Un Abrigo familiar. Día uno.
Acababa yo de entrar en el portal del edificio, me dirigí hacia el hueco de la segunda puerta después de la del portal que separaba los buzones del correo de las escaleras, a mirar entre los agujeros inferiores de mi buzón si había cartas que recoger, escuché como alguien bajaba por las escaleras acercándose, si bien los buzones estaban en un sitio oculto a la vista, era inevitable cruzarlo para salir del edificio o ir a los pisos superiores, por el ruido de los tacones pude adivinar casi quien era, si no era ella, sería una visita, la casa sólo tiene cinco pisos y en cada uno una sola vivienda y ella era la única que caminaba con esa cadencia y se hacía oir al andar enfatizando el sonido de sus tacones. Yo seguí a lo mio, si bien reconozco que la amenaza de su presencia ralentizó el tiempo para mí, en ese momento no me di cuenta de ello. No necesitaba mirar atrás par saber que faltaba poco para que pisara el último escalón y pasara por allí camino a la calle, pensé que me saludaría al pasar, en ese momento me giraría y le correspondería con el saludo, sin embargo eso no sucedió sino que se acercó a mí por detrás y fue entonces cuando me saludó y yo giré la cabeza y le correspondí con el saludo, era quien yo pensaba que era, mi prima del cuarto, no voy a decir su nombre.
Ella es diez años mayor que yo, tiene 60 años, sin embargo, el cuerpo que deja adivinar sus, en ocasiones ceñida ropa, provoca más deseo y morbo que el de muchas mujeres más jovenes, su imagen siempre para mí fue sexy a la vez que su comportamiento recatado, vestía siempre de una manera que no enseñaba más de lo necesario pero invitaba a adivinar lo que se escondía debajo. Al girarme a saludarla pude ver que llevaba un abrigo beige, que ya le había visto puesto en otras ocasiones, que le cubría por debajo de las rodillas hasta las pantorrillas, de estos abrigos largos que parecen de inspector de película de policías, y unas botas negras, siempre solía llevar calzado con algún tipo de tacón. Ni estaba casada ni tenía hijos y a esa edad ya no se le esperaban, siempre la vi con amigos y amigas pero no conozco ninguna pareja que pudiera tener, nuestra relación solía limitarse al saludo y poco más, si bien confieso que había tenido fantasías con ella, para ser sincero, las he tenido con todas las mujeres que me han parecido atractivas o me han dado un morbo especial por algún motivo, ya fuese real o fruto de mi imaginación.
Me saludó, la saludé y preguntó qué tal.
Le dije: bien, acabo de llegar, aquí mirando si hay cartas, ¿a trabajar vas?, le pregunté, por preguntar algo pues sólo sé que es medico y no sé en donde trabaja realmente.
Me dijo: no, sólo bajo a ver si me llegó un correo que estoy esperando.
Así que se puso a mi lado, pero no abrió el buzón y miró a traves de las rendijas y exclamó, ¡hay una!, quizás sea esta, pero no sé como hacer ya que no encontré la llave del buzón, por lo menos sé que está la carta.
A lo que le dije: bueno, podemos intentar sacarla, tú tienes las manos más delgadas que las mías, podemos intentarlo de la siguiente manera, yo intento alzar la carta con una llave desde las ranuras inferiores y tú puedes intentar cogerla metiendo con los dedos metiendo la mano por la ranura superior.
Ah, qué buena idea, me dijo, vamos a intentarlo, me harías un gran favor si lo logramos.
Se puso delante del buzón y metió la mano por la ranura, entraron sus dedos hasta que el dedo pulgar hizo tope, los movió pero no le alcanzaban a coger la carta, por lo que era mi turno, yo ya tenía la más larga de mis llaves entre las manos y me puse detrás suya, ella es más baja que yo, le saco casi dos cabezas de diferencia, me acerqué lo suficiente como para sentir su calor y poder olerla pero guardando un prudente distancia, lo hice in-conscientemente, sin premeditarlo. Metí la llave por las ranuras inferiores para intentar alzar la carta mientras ella con los dedos intentaba cogerla, mientras lo hacíamos hubo por mi parte discretos roces que pasaron por involuntarios y consecuencia del forcejeo para hacer salir la carta del buzón. Por fin la cogió. Reconozco que nos llevó más tiempo del que habría sido si a veces no hubiese dejado caer la carta para alargar un poco más aquello. Agarró la carta con dos dedos y la sacó del buzón, al hacerlo se le escurrió de los dedos y la carta cayó al suelo. Se agachó y se puso de cuclillas para cogerla, yo la miraba, en ese momento, al agacharse, se aflojó y se soltó el nudo de la cinta que hacía que su abrigo siguiera tapando su cuerpo. Ella de cuclillas, yo de pie mirando y su abrigo se abrió de par en par. Lo que pude ver me inmovilizó, debajo del abrigo no llevaba nada más puesto que sus botas negras. Alzó la cabeza y me miró mientras mi mirada inmóvil observaba aquel cuerpo hecho para el pecado que me hacían adivinar siempre sus ropas y que en ese momento su visión desnuda me confirmó, y del que siempre pensé deliberadamente había huido del pecado a no ser que su recato fuese impostado.
Me clavó su mirada y pudo verme congelado viendo su cuerpo, aquello duró muy poco tiempo pero fue una imagen que se grabó a fuego en mi mente. Esto fue lo que ví, No tenía unos pechos muy grandes pero aún eran firmes, como si hubiesen sido creados para durar toda la eternidad en su posición y forma original, su escaso vello púbico recortado y bien cuidado me estremeció por dentro hasta el punto de notar un aumento de salivación dentro de mi boca. Pude ver que su rostro había enrojecido y por el calor que sentía yo en la cara pude inferir que también lo había hecho el mio.
Rápidamente se levantó, cerró el abrigo, y cogió los extremos de la cinta para clausurarlo de nuevo mientras nerviosamente decía: Hay, por dios, que vergüenza, bajo así porque sólo venía a mirar si estaba la carta y no me apetecía vestirme por completo, era sólo bajar y subir. Me dijo que lo sentía y me pidió perdón por ello.
No sé quien cogió las riendas dentro de mi ser y le constesté: oh, no, no te preocupes, no tienes que disculparte, lo lamento si te hizo sentir mal pero para mí fue un regalo que me hiciste, algo así no se ve todos los días. Fue terminar de decirlo y me invadió una sensación contradictoria, por una parte pensaba que había metido la pata pero por otra un fuego interior que me empezaba a consumír era quien luchaba contra mi voluntad por mantener la compostura.
Pensé que obviaría mis palabras, se iría y yo quedaría como un pervertido gilipollas, sin embargo no fue eso lo que sucedió.
Mientras, ya de pie, se anudaba el cinto del abrigo, aún medio flojo podía ver desde arriba sus pechos por el hueco entre este y su piel, su boca dibujó un pícara y discreta media sonrisa y dijo: ¡Ah, sí? ¿te gustó lo que viste?
Al oir aquello, el incendio que se había provocado dentro de mí se extendió instantáneamente por todo mi cuerpo y mi cabeza se sintió como si le hubiesen inyectado la más potente de las dro-gas afrodisíacas.
