DE CUCKOLD A SISSY I

De cuckold a Sissy I
Entramos, pedimos en la barra dos gin tonics a una de las camareras que había, y nos sentamos en la ultima mesa libre con sofás que quedaba, el uno frente al otro. Desde donde estábamos se divisaba casi todo el bar. Carmen quedaba de frente a la entrada y a la barra, y yo de espaldas a ellas. A la izquierda de mi chica, a unos pocos metros, se encontraba la puerta de los lavabos y, detrás nuestro, había una pequeña zona de baile, donde se divertían varias parejas al son de la música. Había bastante gente, pero el ambiente era tranquilo y agradable, lo que permitía poder hablar más o menos cómodamente; era el local ideal para mis planes.
Ojeé entre la gente: vi que casi todo eran parejas, pero que había también algunos pequeños grupos de tíos solos en la barra, como buscando ligar. Yo estaba deseando poder enviarle ya un mensaje a Ramón , confirmándole que estábamos allí.
—Voy un momento al baño, amor. No te dije nada hasta ahora, pero llevo casi desde que llegamos al pueblo meándome —comenté a Carmen al poco de acomodarnos.
Ella asintió con la cabeza y me levanté en dirección al lavabo. Y desde allí, nada mas entrar, le mandé un whatsapp a Ramón :
—Sí, claro que hemos venido. No te pude enviar mensaje hasta ahora. Estamos en el bar La Loca Noche .Era probable que él estuviese un tanto ansioso a la espera de un mensaje mio, pues casi no me había dado ni tiempo a desabrocharme por completo el pantalón y sacarme la polla para mear, y ya vi cómo me entraba su respuesta...
Mientras orinaba, metí mi mano en el bolsillo y saqué de nuevo mi móvil para leerlo...
—OK, GENIAL... Ya creí que no vendríais... Que te habrías rajado o que ella no habría querido venir. En un momento me paso por ahí... Esperadme.
Me guardé la polla y le puse otro WhatsApp:
—Ya verás qué vestido se ha traído mi chica!! Qué morbo ufff!!!
—Genial.... jejeje... Esto empieza bien —me contestó.
—OK... pero eso sí, como dijimos eh... Discreción total!!!...
—Sí claro... por eso tranquilo. Además, me acompaña una chica... Tu novia no va a sospechar nada.
Antes de salir, decidí mandarle la foto que le acababa de sacar en el puerto a mi chica acompañada de este texto:
—Qué te parece...? No está preciosa hoy?
Ahora tardó un poco más en contestar que a los anteriores mensajes. Seguro estaría mirando detenidamente la foto. Pero, al cabo de un instante, aquella foto tuvo por fin su respuesta:
—Bufff tío!!! Cómo está hoy de jamona!! Voy para allá enseguida...
Me guardé el móvil y me dispuse a salir del baño; mi chica ya tendría que estar preguntándose por qué tardaba tanto en mear; llevaba al menos cinco minutos adentro. Salí del servicio y, desde la puerta, miré hacia donde mi novia estaba sentada; desde allí la veía por un costado. Miraba hacia la barra, con cara nerviosa, aunque en su mirada percibí cierto morbo; con un semblante parecido al que tenía en el restaurante mientras le quitaba el tanga. Permanecí unos segundos quieto, mirando hacia ella; la vi hacer varios movimientos raros con su cuerpo, sentada en el sofá como estaba. No entendí si eran de nerviosismo o de excitación. Sin más dilación, caminé a su encuentro. Ella se giró y, al verme llegar, hizo rápido un gesto, cambiando la postura en la que estaba sentada...
—Hola, amor, ¿qué pasa? —le dije al sentarme a su lado de nuevo.
—Nada, cariño, estaba preocupada... Tardabas mucho en el baño. Creí que quizá te encontrases mal o algo. —Su forma de hablar la noté extraña. Percibí en su expresión, que me estaría mintiendo en algo.
Miré tras de mí y, en la barra, vi a tres chicos de una edad similar a la mía sonriendo y mirando sin parar de reojo hacia nosotros. Creí tal vez descubrir lo que pasaba: seguramente, Carmen no se habría acordado que estaba sin bragas y, en algún cruzado de piernas o cambio de postura, habría dejado al descubierto y al desnudo su coño, totalmente rasurado. Aquellos chicos, se habrían pensado que era una “guarrilla” que buscaba “guerra”,luciendo tetazas con aquel escotazo, y encima sin bragas...
