me pudiera ver.
Estaba de espaldas, frente a la mesa de la cocina, preparando seguramente la comida del día siguiente. No me lo pensé, y mi "mano mental" se poso en su culo, empezando a magrear sus dos nalgas. Ella interrumpió lo que estaba haciendo, pero no se giró. Parecía concentrada en lo que sentía. Con mi otra "mano" agarré desde atrás sus tetas, y me dediqué a sobarlas, deteniéndome para pellizcar sus pezones. Eran unos pechos grandes, firmes, sorprendentes para su edad, y sus pezones se habían puesto duros como una piedra. Mi masaje en sus nalgas era cada vez más fuerte, y lentamente me acercaba a su hendidura. Entonces ella separó las piernas, y reclinó su cuerpo con las manos apoyadas en la mesa de la cocina. Desde mi escondrijo en la puerta puede ver perfectamente su perfecto culo marcado en la falda. Sin dejar sus pechos, mi otra "mano" dejó sus nalgas, y desde atrás agarró su sexo con fuerza. Pude escuchar el gemido de mi madre. Estaba tan mojada que creí que iba a dejar un charco en la cocina. Mi "dedo" encontró su clítoris, completamente salido, y empezó un suave masaje. Sus gemidos, aunque contenidos, eran continuos. Pero yo quería más.
Aprovechando que estaba con los ojos cerrados, me fije en un pepino que había en la mesa, y lo moví hasta depositarlo sobre su mano. Ella abrió los ojos al sentir el contacto, y cogió sorprendida el pepino. Empuje su cuerpo suavemente hasta la silla que tenía a su lado, donde quedó sentada frente a la mesa. Fue ella sola la que apoyó sus dos piernas abiertas sobre la mesa, y la que se subió la falda. Yo solo tuve que coger con suavidad la mano con la que aguantaba el pepino y dirigirla hacía su sexo.
Podía adivinar su mirada en el pepino, notando que una voluntad superior a sus fuerzas lo dirigía hacía su sexo. Sin embargo, ella no se resistía. Apoyé el pepino en la entrada de su vagina, y empujé con decisión. Esta vez se le escapó un grito de placer, al sentir como inundaba su interior, separando las paredes de su sexo. Empecé a moverlo, y su cuerpo respondía a los movimientos. Su vagina se contraía en movimientos espasmódicos. Noté que estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Sus jadeos se hacían más rápidos, y su trasero rebotaba en la silla intentando seguir el ritmo del objeto que tenía en su interior. Echó la cabeza hacia atrás, y pude ver su boca abierta, su lengua recorriendo los labios.
Mientras jugaba con ella y veía su reacción, mi mano había bajado hasta la cremallera del pantalón, y había sacado mi pene erecto del mismo. Me estaba masturbando mientras veía a mi madre ir hacia el orgasmo. Solo esperaba que mi hermana no se despertara, pero ese miedo aumentaba mi excitación. Entonces me volví loco de lujuria y hice algo sin pensar en las consecuencias.
Entré en la cocina, con la polla en la mano, me planté al lado de mi madre, cuya boca, sentada en la silla, quedó a la altura de mi sexo. Ella, a punto del orgasmo, no se dio cuenta de mi presencia hasta que apoyé mi glande en sus labios. Entonces sucedió lo peor. Me miró aterrorizada, se levantó de golpe, yo a mi vez me asusté y dejé de jugar mentalmente con ella. Nos quedamos mirándonos, sin decir nada, y sin poder soportar la situación me di la vuelta y me encerré en mi cuarto.
Pasé mucho rato estirado en la cama, con la luz apagada, sintiendo como mi corazón latía muy rápido, sin poder pensar en las consecuencias de lo que había pasado. Era seguro que ella no sabía que su excitación se debía a mis caricias mentales, pero me había visto con la polla fuera, intentando apoyarla en sus labios. Joder, era mi madre, y yo me había vuelto loco.
Al cabo de un par de horas de lo sucedido, con la casa totalmente silenciosa, escuché unos pasos en el pasillo que se detenían delante de mi puerta. Esta se abrió lentamente y entró mi madre, que fue a sentarse a mi lado, en la cama en la que estaba tumbado. Temblaba esperando su reacción, ante la bronca que podía caerme.
- Hijo, tenemos que hablar de lo que ha pasado. No se cuánto rato has estado mirando en la cocina, pero has de saber que no suelo hacer estas cosas.