Es mejor de lo que me había imaginado, le dije.
¿Te lo habías imaginado antes? me contestó.
-Me había pillado, pero ya me daba igual todo. Muchas veces, le dije.
¿Y para qué te imaginas tú mi cuerpo desnudo?, dijo.
-No puedo evitar tener fantasías y tú eres una de ellas, lo lamento, le dije, pero no lo puedo evitar, puedo evitar mis actos pero no mis fantasías, ellas se presentan en mi mente sin pedir permiso.
¿Y qué es lo que hago yo en tus fantasías, cochino?, volvió a preguntar.
Aquello se había convertido en un interrogatorio del que no tenía la más mínima intención de huir, además, me había llamado cochino con aquella media sonrisa que aún era dueña de su boca.
-Le dije: En ellas te recorro lentamente olíendote y parando a embriagarme de tus aromas en los sitios más recónditos y prohibidos de tu cuerpo.
Mientras lo decía, ella por encima del abrigo ya clausurado, puso su mano sobre la entrepierna, como cuando alguien se está aguantando las ganas de mear, pero en este caso era para sofocar el calor que estaba sintiendo, parecía que ella también estaba perdiendo el control de la situción. Aquella situación empezaba a ir más allá de las palabras, visiblemente ella se había puesto cachonda y se estaba agarrando la entrepierna, por encima del abrigo, mientras hablabamos, aquello hizo que de inmediato se me pusiera el miembro totalmente duro, afortunadamente llevaba un pantalón de chandal, pues un pantalón ajustado vaquero habría hecho sentirme con una opresión de la que liberarse.
Ella siguió con sus libidinosas preguntas, ¿Y huelo igual en la realidad que en tus fantasías?
-Para mí se habían terminado sólo las palabras, vamos a comprobarlo, le dije. Mientras se lo decía le di la vuelta y la puse cara a la pared lateral a los buzones, ella puso su manos contra la pared como si yo fuera un policía que la estaba deteniendo. Arrimé mi miembro erecto debajo del chandal contra aquel culo oculto tras el abrigo, que aún no había visto desnudo pero del cual mi valoración había mejorado después de ver lo que se escondía en la parte delantera de su cuerpo, su culo debía de ser mejor aún de lo imaginado, mientras me inclinaba sobre ella y comenzaba a oler su pelo y su cuello rozando con mi nariz su piel. Mi manos buscaban la cinta de su abrigo para desanudarlo de nuevo, esta vez deliberadamente.
-¿Si yo soy un cochino, tú que eres?, le pregunté mordazmente mientras lo hacia.
Yo soy una mujer respetable, me dijo, pero ahora mismo me siento muy puta.
Para cuando terminó de decir aquello ya había logrado desanudar su abrigo por lo cual toda su parte delantera era accesible a mis manos, cosa que no desaproveché y mientras seguía jugando con mi nariz y boca en su cuello, embriagándome de ella, con la mano izquierda acaricié sus pechos, bajé a su monte de venus e hice dibujos con los dedos a lo largo de su entrepierna para lentamente volver a subir, sin dejar de acariciar nada, y hasta sus senos. Con la mano derecha levanté su abrigo por detrás y comenze a acariciar entre sus nalgas su culo y despues bajé a su vagina, ella estaba cada vez más mojada como un manantial que comienza a brotar y no se detiene. Mientras hacía aquello, ella comenzaba a jadear discretamente pero de manera intensa, aproveche para con la mano izquierda cojer la izquierda suya que aún se apoyaba sobre la pared e introducirla dentro de mi chandal para que agarrara con ella mi miembro duro, yo lo estaba deseando pero sabía que lo estaba deseando ella también, no porque lo pidiera con su voz sino porque lo estaban pidiendo sus gemidos y los movimientos de su cuerpo. Y no me equivoqué, sus gemidos aumentaron y mientras acariciaba mis huevos y jugaba con mi miembro erecto y duro.
Sin necesidad de decírnoslo, los dos sabíamos que no se podía sacar el abrigo por completo ni yo quitarme del todo la ropa, pues aunque no vivía mucha gente en el edificio, existía la posibilidad de que pudiese entrar alguien con lo que el tiempo para ocultar aquello que estábamos haciendo era limitado.
Con mis pies hice que separase un poco más las piernas mientras que por detrás los dedos de mi mano derecha se habrían paso entre los labios de su almeja.
-Estás muy mojada, le dije.
Estoy empapada, contestó, como una perra en celo, dijo.
Su coño era estrecho, mientras desde atrás le metía los dedos, se había lubricado tanto que entraban y salían dos de ellos facilmente, cada vez más mojada, chorreante, contra la pared, mi mano izquierda ahora jugaba también con su clítoris y exploraba todos los rincones de su monte de venus, mientras con la derecha exprimía los jugos de su interior.
Tú también estás mojado me dijo mientras seguía jugando su mano con mi polla. Yo también había lubricado.
-¿ah sí? Si antes te sentías puta ahora te vas a sentir más puta todavía, le dije. Cogí su mano y la saque de debajo de mi chandal, le dije: mira tu mano ábrela y no la muevas, ella la miraba de reojo, agarré mi rabo con mi mano izquierda y froté el capullo sobre su mano mientras la apretaba, depositando mis líquidos en ella. Sin soltar su mano izquierda, mientras seguía masturbándola desde atrás por debajo de su abrigo medio alzado con la mano derecha, podía notar como cada vez se mojaba más y más y tenía contracciones a la par que gemidos de placer. A veces sacaba los dedos para acariciar y lubricar su ano con sus fluidos vaginales, le metía un poco el dedo, se estremecía y volvía a su coño.
-Saca la lengua le dije, a lo que hizo caso inmediato, acerqué su mano izquierda impregnada de los aromas y humedades de mi polla a su lengua y sin decirle nada más empezó a lamerla mientras mi mano derecha se aceleraba empezaron a temblarle las piernas, a jadear y me hizo saber que se estaba corriendo, estaba teniendo un orgasmo detrás de otro y estaba tan mojada que parecía que tuviese una fuente entre las piernas.
-Mientras se corría le dije, al oído: ¿Sabes que voy a hacer con tus fluidos?
¿que vas a hacer?, dijo.
-Me voy a agachar, te voy a separar más las piernas, voy a meter la lengua dentro de tu coño y me los voy a beber.
Al decir esto tuvo una fuerte contracción que hizo que casi se cayera de rodillas si no fuera por mi mano en su entrepierna que la sujetaba, la darecha la penetraba con mis dedos y la izquierda le masturbaba el clítoris y tenía cogido todo el monte de venus jugando con su pelo.
Saqué mis dedos de su coño y los metí en su boca, a lo que ella respondió chupándolos profusamente. Cuando saqué los dedos de su boca ella siguió buscándolos con la lengua y llevó la boca a los dedos metiéndoselos otra vez en ella. , ¿te gusta chupar, eh? Le dije, obviamente bajo aquellas circunstancias esa pregunta se había vuelto retórica, sin embargo contestó, pero no con palabras sino con un "mmmmmmm" mientras relamía mis dedos.