Ella, por momentos, parecía seguir nerviosa. No pregunté más sobre el asunto y decidí cambiar de tema, hablándole sobre lo que haríamos a partir del día siguiente. Charlaba con ella pero, a ratos, no podía olvidarme de Ramón ; seguro no tardaría en aparecer. Con los nervios cada vez aflorando más dentro de mí, fui apurando la copa, intentando que el efecto del alcohol me los fuese mitigando. Aún temía lo qué pudiese suceder al aparecer él.
Llevaríamos ya un rato hablando sobre sus tíos y su prima, cuando noté cómo Carmen cambiaba el semblante de su rostro, mirando hacia la barra, asombrada.
Al instante, me cortó lo que yo estaba diciendo y exclamó:
—Luis... oye... —Estiró su mano hasta tocar mi brazo y avisarme—. ¡Mira quién acaba de entrar y está en la barra!
Me di la vuelta, miré a la barra como me pedía, y vislumbré a Ramón acompañado de una mujer, besándola y acariciándole el trasero, mientras pedían algo de beber. Me hice el tonto y, dándome la vuelta, le contesté a mi chica:
—¿No sé?... ¿quién coño está? ¿Tú conoces a alguien de ahí?
—¡Sí, joder!... ¡mira bien! El tío de la camisa azul celeste; el que está con esa tía morena: ¡es el tipo de antes!... ¡el de la playa! ¿No lo ves?
Continué haciéndome el tonto, e insistí:
—No, tía. ¡Cómo no me digas algo más!... No le recuerdo. ¿Qué tipo?, ¿el del chiringuito? ¿El camarero del chiringuito?... ¿el que te vio el pezón?
—¡No joder!, ¡que pareces tonto!... ¡El del pollón! ¡El de la playa nudista! El que te conté que me había saludado cuando me quedé sola en topless. No te hagas el tonto, que sé que te acuerdas de sobra —replicó ella, sin dejar de mirar a ratos hacia él y su compañera.
—Pues no le reconocía, la verdad. Pero ahora, veo que tú sí que te acuerdas perfectamente de toda su anatomía... o eso parece—añadí soltando una pequeña carcajada pícara.
Ella agachó la mirada dándole un nuevo trago a su copa. Yo lancé mi mirada nuevamente hacia Ramón y él, al divisarnos, se quedó observando hacia nosotros fijamente, como si así pretendiese demostrar que nos conocía y que le apetecía saludarnos.
Entonces, decidí comentarle a Carmen :
—Pues.... parece que él también nos reconoce a nosotros. ¿Qué hacemos?... ¿le saludamos y así le conocemos? Bueno... tú ya le conoces. —Reí.
—¡Qué le voy a conocer, si sólo me preguntó por el tiempo! —respondió ella, aún disimulando, dando pequeños sorbos a su cubata— No sé... no parece mal tipo. Le saludamos y así, si se acerca a conocernos, nos tomamos algo y no estamos solos toda la noche...
Carmen alzó la vista, le miró, y levantando la mano le saludó. Él le devolvió ese saludo con una sonrisa amable y guiñándole un ojo, demostrando reconocerla al momento. Unos instantes más tarde, después de comentarle algo al oído a la mujer que lo acompañaba, se acercaron los dos muy decididos hacia nuestra mesa.
—Hola, Carmen ,saludó Ramón , con gran naturalidad, nada más llegar a nuestro lado—, ¡qué sorpresa que te acuerdes de mí! Antes, en la playa, te saludé sin querer, confundiéndote con otra amiga que hacia tiempo no veía. ¡Sois clavadas! —Miró a su compañera, como buscando su asentimiento.
Yo, mientras Ramón decía esto, le observaba mientras me reía por dentro; la forma tan creíble con la que mentía de forma tan descarada era digna de admirar. ¡Qué temple!
—¿Éste supongo que será tu novio? —continuó preguntándole a mi chica, mientras le daba dos castos besos como saludo—. Encantado... ¡Hola, soy Ramón ! —Ahora hizo el paripé, presentándose a mí, frente Carmen , muy educadamente y dándome la mano.
Casi sin darnos ni cuenta, ya nos había salido ese “encuentro casual” que habíamos “planeado” antes.
—Yo soy Jose...Ella Natalia... —intercedí—. Pero, parece que vosotros ya os conocéis , añadí luego, mirando a aquel tipo a los ojos, con una falsa sonrisa de sorpresa. Fingí así no conocerle de nada más, que de haberle visto de refilón por la playa.
—Bueno, os presento... —prosiguió Ramón ahora—, ella es Sandra... una amiga. —La mujer que lo acompañaba, decididamente, se presentó también dándonos dos besos a cada uno.