Hablaba con suavidad, por lo que intuí que más que bronca vendría un sermón educativo, lo que me tranquilizó un poco.
- Entiendo que a tus dieciséis años el sexo es muy importante para ti, y que no habrás tenido experiencias con mujeres.
Si ella supiera que mi única experiencia había sido con mi hermana Carla ...
- Te has dejado dominar por lo que veías, y por eso has actuado como lo has hecho. Sé que he reaccionado con brusquedad al ver tu sexo cerca de mi cara. No quería asustarte.
Me sorprendía a mi mismo, puesto que empecé a notar como de nuevo sufría una erección, y por desgracia bastante evidente, puesto que abultaba en los pantalones de mi pijama, y no estaba cubierto por ninguna sábana. Pensé si en la penumbra de la habitación ella lo notaría.
- Hijo, vamos a hacer como si nada de esto hubiera pasado - dijo.
Vi su mirada dirigirse a mi sexo, y se dio cuenta de mi erección, aunque enseguida desvió la mirada. Yo volvía a estar loco de excitación al tenerla a mi lado en la cama, vestida tan solo con un camisón largo. Entonces sentí el olor de su sexo.
- Mamá, se que no tenía que haberlo hecho. Pero no pude contenerme. Te vi en la cocina, suspirando, gimiendo, sentía tu excitación, y perdí la cabeza. Me pasó lo mismo que me está pasando ahora.
Antes de que pudiese reaccionar cogí su mano y la posé encima de mi sexo, para que sintiera totalmente como estaba mi polla.
- Mamá, no puedo evitarlo, mira como estoy.
Ella hizo un pequeño esfuerzo para retirar su mano, pero ante mi resistencia, cejó en su empeño, dejando su palma apoyada en mi pene. Poco a poco sus dedos fueron dibujando el contorno de mi polla, y pasó de tener la mano apoyada a estar agarrándola a través del fino pantalón del pijama.
- Hijo, no puede ser. No ves que esto es malo. Llegará el momento en que disfrutarás del sexo con tu mujer.
Mientras ella hablaba, mi mano sobre la suya empezó un suave movimiento arriba y abajo en mi pene. A la vez, dejé que mi otra mano se apoyará en su rodilla, justo donde le acababa el camisón. Ella estaba en silencio. Había dejado de mirarme y tenía la vista fija en la pared. Mi mano fue subiendo desde su rodilla, levantándole el camisón. Escuchaba como se aceleraba su respiración. Vi como debajo del camisón se endurecían sus pezones. Mi mano seguía subiendo por sus muslos, hasta que contactó con los pelos de su sexo. No llevaba bragas. Dejé de hacer fuerza con la mano que sujetaba la suya sobre mi pene, y para mi placer ella no se detuvo. Seguía masturbándome lentamente, como si no se diera cuenta de lo que hacía. Pero evidentemente lo estaba sintiendo, igual que sintió como mi otra mano se abría paso hacia su sexo, y abrió las piernas para que pudiera tener mejor acceso. Apoyé mi mano en sus vagina, sintiéndola mojada, caliente, recorrí con mis dedos su abertura, y ella empezó a gemir dulcemente.
La cogí por los hombros, e hice que se estirara en la cama. Ella evitaba mirarme directamente. Subí el camisón por encima de sus pechos, y entonces pude verlos por primera vez. Eran magníficos. Sus pezones turgentes pedían ser besados, y mi lengua los recorrió en círculos cada vez mas pequeños. Con mis dientes jugué a mordisquearlos, y cada vez ella me respondía con un gemido. Mi lengua fue bajando por su cuerpo, jugó con su ombligo, y por fin hundí mi cabeza en su sexo. Su olor me llenaba por completo. Mi lengua buscó su clítoris, e inició caricias de abajo a arriba. Ella se arqueó buscando un mejor contacto, y sus manos se posaron en mi cabeza, apretándola para aumentar la sensación. Aceleré las caricias de mi lengua, y sentí como todo su cuerpo reaccionaba, se movía cada vez más rápido. Sin dejar de jugar con mi lengua, cambie la posición encima suyo de forma que mi polla quedó a la altura de su boca. No reaccionaba. Puse mi glande en sus labios, pero no lo tomaba. Entonces paré un momento mis caricias, de forma que entendiera que ella también tenía que darme placer si quería que siguiera. Ella estaba a tope, a punto del orgasmo, y ahora no podía parar. Abrió su boca y se trago entera mi polla.