A continuación me agaché detrás de ella, levanté la falda de su abrigo y metí debajo mi cabeza, le saparé más aún las piernas, separé sus nalgas con mis manos, observé, inhalé profundamente y sus vahos terminaron de emborracharme por completo, pero no era suficiente, ahora tenía la imperiosa necesidad de beberme sus jugos y lamer sus agujeros. Hasta ahora solo había palpado su coño y su culo, no había visto directamente sus agujeros, y fue mejor de lo que había imaginado, su coño estrecho parecía pintado a lápiz, sus labios simétricos y no muy prominantes y un clítoris regio y duro, su ano bien cuidado, cerradito pero blando, aumentó mi apetito, hasta tal punto que separé sus nalgas más aún y no pude evitar lamerlo de arriba a abajo, a lo que ella respondió con un suspiro hacia adentro tomando aire y soltándolo después en forma de gemido. Tienes un culo impresionante, le dije, ¿te gusta esto?, pregunte.
Nunca nadie me había tocado antes ahí, dijo, hasta ahora sólo he jugado con ese agujero yo sola con los dedos y en mis fantasías, he de reconocerte que no he follado mucho en esta vida en la realidad, sin embargo en mis fantasías soy muy cerda y puta, mi educación no me ha permitido nunca buscarlo ni pedírselo a nadie, esperaba que alguna vez ese día llegase aunque si te soy sincera nunca pensé que se haría realidad más allá de mis deseos intimos. Comentó entre suspiros y gemindos mientras le lamía todo el agujero del culo que quedó reblandecido y totalmente lubricado.
-Me di media vuelta y puse mi boca entre sus piernas a horcajadas, y mientras suavemente le metía un dedo en el culo profanando su ano y los pelos de su pubis se frotaban con mi nariz nutriéndome del aroma de su monte, metía mi lengua dentro de su coño chorreante bebiendo sus jugos y lamiendo sus labios y su clítoris.
Ella se había corrido varias veces, eso es lo que a mí más me gusta, ver como la mujer se estremece de placer una y otra vez y saber que esa obra de tan digno espectáculo me pertenece, ello aumenta el placer que yo siento cada vez que me corro y estaba a punto de explotar, tenía ganas de hacerlo ya por primera vez. Seguía comiéndole el coño y le dije: quiero que seas tú quien me folles la boca y vuelques tus jugos sobre ella para después echarte mi semen sobre tus tetas. Nada más decir aquello cogió mi cabeza con sus manos y empezó a moverse hacia delante y hacia atrás pasando su coño por mi boca con la lengua fuera y hacia arriba y abajo haciendo que los dos dedos que ya habían traspasado su ano entrasen y saliesen al gusto que le pedía su cuerpo. Puso una mano por detrás de mi cabeza y la empujo contra su coño mientras con la otra empezó a masturbarse el clítoris, se estiriró, apretó fuertemente sus piernas aplastando mi cabeza entre ellas y soltó un grito ahogado de placer mientras terminaba de vaciar su flujos en mi boca, con la mano que no tenía cogiendome la cabeza la usó ahora para agarrar la muñeca de mi mano que estaba penetrando con dos dedos su culo y la empujo de forma que los dedos de mi mano derecha entraron hasta el fondo de su culo. En ese momento apretó todo su cuerpo y se puso rígida para soltar un suspiro final y dejarse caer hacia atrás, agachándose quedando en posición de cuclillas frente a mí. Con mi boca llena de sus fluidos relamí sus labios y ambos nos pasamos la lengua por nuestras respectivas bocas. Me levanté, bajé el pantalón del chandal hasta las rodillas, me acerqúe y puse los huevos sobre su boca, a lo que empezó a lamerlos profusamente como si fuera una perra en celo a la vez que decía: oh, sí estaba deseando esto, joder que bueno. Su boca es pequeña y mi miembro es más bien grande, puse mi glande en sus labios y la abrió y la metí con cuidado, no estaba más de la mitas, pero su boca era tan caliente y salivaba tanto que el placer era inmenso, la metía, la sacaba, la relamía de arriba abajo la polla y los huevos y la volvía a meter. Me voy a correr sobre tus tetas, le dije, separé el abrigo abierto por las solapas para deja sus pechos al descubierto por completo, se hechó hacia atrás, se llevó una mano a su coño y la otra a mis huevos, se masturbaba mientras yo hacía lo propio a punto de descargar en sus senos, hasta que no pude más y exploté y ella volvió a explotar de nuevo, su pecho quedó cubierto de mi esperma, ella se lo frotó y extendió por todo su torso y a continuación se lamió la mano, agarró mi polla y la relamió ávidamente dejándola limpia del fruto que había cosechado, devorándolo todo por completo.
Dios mio, dijo, ¡qué locura todo esto!. Me siento sucia, muy sucia, nunca me había sentido así, dijo mientras se ponía de pie y cerraba el abrigo anudando la cinta por la cintura. El tipo de tela del que estaba hecho el abrigo y el color no dejaba traspasar las manchas de sus flujos, nuestra saliva y mi semen de las que se había llenado en su parte interna.
-Pero te gusta, le dije. Yo seré un cochino como tú dices, pero tú eres una guarra que me comió toda la polla y a la que le metí los dedos en el coño y en el culo hasta el fondo.
Nunca había hecho algo así, esto ha sido una locura, no sé que me pasó, dijo. No se lo digas a nadie, por favor, añadió.
-Nunca lo haría, sería muy tonto si lo hiciera.
Te mataría si lo hacieras, contestó. Esto no debe de volver a repetirse.
-No tendrás que matarme, no lo haré, jamás diré nada a nadie, puedes confiar en mí. En mi mente pensaba que aquello sí debería repetirse y no sólo eso sino ir más allá ya que no había penetrado con el miembro y después de aquello no tenía pensado quedarme con las ganas, aquel coño y aquel culo tenían que ser mios, así que le dije: Y eso de que no se repetirá, ya lo veremos, el precio de guardar el secreto es que te follaré cuando, donde y como quiera.
Dio una paso al frente acercándose a mí, metió su mano por debajo de mi chandal, me agarró la polla y comenzó a mover la mano, alzó la cabeza, y merándome, me dijo: Tú estás loco. Eres un hijo de puta.
-Y tú una zorra, dije al instante.
Te repito que nunca me había sucedido algo ni remotamente lejano a lo que me sucedió hoy contigo, me siento muy rara y confusa. No soy una zorra, dijo, mientras con su mano me acariciaba los huevos.
-No, no eres una zorra, le dije, eres una mujer respetable y una dama, pero a partir de ahora vas a ser mi zorra y eso sólo lo sabremos tú y yo, sólo te voy a decir una cosa, a partir de ahora tus más sucias fantasías se irán haciendo realidad, las que has tenido y las no tuviste aún. En realidad, esa era mi fantasía y el fuerte deseo que me acababa de nacer, cumplir las más sucias fantasías prisoneras en la profundidad del cuerpo de una mujer tímida y recatada como ella, que sólo pueden aflorar cuando el escrutinio de la moralidad no observa.