Sin pedir permiso, se sentaron en nuestra mesa, comenzando a charlar de forma rápida y muy suelta con nosotros. No paraban de preguntarnos de dónde eramos; qué tal lo estábamos pasando esos días por allí; sobre las playas; sobre los restaurantes de la zona.... La facilidad de conversación que tenían los dos era extraordinaria. En poco más de 15 o 20 minutos charlando, ya parecía que nos conociésemos de antes; lo único que me extrañaba, era que no comentaban nada acerca de su relación: de si eran sólo amigos, pareja o algo más... Parecía como si quisieran evitar ese tema.
—¿Nos tomamos otra copa?, ¿os apetece...? Invito yo —interrumpió Ramón por un instante la fluida conversación, mirándonos sucesivamente a Carmen y a mí.
—Sí... ¿no? —le respondí yo, lanzando una mirada consultiva a mi chica, que me hizo un gesto afirmativo con la cabeza—. Vale... por nosotros perfecto —le confirmé.
Carmen, ahora parecía estar muy a gusto, había cambiado ese gesto nervioso y serio que tenía antes de su llegada allí, por uno mucho más alegre y despreocupado; la noche estaba transcurriendo genial hasta ahora...
—Sandra, por favor... ¿Te importaría ir tú a pedir las copas? —le pidió Ramón a su amiga, mientras se sacaba un billete de su cartera y se lo daba.
Aquella mujer se levantó y, estando ya de pie, le pidió a mi chica con tono amable:
—Carmen, guapa... ¿me acompañarías para ayudarme a traerlas? Yo sola con las cuatro no voy a poder... ¡Soy muy torpe!
Mi novia, sonriente, se levantó con total naturalidad, como si se conociesen de antes, y juntas se dirigieron a la barra. Parecía que habían hecho buenas migas en tan solo esos escasos minutos que pudieron charlar. Sandra era una mujer madura, de una edad similar a la de Víctor o quizás un poco más joven, pero no mucho más; yo le echaría unos 42 o así. Era bastante morena de piel, y un poco más alta y más delgada que mí chica. Llevaba unos vaqueros muy ajustados, de esos tipo desgastados, que le marcaban un pequeño pero redondo y respingón culo, y una blusa de tirantes que casi dejaba transparentar un poco sus pezones; parecía no llevar sujetador debajo. Tenía unas tetas bonitas, pero al lado de las de mi chica, y más con el espectacular escote que lucia aquella noche, parecían más “normales” y algo más pequeñas: de una talla 85o 90,calcularía. Eso sí, lo mejor de ella era sin duda la cara de viciosa que tenía; de esas tías que, al verlas, intuyes que deben follar como unas autenticas “leonas”.
—Bufff, tío... ¡Qué buena está hoy tu chica con ese vestido, amigo! —me sorprendió Ramón con esas palabras, mientras ojeaba yo a su amiga—. ¿Cómo la conseguiste convencer para traerse ese escotazo? ¡Diosss!.... Mira ahí en la barra, a esos tíos a su lado... cómo no le quitan ojo. —De forma descarada y sin cortare ni un pelo, empezó a hablarme sobre Carmen , mirando hacía ella, mientras las dos esperaban que las atendiesen; ahora, había llegado más gente, y la barra estaba mucho más saturada que antes.
—Ya, bueno.... —balbuceé nervioso ante esos comentarios suyos tan directos—. Pues, si te digo la verdad, tampoco la tuve que convencer mucho; fue ella misma la que se lo puso con agrado. Además... hoy se ha arreglado mucho más que de costumbre —le fui diciendo, mirando hacia él. Ramón no le quitaba ojo a Carmen desde allí—. Hoy está con ganas de gustar y se le nota. Esta noche la veo distinta, con más morbo. Serán estas vacaciones y el ambiente de este pueblo, que la está animando a soltarse. Y eso me gusta...
—¡Sí, diosss!.... ¡Qué tetones, tío! —me cortó él de nuevo, sin apartar la vista de mi novia—. Es que no puedo dejar de mirarlas. ¡Son sublimes! Desde que la vi la otra noche en la playa , me pone malo... ¡Qué morbo me da que te guste exhibirla y que no te importe que la miren! A mí, esto de mirar a las mujeres de otros y que me dejen hacerlo, me vuelve loco. Bufffsss... —Aquel cuarentón bufaba del morbo que parecía despertar en él que yo le dejase hablarme así de mi novia. Yo, al instante, intenté rebajar un poco su ímpetu:
—Bueno... pero tampoco te pases mucho, ¡eh!, no se vaya a enterar ella... ¡y la armemos! —No podía dejar que se desmadrara demasiado—. Y bueno... Sandra no está nada mal tampoco, es distinta... más madurita... pero esta cañón también. ¿Qué es tu pareja? —me decidí a preguntarle, aprovechando para hacer lo mismo que él con mi novia: mirar de arriba abajo, con morbo y sin cortarme ni un pelo a su compañera.