Seguí con mi lengua en su clítoris, y esta vez introduje dos dedos en su sexo, notando como saltaba al sentir la presencia de mis dedos en su interior. Estaba descontrolada. Su lengua recorría mi polla de arriba abajo, y con sus labios succionaba mi glande. Dejé caer mi peso sobre ella, y mi polla se introdujo completamente en su boca. Inicié un movimiento follándomela por la boca. Sentí que me iba a correr. Mi sexo estaba a punto de explotar. Ella lo sintió, y a su vez empezó a derramar una inmensa cantidad de flujo por su vagina. Nos íbamos a correr los dos. Y entonces explote, me corrí como nunca lo había hecho. Llene su boca con mi leche, y ella a su vez arqueó su cuerpo en la cama, traspasada por un orgasmo bestial. Mi leche se derramaba por las comisuras de sus labios, abierto para dejar escapar un intenso grito, ahogado por mi polla en sus labios.
Nos quedamos quietos un momento, pero a pesar de mi corrida yo aun estaba excitado. La sola idea de que era mi madre la que estaba debajo mío me volvía loco. No quería dejarla reaccionar, y acerqué mi boca a la suya, mi lengua separó sus labios y buscó la suya. La encontré, y después de una leve vacilación me respondió. Sentía el sabor de mi propio semen en su boca. Mis manos buscaron de nuevo sus pechos, y sus pezones respondieron a mis caricias. Volví a introducir mis dedos en su vagina, totalmente empapada, y sentí por el movimiento de sus caderas que ella estaba dispuesta a más. Me tumbé encima suyo, con mi polla de nuevo erecta apoyada en la entrada de su sexo, y entonces la miré directamente a los ojos, sin que ella pudiera evitar mi mirada.
- Mamá, te voy a follar. Quiero que sientas mi polla en tu interior.
- No por favor, eso no - me dijo.
No le hice caso, y empuje con fuerza sintiendo que mi pene entraba entero en su vagina totalmente lubricada.
- Ahg! Hijo, qué polla tienes, es increíble. Me llenas totalmente...
Empujé aun más, y me empecé a mover encima suyo. Sus piernas se cerraron por detrás de mi cintura, y cada vez que se la metía, empujaban para sentirla más profunda.
- Más, más, dame más, hijo. No puedo soportarlo, es brutal, ahhh!
Mi boca buscó su pezón, mordiéndolo, mientras sentía como me venía otra vez el orgasmo. Su ritmo se aceleraba. Mi mano se introdujo entre su cuerpo y la cama y agarró con fuerza su culo, presionando para clavar más hondo mi polla. Noté que mi dedo se había situado en la abertura de su ano, y presioné sin compasión, introduciéndolo de golpe. Escuché su grito de dolor. Sin dejar de moverme encima suyo, saqué mi dedo de su ano, y esta vez introduje dos de golpe. De nuevo puede escuchar su grito. Mis dedos sentían mi polla a través de la fina pared que separaba su vagina de su ano. Este contacto me enloqueció aun más. A ella también la estaba volviendo loca. Se retorcía debajo mío, jadeando, gimiendo.
- Ahhhhh! Me perforas... no lo aguanto... me voy a correr. Dame tu leche, inúndame ... - Si mamá, voy a reventar en tu interior, toma mi leche ...
Y entonces sentí como mi semen subía por la polla, con tanta presión que el placer se mezclo con algo de dolor que aun aumentaba más el propio placer. Empujé con fuerza a la vez mi polla y mis dedos en su ano, y entonces me corrí.
- Lo noto, te estás corriendo, hijo, siento tu leche, dioss ...
Me dijo, y ella explotó a su vez en un orgasmo interminable, sintiéndose inundada por la leche de su propio hijo.
Cuando terminamos se quedó tumbada en la cama, sin decir nada. Yo la ayudé a incorporarse y la acompañé a su habitación. Ella estaba aturdida. La dejé en la puerta de su habitación y la vi alejarse de espaldas hacia la cama. Entonces, concentré mi mente, y le di un buen "pellizco mental" en su trasero. Ella se giró, sorprendida, y me miró a los ojos. En su cara vi que la expresión de aturdimiento había dejado paso a una sensación de profundo bienestar por el placer que había sentido. Cerré la puerta, y esa noche dormí profundamente.
Published by morbit
13 years ago
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