A continuación soltó mi polla, que se había puesto nuevamente dura y que ella seguía acariciando bajo mi chandal, antes de sacar la mano del todo acarició mi glande que se había lubricado y estaba mojado, terminó de sacar la mano y mirándome la acercó extendida hacia su cara, la olió de arriba a abajo, sacó la lengua y la lamió. Seguidamente y sin decir nada más, se agachó, cogió la carta que había bajado a buscar, se puso de pie, se dio media vuelta, avanzó hacia las escaleras y comenzó a subir escuchándose nuevamente como antes al bajar, el pisar de sus tacones, pero esta vez, su fuerza al pisar y la cadencia al hacerlo, sonaba distinto a como habitualmente lo hacía. Algo en ella había cambiado.
Me quedé mirando como subía el primer tramo de escaleras, tramo oculto a los rellanos y a las mirillas de las puertas, en ese momento me di cuenta de que mi zorra, para mí ya no era mi prima, era mi zorrita que me había dejado allí mirando como subía las escaleras pisando firmemente con sus tacones y moviendo las caderas de lado a lado menando sus nalgas hacia los lados. Nunca la había visto caminar de aquella manera, ella era consciente de que yo la estaba mirando desde abajo, a mi mente se vino la imagen de su cuerpo desnudo debajo de aquel abrigo largo. Allí seguí yo, mirando y empalmado. Cuando iba ella por la mitad del tramo un impulso que salió de mi interior hizo que saliera corriendo escaleras arriba hasta llegar a su altura. La cogí desde atrás rodeando con el brazo izquierdo su cintura, con el impulso ella se dejó caer hacia adelante apoyando sus manos en las escaleras superiores quedando inclinada a cuatro patas, momento en el que dijo: ¿qué haces?. Le voy voy a meter la polla a mi zorra y me voy a correr dentro, le dije a la vez que levantaba la parte trasera de su abrigo dejando sus orificios al descubierto, le pasé los dedos por el coño y volvía a estar mojada, saqué la polla y se la entroduje hasta el fondo, apreté con fuerza de forma que ella se inclinó aún más hacia adelante quedando casi acostada boca abajo sobre las escaleras. Puede venir alguien, dijo. Lo sé, le dije, por eso te lo voy a echar ya todo dentro y quiero que tú también te corras conmigo. Ah, si, gimió y comenzé a embestirla mientras le decía: te la voy a hechar toda dentro, está a punto de venir calentita y espesa toda para ti. Yo podía notar lo mojada, caliente y lubricada que estaba ella y a la vez mientras la embestía y le decia aquellas palabras, ella jadeaba y sacaba la lengua, la embestía y la seguía embistiendo hasta que empezé a vaciar el fruto de mis huevos dentro de su vagina estrecha pero elástica, siéntela le dije. Sí, la estoy sintiendo dijo, ah, si joder me estoy corriendo, dios, ah, ah, jadeaba, mientras me corría dentro suya y mi mano izquierda le masturbaba a la vez ahora el clítoris le decía ¿eres mi zorra?. Sí soy tu zorra, ah, si lo soy, soy tu zorra, dios, dios, invocó mientras se corría y la contraciones de su interior le agitaban su cuerpo.
Saque mi miembro y ella se sentó de lado en la escalera, subí un escalón, me puse a su altura, acerqué mi polla goteando a su boca y ella sacó la lengua, momento que aproveché para frotar mi capullo en ella, entonces echó la cabeza hacia adelante con la intencion de meter mi rabo en la boca, en ese momento yo me eché hacia atrás y mirándola alejé mi polla de ella y la metí dentro del pantalón del chandal y comencé a subir las escaleras mirando de reojo y viendo como había dejado a mi perrita jadeando y deseosa de más, sentada en la mitad de las escaleras. A medida que me alejaba de ella, mientras subía, yo mirando hacia atrás y ella mirándome a mí, sin dejar de mirarnos, pude ver como metía su mano derecha entre las aperturas inferiores del abrigo por debajo de la cinta que lo mantenía cerrado, y acariciaba su coño mientras sacaba y movía la lengua como si estuviera lamiendo un miembro imaginario. Yo sabía que aquello debía acabar ahí, dejando cuentas pendientes para otro momento, así que al llegar al primer rellano, antes de mi piso, me detuve y sin dejar de mirarla alcé mi mano con los dos dedos que le había metido abajo donde los buzones, estirados, los acerqué a mi boca y les pasé la lengua, ella hizo a la vez lo mismo que yo con los de la mano con la que se estaba frotando el coño, mirándonos atenta y libidinosamente. En ese momento giré la cabeza, dejé de mirarla, doblé el rellano y apresuré la marcha dejándola allí sentada en medio de las escaleras, cuando estaba a punto de llegar a la puerta de mi casa pude escuchar el ruido de sus tacones con su nueva cadencia de marcha, lo que quería decir que ya se había levantado y estaba subiendo las escaleras. Llegué a la puerta de mi casa, la abrí, entré, la cerré, y acerqué mi ojo derecho a la mirilla, quería verla una vez más. Pasó muy poco tiempo cuando pude empezar a ver por la mirilla como subía los últimos peldaños que llevaban a mi puerta, llegó al rellano y lo atravesó sin mirar atrás y antes de tomar las escaleras que la llevaría a su piso se paró unos instantes, giró la cabeza casi 90 grados y miró hacia la puerta y como si supiera que yo estaba observando por la mirilla, clavó su mirada en ella, volvió a poner aquella media sonrisa pícara que nunca antes le había visto hasta el aquel día, se relamió los labios con la lengua y a continuación giró la cabeza y siguió subiendo las escalera perdiéndola de vista pero sin dejar de oir el ruido de sus pisadas. Aparté el ojo de la mirilla, me eché hacia atrás y resoplé. En ese momento empecé a ser consciente de todo lo que había sucedido. Me había follado e hice que se corriera como una perra en celo a mi prima, con la que había tenido fantasías pero que jamás habría imaginado que aquello pudiera hacerse realidad, y no solo eso, sino que jamás imaginé que ella pudiese alberguar aquella personalidad tan viciosa y sucia, y que posiblemente ella tampoco lo sabía. Seguramente a ella le sucedería lo mismo cuando llegara a su casa. Sólo de pensar aquello se me volvió a poner dura y sentí la necesidad de masturbarme, en ese momento pensé que a ella le sucedería lo mismo y en mi mente se dibijó su imagen entrado en su casa y masturbándose pensando en lo que había sucedido, al igual que yo, eso veía en mi imaginación mientras me pajeaba y al momento de correrme me imaginé, viendo aquella imagen en mi mente, como me corría en su boca abierta, llenándosela de leche mientras sacaba su lengua para no erderse ni una gota y posteriormente se la relamía en la comisura de sus labios. Mi corrí allí en el pasillo al lado de la puerta, en el suelo, corrida que limpié con un clinex de un paquete que tenía en el tocador de la entrada y que posteriormente eché a una papelera que tengo en el salón mientras me dirigía a mi habitación, entré en ella y me tumbé sobre sobre la cama, en aquel momento empecé a experimentar una gran paz y un placer inmenso a la vez que mi deseo por ella comenzaba a crecer de nuevo, imaginando que ella estaría ahora en su casa, sola, en una situación similar a la mía. Me abandoné al placer de lo que había sucedido, por mi cabeza se pasaban mil cosas, todas placenteras, me había corrido tres veces, y tenía a mis disposición una zorrita que nunca me había imaginado pudiera tener y a la que acababa de dejar satisfecha, para goce suyo y mio. Me abandoné a mis pensamientos y al poco tiempo me quedé dormido.