Ramón puso una sonrisa pícara, un tanto maléfica, y con un enorme tono de sarcasmo, me contestó:
—NO... NO, no es mi pareja... ¡que va!. A mí me gustan demasiado las mujeres para tener sólo una esposa o novia fija, Sandra es la mujer de un amigo.
Prefiere que salga yo con su chica y se la divierta —dijo con una normalidad pasmosa, persistiendo en su rostro esa sonrisa maléfica.
Yo, al escucharle contarme esto, me quedé un poco extrañado, recordando cómo antes estaban ellos dos juntos, en la barra, comiéndose la boca y él magreándola por completo de arriba abajo. Ramón debió notar mi cara de extrañeza y me dio más detalles de aquello:
—A ver... ¿Cómo te lo explico sin que te asustes demasiado?... Su marido... es... digamos que.... un marido consentidor. —La perplejidad de mi rostro hizo que Ramón concretase más—. Vamos... qué le gusta que yo me la folle y que la haga disfrutar. Lo pasamos muy bien los tres con esto. Tienen una relación muy liberal... ¿Nunca has oído hablar de los parejas swingers? Pues algo así... cuckold.
A mí, con sus palabras, en un segundo, se me puso la piel de gallina... De repente, como en un fugaz y repentino recuerdo, volvió a mi mente la visión de aquella Sofía , la profesora madurita con la que tuve aquel “encontronazo” años atrás. Volví a mirar hacía Sandra y, en ese momento, me recordó en cierto modo a Sofía ; pensé si esta amiga de Ramón y su marido serían una pareja como aquel otro matrimonio que “conocí” años atrás. Entonces, al escuchar esa confesión de la boca de Ramón , pude descubrir, que parecía ser verdad aquello de que existían realmente ese tipo de parejas, como me había dicho mi amigo Alex; no era sólo una fantasía de “tipos raros”, como yo me pensaba hasta ahora.
Una enorme sensación de excitación y miedo recorrieron todo mi cuerpo en ese instante. ¿A ver si al final me estaba yo convirtiendo también en uno de ellos? Hasta ahora, yo pensaba que lo que sentía era sólo el morbo por ver de forma inocente cómo otros miraban a mi novia, pero... ¿quién sabe?
Retorné la mirada hacia Carmen y la vi allí, junto a Sandra, en la barra, rodeada de tíos que no perdían ojo de su escotazo, sonriendo tan alegremente mientras charlaban las dos. Al instante, agarré lo poco que me quedaba del gin tonic y me lo bebí todo de un trago. Sin nada ya en la copa, miré de nuevo hacia Ramón para preguntarle:
—Pero... a ver... no puedo llegar a entender bien lo que me dices, cuéntame más... ¿Cómo es eso?
Ramón , por la forma en que comenzó a explicarme, parecía estar loco por contarme más detalles:
—Bueno, pues... que, como hoy, yo salgo con su mujer y nos divertimos mientras él nos espera en la habitación del hotel. A veces, me la follo a solas y luego ella le cuenta todo al volver; otras veces regresamos y la follo delante de él... En algunas de esas veces participa, otras sólo mira... depende del día; de vez en cuando hacemos también tríos con otros hombres... Bueno, de todo —me iba contando Ramón , con tono tranquilo, mientras apuraba su copa, como si para él fuese algo totalmente normal y rutinario.
—Y todo esto.... ¿lo hacéis desde hace mucho? —le volví a preguntar, todavía un poco asombrado por lo que me contaba este “amiguete vacacional”que me había echado.
—Más o menos, a Sandra y a su marido los conoceré desde hace tres, cuatro años o así... Los conocí un poco como a vosotros: un verano aquí mientras paseaban por la playa. Ella, ahí donde la ves ahora, con esa pinta de loba que tiene —rió con malicia—, antes no se atrevía ni a quitarse el bikini en la playa. Ahora, ¡no veas la de guarradas que hace! Ayer, hasta hicimos un trío...