Ella es diez años mayor que yo, tiene 60 años, sin embargo, el cuerpo que deja adivinar sus, en ocasiones ceñida ropa, provoca más deseo y morbo que el de muchas mujeres más jovenes, su imagen siempre para mí fue sexy a la vez que su comportamiento recatado, vestía siempre de una manera que no enseñaba más de lo necesario pero invitaba a adivinar lo que se escondía debajo. Al girarme a saludarla pude ver que llevaba un abrigo beige, que ya le había visto puesto en otras ocasiones, que le cubría por debajo de las rodillas hasta las pantorrillas, de estos abrigos largos que parecen de inspector de película de policías, y unas botas negras, siempre solía llevar calzado con algún tipo de tacón. Ni estaba casada ni tenía hijos y a esa edad ya no se le esperaban, siempre la vi con amigos y amigas pero no conozco ninguna pareja que pudiera tener, nuestra relación solía limitarse al saludo y poco más, si bien confieso que había tenido fantasías con ella, para ser sincero, las he tenido con todas las mujeres que me han parecido atractivas o me han dado un morbo especial por algún motivo, ya fuese real o fruto de mi imaginación.
Me saludó, la saludé y preguntó qué tal.
Le dije: bien, acabo de llegar, aquí mirando si hay cartas, ¿a trabajar vas?, le pregunté, por preguntar algo pues sólo sé que es medico y no sé en donde trabaja realmente.
Me dijo: no, sólo bajo a ver si me llegó un correo que estoy esperando.
Así que se puso a mi lado, pero no abrió el buzón y miró a traves de las rendijas y exclamó, ¡hay una!, quizás sea esta, pero no sé como hacer ya que no encontré la llave del buzón, por lo menos sé que está la carta.
A lo que le dije: bueno, podemos intentar sacarla, tú tienes las manos más delgadas que las mías, podemos intentarlo de la siguiente manera, yo intento alzar la carta con una llave desde las ranuras inferiores y tú puedes intentar cogerla metiendo con los dedos metiendo la mano por la ranura superior.
Ah, qué buena idea, me dijo, vamos a intentarlo, me harías un gran favor si lo logramos.
Se puso delante del buzón y metió la mano por la ranura, entraron sus dedos hasta que el dedo pulgar hizo tope, los movió pero no le alcanzaban a coger la carta, por lo que era mi turno, yo ya tenía la más larga de mis llaves entre las manos y me puse detrás suya, ella es más baja que yo, le saco casi dos cabezas de diferencia, me acerqué lo suficiente como para sentir su calor y poder olerla pero guardando un prudente distancia, lo hice in-conscientemente, sin premeditarlo. Metí la llave por las ranuras inferiores para intentar alzar la carta mientras ella con los dedos intentaba cogerla, mientras lo hacíamos hubo por mi parte discretos roces que pasaron por involuntarios y consecuencia del forcejeo para hacer salir la carta del buzón. Por fin la cogió. Reconozco que nos llevó más tiempo del que habría sido si a veces no hubiese dejado caer la carta para alargar un poco más aquello. Agarró la carta con dos dedos y la sacó del buzón, al hacerlo se le escurrió de los dedos y la carta cayó al suelo. Se agachó y se puso de cuclillas para cogerla, yo la miraba, en ese momento, al agacharse, se aflojó y se soltó el nudo de la cinta que hacía que su abrigo siguiera tapando su cuerpo. Ella de cuclillas, yo de pie mirando y su abrigo se abrió de par en par. Lo que pude ver me inmovilizó, debajo del abrigo no llevaba nada más puesto que sus botas negras. Alzó la cabeza y me miró mientras mi mirada inmóvil observaba aquel cuerpo hecho para el pecado que me hacían adivinar siempre sus ropas y que en ese momento su visión desnuda me confirmó, y del que siempre pensé deliberadamente había huido del pecado a no ser que su recato fuese impostado.
Me clavó su mirada y pudo verme congelado viendo su cuerpo, aquello duró muy poco tiempo pero fue una imagen que se grabó a fuego en mi mente. Esto fue lo que ví, No tenía unos pechos muy grandes pero aún eran firmes, como si hubiesen sido creados para durar toda la eternidad en su posición y forma original, su escaso vello púbico recortado y bien cuidado me estremeció por dentro hasta el punto de notar un aumento de salivación dentro de mi boca. Pude ver que su rostro había enrojecido y por el calor que sentía yo en la cara pude inferir que también lo había hecho el mio.
Rápidamente se levantó, cerró el abrigo, y cogió los extremos de la cinta para clausurarlo de nuevo mientras nerviosamente decía: Hay, por dios, que vergüenza, bajo así porque sólo venía a mirar si estaba la carta y no me apetecía vestirme por completo, era sólo bajar y subir. Me dijo que lo sentía y me pidió perdón por ello.
No sé quien cogió las riendas dentro de mi ser y le constesté: oh, no, no te preocupes, no tienes que disculparte, lo lamento si te hizo sentir mal pero para mí fue un regalo que me hiciste, algo así no se ve todos los días. Fue terminar de decirlo y me invadió una sensación contradictoria, por una parte pensaba que había metido la pata pero por otra un fuego interior que me empezaba a consumír era quien luchaba contra mi voluntad por mantener la compostura.
Pensé que obviaría mis palabras, se iría y yo quedaría como un pervertido gilipollas, sin embargo no fue eso lo que sucedió.
Mientras, ya de pie, se anudaba el cinto del abrigo, aún medio flojo podía ver desde arriba sus pechos por el hueco entre este y su piel, su boca dibujó un pícara y discreta media sonrisa y dijo: ¡Ah, sí? ¿te gustó lo que viste?
Al oir aquello, el incendio que se había provocado dentro de mí se extendió instantáneamente por todo mi cuerpo y mi cabeza se sintió como si le hubiesen inyectado la más potente de las dro-gas afrodisíacas.
Es mejor de lo que me había imaginado, le dije.
¿Te lo habías imaginado antes? me contestó.
-Me había pillado, pero ya me daba igual todo. Muchas veces, le dije.
¿Y para qué te imaginas tú mi cuerpo desnudo?, dijo.
-No puedo evitar tener fantasías y tú eres una de ellas, lo lamento, le dije, pero no lo puedo evitar, puedo evitar mis actos pero no mis fantasías, ellas se presentan en mi mente sin pedir permiso.
¿Y qué es lo que hago yo en tus fantasías, cochino?, volvió a preguntar.
Aquello se había convertido en un interrogatorio del que no tenía la más mínima intención de huir, además, me había llamado cochino con aquella media sonrisa que aún era dueña de su boca.
-Le dije: En ellas te recorro lentamente olíendote y parando a embriagarme de tus aromas en los sitios más recónditos y prohibidos de tu cuerpo.
Mientras lo decía, ella por encima del abrigo ya clausurado, puso su mano sobre la entrepierna, como cuando alguien se está aguantando las ganas de mear, pero en este caso era para sofocar el calor que estaba sintiendo, parecía que ella también estaba perdiendo el control de la situción. Aquella situación empezaba a ir más allá de las palabras, visiblemente ella se había puesto cachonda y se estaba agarrando la entrepierna, por encima del abrigo, mientras hablabamos, aquello hizo que de inmediato se me pusiera el miembro totalmente duro, afortunadamente llevaba un pantalón de chandal, pues un pantalón ajustado vaquero habría hecho sentirme con una opresión de la que liberarse.
Ella siguió con sus libidinosas preguntas, ¿Y huelo igual en la realidad que en tus fantasías?
-Para mí se habían terminado sólo las palabras, vamos a comprobarlo, le dije. Mientras se lo decía le di la vuelta y la puse cara a la pared lateral a los buzones, ella puso su manos contra la pared como si yo fuera un policía que la estaba deteniendo. Arrimé mi miembro erecto debajo del chandal contra aquel culo oculto tras el abrigo, que aún no había visto desnudo pero del cual mi valoración había mejorado después de ver lo que se escondía en la parte delantera de su cuerpo, su culo debía de ser mejor aún de lo imaginado, mientras me inclinaba sobre ella y comenzaba a oler su pelo y su cuello rozando con mi nariz su piel. Mi manos buscaban la cinta de su abrigo para desanudarlo de nuevo, esta vez deliberadamente.
-¿Si yo soy un cochino, tú que eres?, le pregunté mordazmente mientras lo hacia.
Yo soy una mujer respetable, me dijo, pero ahora mismo me siento muy puta.
Para cuando terminó de decir aquello ya había logrado desanudar su abrigo por lo cual toda su parte delantera era accesible a mis manos, cosa que no desaproveché y mientras seguía jugando con mi nariz y boca en su cuello, embriagándome de ella, con la mano izquierda acaricié sus pechos, bajé a su monte de venus e hice dibujos con los dedos a lo largo de su entrepierna para lentamente volver a subir, sin dejar de acariciar nada, y hasta sus senos. Con la mano derecha levanté su abrigo por detrás y comenze a acariciar entre sus nalgas su culo y despues bajé a su vagina, ella estaba cada vez más mojada como un manantial que comienza a brotar y no se detiene. Mientras hacía aquello, ella comenzaba a jadear discretamente pero de manera intensa, aproveche para con la mano izquierda cojer la izquierda suya que aún se apoyaba sobre la pared e introducirla dentro de mi chandal para que agarrara con ella mi miembro duro, yo lo estaba deseando pero sabía que lo estaba deseando ella también, no porque lo pidiera con su voz sino porque lo estaban pidiendo sus gemidos y los movimientos de su cuerpo. Y no me equivoqué, sus gemidos aumentaron y mientras acariciaba mis huevos y jugaba con mi miembro erecto y duro.
Sin necesidad de decírnoslo, los dos sabíamos que no se podía sacar el abrigo por completo ni yo quitarme del todo la ropa, pues aunque no vivía mucha gente en el edificio, existía la posibilidad de que pudiese entrar alguien con lo que el tiempo para ocultar aquello que estábamos haciendo era limitado.
Con mis pies hice que separase un poco más las piernas mientras que por detrás los dedos de mi mano derecha se habrían paso entre los labios de su almeja.
-Estás muy mojada, le dije.
Estoy empapada, contestó, como una perra en celo, dijo.
Su coño era estrecho, mientras desde atrás le metía los dedos, se había lubricado tanto que entraban y salían dos de ellos facilmente, cada vez más mojada, chorreante, contra la pared, mi mano izquierda ahora jugaba también con su clítoris y exploraba todos los rincones de su monte de venus, mientras con la derecha exprimía los jugos de su interior.
Tú también estás mojado me dijo mientras seguía jugando su mano con mi polla. Yo también había lubricado.
-¿ah sí? Si antes te sentías puta ahora te vas a sentir más puta todavía, le dije. Cogí su mano y la saque de debajo de mi chandal, le dije: mira tu mano ábrela y no la muevas, ella la miraba de reojo, agarré mi rabo con mi mano izquierda y froté el capullo sobre su mano mientras la apretaba, depositando mis líquidos en ella. Sin soltar su mano izquierda, mientras seguía masturbándola desde atrás por debajo de su abrigo medio alzado con la mano derecha, podía notar como cada vez se mojaba más y más y tenía contracciones a la par que gemidos de placer. A veces sacaba los dedos para acariciar y lubricar su ano con sus fluidos vaginales, le metía un poco el dedo, se estremecía y volvía a su coño.
-Saca la lengua le dije, a lo que hizo caso inmediato, acerqué su mano izquierda impregnada de los aromas y humedades de mi polla a su lengua y sin decirle nada más empezó a lamerla mientras mi mano derecha se aceleraba empezaron a temblarle las piernas, a jadear y me hizo saber que se estaba corriendo, estaba teniendo un orgasmo detrás de otro y estaba tan mojada que parecía que tuviese una fuente entre las piernas.
-Mientras se corría le dije, al oído: ¿Sabes que voy a hacer con tus fluidos?
¿que vas a hacer?, dijo.
-Me voy a agachar, te voy a separar más las piernas, voy a meter la lengua dentro de tu coño y me los voy a beber.
Al decir esto tuvo una fuerte contracción que hizo que casi se cayera de rodillas si no fuera por mi mano en su entrepierna que la sujetaba, la darecha la penetraba con mis dedos y la izquierda le masturbaba el clítoris y tenía cogido todo el monte de venus jugando con su pelo.
Saqué mis dedos de su coño y los metí en su boca, a lo que ella respondió chupándolos profusamente. Cuando saqué los dedos de su boca ella siguió buscándolos con la lengua y llevó la boca a los dedos metiéndoselos otra vez en ella. , ¿te gusta chupar, eh? Le dije, obviamente bajo aquellas circunstancias esa pregunta se había vuelto retórica, sin embargo contestó, pero no con palabras sino con un "mmmmmmm" mientras relamía mis dedos.
A continuación me agaché detrás de ella, levanté la falda de su abrigo y metí debajo mi cabeza, le saparé más aún las piernas, separé sus nalgas con mis manos, observé, inhalé profundamente y sus vahos terminaron de emborracharme por completo, pero no era suficiente, ahora tenía la imperiosa necesidad de beberme sus jugos y lamer sus agujeros. Hasta ahora solo había palpado su coño y su culo, no había visto directamente sus agujeros, y fue mejor de lo que había imaginado, su coño estrecho parecía pintado a lápiz, sus labios simétricos y no muy prominantes y un clítoris regio y duro, su ano bien cuidado, cerradito pero blando, aumentó mi apetito, hasta tal punto que separé sus nalgas más aún y no pude evitar lamerlo de arriba a abajo, a lo que ella respondió con un suspiro hacia adentro tomando aire y soltándolo después en forma de gemido. Tienes un culo impresionante, le dije, ¿te gusta esto?, pregunte.