Al segundo, los dos giramos a la vez la mirada hacia ellas, y descubrimos juntos cómo se dirigían de vuelta hacia nosotros, ya con las copas. Llegaron a la mesa y, sorprendentemente, Sandra se situó a mi lado, obligando así a que mi novia se tuviese que sentar junto a Ramón . Carmen, mirándome antes, como comprobando si eso me podía parecer mal o no, se colocó al momento tranquilamente y como si nada a su lado. A mi izquierda, Sandra se había sentado pegada a mí, rozando sus muslos contra los míos.
—¿No os importa que hayamos cambiado las posiciones, no? Lo he hecho instintivamente... Nosotros solemos hacerlo mucho cuando conocemos a parejas nuevas. Es para ir así entablando amistad más fácilmente —comentó Sandra, como queriendo explicarse y darle normalidad a aquel repentino cambio de asientos.
—No... no pasa nada —la excusó mi chica, aunque de forma muy tímida.
Carmen se había colocado al lado de Ramón , no de forma tan pegada a él como Sandra a mí, ella se sentó dos palmos alejada de él, recostada en el sofá. Así, desde esa posición, ya sentada sonriente y tranquila, miró hacia Ramón , después a Sandra y luego hacía mí, de una forma, como creyendo que Sandra podría estar interesada en ligar conmigo o algo.
Carmen siempre había sido bastante celosa y desconfiada cuando otras chicas me hacían gracietas o me saludaban muy efusivamente. Pero hoy no, hoy estaba muy distinta. Me daba a entender que esta noche aquello no parecía importarle. No parecía para nada preocupada y estaba siguiendo la situación como algo muy natural. Además, incluso parecía que fuese algo que estuviese deseando: tener gente desconocida con quien divertimos y charlar, para no estar solos como estuvimos durante toda aquella semana de vacaciones.
Sandra no paraba de hablar; las palabras le salían por los codos, sobre todo, conmigo; relatándome sobre lo genial que era esta zona para veranear, y qué, ella, desde la primera vez que vino, ya no quería ir a otro sitio que no fuese a éste y tal... Nos recomendaba hacer lo mismo a nosotros.
Carmen , mientras todo esto, casi no hablaba, sólo asentía con la cabeza muy atenta a las conversaciones, pero sin comentar casi nada. Ramón , mientras tanto, disimulando y camuflado en la conversión de su amiga, descubrí cómo se había acercado mucho más a mi chica, y estaba ya casi tan pegado a ella como Sandra a mí. Pude ir comprobando cómo se ponía las botas mirando el escote de mi novia. Primero, comenzó de reojo, de forma discreta, pero luego, a medida que notaba que Carmen no se daba cuenta, que no decía nada o que no parecía m*****arle, fue observándolo con más descaro.
Entonces,Carmen , de repente, en medio de una conversación de Ramón con su amiga, en la que ésta le contaba una anécdota tonta que le había ocurrido esa misma tarde en la playa, la interrumpió llevando la mirada hacia Ramón :
—Yo, bueno... nosotros —precisó Carmen mirando hacia mí—, también, como anécdota, podríamos contar cómo nos encontramos sin saberlo con una playa nudista. Ramón allí... parecía muy tranquilo paseándose desnudo... Yo no creo que fuese capaz de desnudarme totalmente y estar tan tranquilamente así, a la vista de cualquiera...
—Ja, ja, ja... Ya tía... —la cortó Sandra con una carcajada—, pero Ramón tiene mucha experiencia en eso —le guiñó un ojo a Ramón de forma cómplice—. Yo tampoco al principio me atrevía. Pero ahora, me encantan un montón las playas nudistas. Ademas, bueno... tú habrás podido descubrir, que con eso que tiene, ¡como para no enseñarlo! —contó ella, sin reparo alguno, mirando a Carmen con otro guiño cómplice y luego pasándome a mí la mano por el antebrazo, como pidiéndome permiso para hablarle a mi chica sobre la polla de Ramón .
—Sí... la verdad... que sí —asintió Carmen , de forma un tanto avergonzada, al haber comentado abiertamente el nudismo de Ramón . Luego, me miró a mí, tal vez esperando que no me enfadase por ello. Yo sonreí, dejando claramente a entender que en absoluto me habían m*****ado esos comentarios sobre los atributos de Ramón . Es más, quise echar un poco mas leña al fuego, y exclamé dirigiéndome a mi chica:
—Si yo tuviese una polla como la de él, también me gustaría lucirla a todas horas. —Solté un risa un tanto avergonzada—. Además, Carmen, ahora no te avergüences, que no pasa nada. ¡Bien que estuviste fijándote en ella cuando cruzamos esa playa nudista! Me di cuenta y lo hablamos... Y lo veo normal. Llama mucho la atención.