Nunca nadie me había tocado antes ahí, dijo, hasta ahora sólo he jugado con ese agujero yo sola con los dedos y en mis fantasías, he de reconocerte que no he follado mucho en esta vida en la realidad, sin embargo en mis fantasías soy muy cerda y puta, mi educación no me ha permitido nunca buscarlo ni pedírselo a nadie, esperaba que alguna vez ese día llegase aunque si te soy sincera nunca pensé que se haría realidad más allá de mis deseos intimos. Comentó entre suspiros y gemindos mientras le lamía todo el agujero del culo que quedó reblandecido y totalmente lubricado.
-Me di media vuelta y puse mi boca entre sus piernas a horcajadas, y mientras suavemente le metía un dedo en el culo profanando su ano y los pelos de su pubis se frotaban con mi nariz nutriéndome del aroma de su monte, metía mi lengua dentro de su coño chorreante bebiendo sus jugos y lamiendo sus labios y su clítoris.
Ella se había corrido varias veces, eso es lo que a mí más me gusta, ver como la mujer se estremece de placer una y otra vez y saber que esa obra de tan digno espectáculo me pertenece, ello aumenta el placer que yo siento cada vez que me corro y estaba a punto de explotar, tenía ganas de hacerlo ya por primera vez. Seguía comiéndole el coño y le dije: quiero que seas tú quien me folles la boca y vuelques tus jugos sobre ella para después echarte mi semen sobre tus tetas. Nada más decir aquello cogió mi cabeza con sus manos y empezó a moverse hacia delante y hacia atrás pasando su coño por mi boca con la lengua fuera y hacia arriba y abajo haciendo que los dos dedos que ya habían traspasado su ano entrasen y saliesen al gusto que le pedía su cuerpo. Puso una mano por detrás de mi cabeza y la empujo contra su coño mientras con la otra empezó a masturbarse el clítoris, se estiriró, apretó fuertemente sus piernas aplastando mi cabeza entre ellas y soltó un grito ahogado de placer mientras terminaba de vaciar su flujos en mi boca, con la mano que no tenía cogiendome la cabeza la usó ahora para agarrar la muñeca de mi mano que estaba penetrando con dos dedos su culo y la empujo de forma que los dedos de mi mano derecha entraron hasta el fondo de su culo. En ese momento apretó todo su cuerpo y se puso rígida para soltar un suspiro final y dejarse caer hacia atrás, agachándose quedando en posición de cuclillas frente a mí. Con mi boca llena de sus fluidos relamí sus labios y ambos nos pasamos la lengua por nuestras respectivas bocas. Me levanté, bajé el pantalón del chandal hasta las rodillas, me acerqúe y puse los huevos sobre su boca, a lo que empezó a lamerlos profusamente como si fuera una perra en celo a la vez que decía: oh, sí estaba deseando esto, joder que bueno. Su boca es pequeña y mi miembro es más bien grande, puse mi glande en sus labios y la abrió y la metí con cuidado, no estaba más de la mitas, pero su boca era tan caliente y salivaba tanto que el placer era inmenso, la metía, la sacaba, la relamía de arriba abajo la polla y los huevos y la volvía a meter. Me voy a correr sobre tus tetas, le dije, separé el abrigo abierto por las solapas para deja sus pechos al descubierto por completo, se hechó hacia atrás, se llevó una mano a su coño y la otra a mis huevos, se masturbaba mientras yo hacía lo propio a punto de descargar en sus senos, hasta que no pude más y exploté y ella volvió a explotar de nuevo, su pecho quedó cubierto de mi esperma, ella se lo frotó y extendió por todo su torso y a continuación se lamió la mano, agarró mi polla y la relamió ávidamente dejándola limpia del fruto que había cosechado, devorándolo todo por completo.
Dios mio, dijo, ¡qué locura todo esto!. Me siento sucia, muy sucia, nunca me había sentido así, dijo mientras se ponía de pie y cerraba el abrigo anudando la cinta por la cintura. El tipo de tela del que estaba hecho el abrigo y el color no dejaba traspasar las manchas de sus flujos, nuestra saliva y mi semen de las que se había llenado en su parte interna.
-Pero te gusta, le dije. Yo seré un cochino como tú dices, pero tú eres una guarra que me comió toda la polla y a la que le metí los dedos en el coño y en el culo hasta el fondo.
Nunca había hecho algo así, esto ha sido una locura, no sé que me pasó, dijo. No se lo digas a nadie, por favor, añadió.
-Nunca lo haría, sería muy tonto si lo hiciera.
Te mataría si lo hacieras, contestó. Esto no debe de volver a repetirse.
-No tendrás que matarme, no lo haré, jamás diré nada a nadie, puedes confiar en mí. En mi mente pensaba que aquello sí debería repetirse y no sólo eso sino ir más allá ya que no había penetrado con el miembro y después de aquello no tenía pensado quedarme con las ganas, aquel coño y aquel culo tenían que ser mios, así que le dije: Y eso de que no se repetirá, ya lo veremos, el precio de guardar el secreto es que te follaré cuando, donde y como quiera.
Dio una paso al frente acercándose a mí, metió su mano por debajo de mi chandal, me agarró la polla y comenzó a mover la mano, alzó la cabeza, y merándome, me dijo: Tú estás loco. Eres un hijo de puta.
-Y tú una zorra, dije al instante.
Te repito que nunca me había sucedido algo ni remotamente lejano a lo que me sucedió hoy contigo, me siento muy rara y confusa. No soy una zorra, dijo, mientras con su mano me acariciaba los huevos.
-No, no eres una zorra, le dije, eres una mujer respetable y una dama, pero a partir de ahora vas a ser mi zorra y eso sólo lo sabremos tú y yo, sólo te voy a decir una cosa, a partir de ahora tus más sucias fantasías se irán haciendo realidad, las que has tenido y las no tuviste aún. En realidad, esa era mi fantasía y el fuerte deseo que me acababa de nacer, cumplir las más sucias fantasías prisoneras en la profundidad del cuerpo de una mujer tímida y recatada como ella, que sólo pueden aflorar cuando el escrutinio de la moralidad no observa.
A continuación soltó mi polla, que se había puesto nuevamente dura y que ella seguía acariciando bajo mi chandal, antes de sacar la mano del todo acarició mi glande que se había lubricado y estaba mojado, terminó de sacar la mano y mirándome la acercó extendida hacia su cara, la olió de arriba a abajo, sacó la lengua y la lamió. Seguidamente y sin decir nada más, se agachó, cogió la carta que había bajado a buscar, se puso de pie, se dio media vuelta, avanzó hacia las escaleras y comenzó a subir escuchándose nuevamente como antes al bajar, el pisar de sus tacones, pero esta vez, su fuerza al pisar y la cadencia al hacerlo, sonaba distinto a como habitualmente lo hacía. Algo en ella había cambiado.