Carmen , un poco sonrojada, miró hacia abajo mientras intentaba disimular su vergüenza dando otro trago a su copa. Entonces yo, de reojo, vi como mi chica no pudo evitar llevar su mirada hacia la entrepierna de Ramón que, allí sentado, con los ajustados pantalones blancos que llevaba, marcaba un buen “paquete”. Yo intuí, que incluso podría habérsele puesto ya algo morcillona; seguro provocado por la visión tan cercana de las tetazas de mi novia.
—Bueno, Jose... y ya que estamos... siendo yo también sincero, he de confesarte, que en la playa también me he fijado en las tetas de tu chica. Allí, en topless, en esa playa, lucían genial —prosiguió Ramón la conversación, mirándome primero a mí, pero luego dirigiendo su mirada de retorno hacia mi novia—. Y bueno... tú, Carmen , si me lo permites y me disculpa también tu novio, he de decirte, ¡qué tienes unos pechos preciosos! —Sus ojos, ahora, se clavaron directos en sus tetas—. Es una delicia que te guste lucirlos en la playa. ¡A ver si un día os animáis los dos a hacer nudismo! Ya veréis cómo os gusta... Al principio, a casi todo el mundo le da corte, vergüenza o lo ve como algo extraño y raro, pero es genial. Si lo probáis, os digo que repetís seguro —volvió a comentar, dirigiéndose en exclusiva a Carmen.
Ramón tenía un encanto especial; aunque casi no le conocieses de nada, tenía una forma de ser que te hacía sentirte cómodo y tranquilo con él casi al instante. Se le notaba un tipo muy abierto y amigable.
Carmen , sintiendo claramente los ojos de Ramón sobre su escote, parecía sumida en una mezcla de nervios y excitación. Pero se percibía que estaba a gusto allí, piropeada por aquel hombre, sintiéndose deseada y con ganas de fiesta. Ya casi se había terminado su copa; ella era la que más vacía la tenía de los cuatro. La verdad, que a mí me empezaba a preocupar un poco que pudiese pasarse con la bebida; no estaba acostumbrada a beber tanto, y ya iba algo “contentilla”; se lo podía notar por esa manera de comportarse de forma un tanto desinhibida. Y eso, en ella, sólo era algo normal cuando bebía...
Al momento, Ramón echó la mano a su bolsillo, parecía sonarle el móvil...
—¡Creo que me llaman! —exclamó—. Voy a salir fuera un momento a hablar. ¡Vengo ahora! ¡Perdonadme! —nos dijo, mientras se levantaba con su móvil sonando en la mano.
Mientras pasaba por delante de mi chica para salir, noté cómo acercaba su entrepierna con disimulo al rostro de Carmen. Vi que ella no lo esquivó demasiado, sino que aprovechó ese pequeño instante para ojeársela sin ningún tipo de reparo y a lo descarado.
Al “pasarle” el paquete frente a la cara, casi rozándola, vi claramente a Carmen fijarse en el enorme bulto; el tío iba medio empalmado y no le importaba que se le notase.
Nada más Ramón ir acercándose a la puerta de salida del local, Sandra nos comentó:
—Le habrá llamado algún amigo... Creo que antes me comentó que había quedado con uno.
Carmen y yo nos miramos, y ella, en ese instante, aprovechó para hacerme un gesto, insinuándome si yo preferiría mejor que se volviese a sentar a mi lado. Pero yo le devolví el gesto, indicándole con señas que eso no era posible, a no ser que Sandra se levantase.
Aquella mujer siguió charlando con nosotros como si nada, mientras Ramón seguía fuera. Hasta que, unos diez minutos después, Ramón regresó de su charla y se sentó de nuevo al lado de mi chica.
—¡Ya estoy aquí! He salido a hablar un segundo con un amigo —Hizo un gesto cómplice, sonriendo de forma pícara a Sandra, como si los dos supiesen de qué amigo se trataba.
Carmen, en ese instante, después de mirarme a mí, nos comentó a los cuatro:
—Disculparme a mí ahora un segundo... pero tengo que ir al baño, ¡que me meo!
—Yo voy contigo, guapa... ¡Qué estoy igual! ─replicó Sandra rápido, al oírla, levantándose casi a la vez que mi chica.
Se dirigieron juntas al baño, y en la mesa nos quedamos de nuevo solos Ramón y yo, mirándolas como bobos mientras caminaban en dirección el servicio. Nada más entrar las dos dentro, él me preguntó con tono intrigado:
—¿Qué era eso tan morboso que me decías que habíais hecho viniendo? ¡Vamos, cuenta!
Volví a mirar hacia la puerta del servicio, cerciorarme que Natalia había entrado ya dentro, y le respondí:
—¡Bufff! Fue en el restaurante... ¡qué gozada!
—Pero... a ver, ¿qué pasó en el restaurante? Dime... —me insistió.
—Pufff... ¡fue un pasote el morbo! Nunca me había dejado hacerle algo así. Se dejó que le quitase el tanga... allí sentada en la mesa. ¡Yo creo que se enteró el camarero y todo!
Nada más comentarle esto, me metí la mano en el bolsillo y, mirando de nuevo alrededor, no fuesen a volver las chicas, saqué el tanga que antes le había quitado a Natalia y se lo enseñé, posándolo encima de la mesa, al lado de su copa...
—¡¡Joder, tío!! ¿No me jodas... qué encima ahora anda la muy guarra por aquí sin bragas? —exclamó Ramón , mientras cogía ese tanga y se lo acercaba a su nariz para olerlo—. ¡¡Dios, qué morbazo!!
Después de olfatearlo unos segundos, hizo un movimiento con una de sus manos colocándose la entrepierna; seguro se habría empalmado al visionar a mi chica en su cabeza, con ese escote y ese vestido que llevaba... y ahora encima sin bragas.
—¡Guárdala!... ¡te la regalo! Además, ella en estos momentos se cree que se la dí al camarero del restaurante. No sabe que aun la tengo —le conté, mientras podía observarle la enorme cara de lujuria que se le había quedado, como si estuviese de nuevo visionando en su mente una imagen de mi chica desnuda...
Sin dudarlo se guardó aquel tanga en el bolsillo.
Al instante, mirándome a los ojos y con tono serio, me preguntó:
—Oye... a ver, una pregunta: ¿qué te comentó tu chica cuando le sugeriste lo de venir hasta la fiesta? ¿Cómo se lo tomó?, ¿te costó convencerla?... ¿o aceptó rápido?
—No, bueno... si te digo la verdad, aceptó a la primera. Y eso me sorprendió un poco.... Fue algo así como si ya estuviese deseando venir. No sé... ¿por qué lo preguntas? —le dije. No sabía por dónde iba.
—A ver... Yo creo, que ella ya sabía de antemano que hoy había aquí una fiesta. Incluso, casi te diría, que quedó con alguien para verse. ¿Tú no sabías nada?
Yo me quedé un poco sorprendido por sus palabras, y le respondí extrañado:
—No... ¡para nada! No sé por donde vas... ¿Con quién coño iba a quedar? Cómo no fuese contigo...
—Bueno, no te iba a comentar nada, pues no sabía si sería del todo cierto... Pero viendo ahora lo morboso que estás y todo lo que estas compartiendo conmigo y, cómo veo que no te vas a mosquear, te lo contaré... —Fue diciéndome mientras bebía de su copa.
—Dime... a ver sí, ¡cuéntame! ¿Pero qué pasa? —Empezaba a estar cada vez más intrigado y nervioso.
—A ver cómo te lo cuento para que no te asustes demasiado; creo que, tu chica y Riqui, puede que hayan medio quedado ya esta noche para encontrarse por aquí... por esta fiesta. —Ramón me miraba a los ojos mientras me lo contaba—. Por eso quizá tu chica aceptó encantada y sin preguntarte nada lo de venir aquí. ¡Se lo pusiste en bandeja!, no tuvo ni que proponértelo ella y que tú sospechases algo.
Yo estaba muy sorprendido; jamás habría pensado algo así de Carmen . Sinceramente, aquello me parecía sólo una fanfarronada por su parte... No le creía.
—¿Y tú, si ya sabías todo esto?, ¿cómo no me dijiste nada? ¿Qué eres cómplice de ese tal Riqui? No me está gustando ésto... ¡Me dijiste que se podía confiar en ti! —le interrogué, con un tono de voz un tanto nervioso, y con el semblante de mi rostro serio, demostrando algo de enfadado.
—Bueno... yo no te engañé para nada. Sí sabía que Riqui estaba desando follarse a tu chica, me lo dijo la misma noche que os vimos en su pub... —me iba diciendo Ramón . Parecía sincero—. Pero bueno, eso, ¡que tío no lo desea!, con esos melones y lo jamona que está. Pero, lo de que había quedado con ella, eso, te juro que no lo sabía hasta hace un instante. Me acabo de enterar ahora mismo; me lo comentó hace un momentito que me acaba de llamar y yo le conté que estabais aquí los dos conmigo. Acaba de terminar su turno en el pub y se viene para acá.