Me quedé mirando como subía el primer tramo de escaleras, tramo oculto a los rellanos y a las mirillas de las puertas, en ese momento me di cuenta de que mi zorra, para mí ya no era mi prima, era mi zorrita que me había dejado allí mirando como subía las escaleras pisando firmemente con sus tacones y moviendo las caderas de lado a lado menando sus nalgas hacia los lados. Nunca la había visto caminar de aquella manera, ella era consciente de que yo la estaba mirando desde abajo, a mi mente se vino la imagen de su cuerpo desnudo debajo de aquel abrigo largo. Allí seguí yo, mirando y empalmado. Cuando iba ella por la mitad del tramo un impulso que salió de mi interior hizo que saliera corriendo escaleras arriba hasta llegar a su altura. La cogí desde atrás rodeando con el brazo izquierdo su cintura, con el impulso ella se dejó caer hacia adelante apoyando sus manos en las escaleras superiores quedando inclinada a cuatro patas, momento en el que dijo: ¿qué haces?. Le voy voy a meter la polla a mi zorra y me voy a correr dentro, le dije a la vez que levantaba la parte trasera de su abrigo dejando sus orificios al descubierto, le pasé los dedos por el coño y volvía a estar mojada, saqué la polla y se la entroduje hasta el fondo, apreté con fuerza de forma que ella se inclinó aún más hacia adelante quedando casi acostada boca abajo sobre las escaleras. Puede venir alguien, dijo. Lo sé, le dije, por eso te lo voy a echar ya todo dentro y quiero que tú también te corras conmigo. Ah, si, gimió y comenzé a embestirla mientras le decía: te la voy a hechar toda dentro, está a punto de venir calentita y espesa toda para ti. Yo podía notar lo mojada, caliente y lubricada que estaba ella y a la vez mientras la embestía y le decia aquellas palabras, ella jadeaba y sacaba la lengua, la embestía y la seguía embistiendo hasta que empezé a vaciar el fruto de mis huevos dentro de su vagina estrecha pero elástica, siéntela le dije. Sí, la estoy sintiendo dijo, ah, si joder me estoy corriendo, dios, ah, ah, jadeaba, mientras me corría dentro suya y mi mano izquierda le masturbaba a la vez ahora el clítoris le decía ¿eres mi zorra?. Sí soy tu zorra, ah, si lo soy, soy tu zorra, dios, dios, invocó mientras se corría y la contraciones de su interior le agitaban su cuerpo.
Saque mi miembro y ella se sentó de lado en la escalera, subí un escalón, me puse a su altura, acerqué mi polla goteando a su boca y ella sacó la lengua, momento que aproveché para frotar mi capullo en ella, entonces echó la cabeza hacia adelante con la intencion de meter mi rabo en la boca, en ese momento yo me eché hacia atrás y mirándola alejé mi polla de ella y la metí dentro del pantalón del chandal y comencé a subir las escaleras mirando de reojo y viendo como había dejado a mi perrita jadeando y deseosa de más, sentada en la mitad de las escaleras. A medida que me alejaba de ella, mientras subía, yo mirando hacia atrás y ella mirándome a mí, sin dejar de mirarnos, pude ver como metía su mano derecha entre las aperturas inferiores del abrigo por debajo de la cinta que lo mantenía cerrado, y acariciaba su coño mientras sacaba y movía la lengua como si estuviera lamiendo un miembro imaginario. Yo sabía que aquello debía acabar ahí, dejando cuentas pendientes para otro momento, así que al llegar al primer rellano, antes de mi piso, me detuve y sin dejar de mirarla alcé mi mano con los dos dedos que le había metido abajo donde los buzones, estirados, los acerqué a mi boca y les pasé la lengua, ella hizo a la vez lo mismo que yo con los de la mano con la que se estaba frotando el coño, mirándonos atenta y libidinosamente. En ese momento giré la cabeza, dejé de mirarla, doblé el rellano y apresuré la marcha dejándola allí sentada en medio de las escaleras, cuando estaba a punto de llegar a la puerta de mi casa pude escuchar el ruido de sus tacones con su nueva cadencia de marcha, lo que quería decir que ya se había levantado y estaba subiendo las escaleras. Llegué a la puerta de mi casa, la abrí, entré, la cerré, y acerqué mi ojo derecho a la mirilla, quería verla una vez más. Pasó muy poco tiempo cuando pude empezar a ver por la mirilla como subía los últimos peldaños que llevaban a mi puerta, llegó al rellano y lo atravesó sin mirar atrás y antes de tomar las escaleras que la llevaría a su piso se paró unos instantes, giró la cabeza casi 90 grados y miró hacia la puerta y como si supiera que yo estaba observando por la mirilla, clavó su mirada en ella, volvió a poner aquella media sonrisa pícara que nunca antes le había visto hasta el aquel día, se relamió los labios con la lengua y a continuación giró la cabeza y siguió subiendo las escalera perdiéndola de vista pero sin dejar de oir el ruido de sus pisadas. Aparté el ojo de la mirilla, me eché hacia atrás y resoplé. En ese momento empecé a ser consciente de todo lo que había sucedido. Me había follado e hice que se corriera como una perra en celo a mi prima, con la que había tenido fantasías pero que jamás habría imaginado que aquello pudiera hacerse realidad, y no solo eso, sino que jamás imaginé que ella pudiese alberguar aquella personalidad tan viciosa y sucia, y que posiblemente ella tampoco lo sabía. Seguramente a ella le sucedería lo mismo cuando llegara a su casa. Sólo de pensar aquello se me volvió a poner dura y sentí la necesidad de masturbarme, en ese momento pensé que a ella le sucedería lo mismo y en mi mente se dibijó su imagen entrado en su casa y masturbándose pensando en lo que había sucedido, al igual que yo, eso veía en mi imaginación mientras me pajeaba y al momento de correrme me imaginé, viendo aquella imagen en mi mente, como me corría en su boca abierta, llenándosela de leche mientras sacaba su lengua para no erderse ni una gota y posteriormente se la relamía en la comisura de sus labios. Mi corrí allí en el pasillo al lado de la puerta, en el suelo, corrida que limpié con un clinex de un paquete que tenía en el tocador de la entrada y que posteriormente eché a una papelera que tengo en el salón mientras me dirigía a mi habitación, entré en ella y me tumbé sobre sobre la cama, en aquel momento empecé a experimentar una gran paz y un placer inmenso a la vez que mi deseo por ella comenzaba a crecer de nuevo, imaginando que ella estaría ahora en su casa, sola, en una situación similar a la mía. Me abandoné al placer de lo que había sucedido, por mi cabeza se pasaban mil cosas, todas placenteras, me había corrido tres veces, y tenía a mis disposición una zorrita que nunca me había imaginado pudiera tener y a la que acababa de dejar satisfecha, para goce suyo y mio. Me abandoné a mis pensamientos y al poco tiempo me quedé dormido.
7 days ago