—Joder tío... La verdad, que todo esto no me lo puedo ni creer. Aunque, bueno, quizá por eso se puso sin rechistar este vestido, y se arregló tanto y se maquilló tan estupendamente —le comenté yo, terminando mi copa ya mediada—. Pero aun así... no sé si me hace mucha gracia todo ésto. Estoy a gusto contigo, sí, y me da mucho morbo que me hables de ella y que la mires... Pero no sé, seguir adelante me parece peligroso. ¡A ver si me voy arrepentir luego de todo esto! —añadí.
—¡Tu verás, Jose !, es tu decisión. Pero a ver, voy a hacerte una pregunta muy clara: ¿a ti te podría dar morbo que se follasen a tu chica? ¿Sí o No?... —Se me quedó mirando con rostro serio y morboso—. Que te gusta que la miren y que te digan cosas sobre ella, eso ya lo veo, ya se que sí. Pero... ¿te daría morbo algo más? —preguntó de nuevo.
Yo, pensativo y nervioso, pero a la vez enormemente excitado y curioso, pensé durante unos segundos qué contestarle. Una parte de mí tenía una curiosidad enorme por ver hasta dónde sería capaz de llegar mi chica, y si era verdad todo aquello que me contaba ahora Ramón :
—Bueno, tío... Eso no lo sé. Es muy fuerte lo que me propones —iba respondiéndole, a trompicones, midiendo bien cada palabra que decía—. No te voy a negar, que alguna vez sí que me he pajeado y fantaseado con esa idea, pero... de ahí a dar el paso. No sé... —Dudaba—. Bufff, por un lado... ¡joder qué morbo! Pero no sé... estoy en dudas. Además, no creo que ella quisiera llegar nunca a tanto; es muy tímida y recatada, aunque hoy la veas así vestida y algo lanzada. ¡No la conoces bien! Carmen no es así, no es como Sandra —le fui diciendo esto, en cierto modo, queriendo auto convencerme a mi mismo de que seguir adelante con aquello no era arriesgado. Una parte de mí lo deseaba, pero a la otra, la más racional, le daba mucho miedo...
—Bueno... tienes razón, no la conozco aún casi nada. Pero, esta noche ella se ha preparado a conciencia para salir, ¿no?, y te ha ocultado que medio quedó con este chico, Riqui, ¿no? Pues yo veo bastante claro que algo tiene en mente; no sé si será sólo tontear o llegar a follar con él, no me atrevo a afirmar tanto, pero seguro que algo... algo sí que planea. Si no, ¡no te habría ocultado que habló y medio quedó con él!, ¿no te parece? ¿Te lo habría contado, no? —comentó Ramón , también acabando ya su copa.
—No sé... Bufff... igual tienes algo de razón. Pero no sé, quizá sea por eso que dices: sólo por tontear un poco y sentirse guapa y deseada por otro que no sea su novio. A mí me quiere mucho y yo a ella. No concibo que le apetezca follarse ni ligarse a nadie que no sea yo —le volví a decir, cada vez con mayor morbo por comprobar si ella había quedado en verdad con aquel chico, ese tal Riqui, y hasta dónde pudiese tener en mente llegar. Estaba seguro, qué mi Carmen no iba hacer nada con nadie que no fuese yo; como mucho, tontear un poquito. Quizás, ni eso.
—Mira, te propongo un trato... —insistió Ramón unos segundos después, viendo que me había quedado en silencio y muy pensativo—. Si no quieres que Riqui haga nada con tu chica, yo le digo que se olvide de ella y no intente nada. Pero, si te da morbo ver hasta dónde puede llegar ella con todo esto... yo te ayudo a planear algo morboso con Riqui, para que disfrutes viendo hasta dónde es capaz tu chica de llegar con él. ¿Qué te parece?... ¿Aceptas? Será morboso. ¿Y qué tienes tú que perder? Mañana ya os vais, ¿no?
Yo me quedé otro segundo pensativo, la idea era ciertamente morbosa y, la verdad, era algo que llevaba fantaseado tiempo. Estábamos en un pueblo, donde nadie nos conocía y a donde quizá no volviésemos jamás... Quizás nunca más se me presentase otra ocasión tan propicia para morbosear de ese modo y con esta idea. Así qué, decidí aceptar. Pero con una pequeña gran condición:
—Vale, acepto, pero... eso sí, sin forzar para nada la situación. Si mi novia no quiere o se siente incomoda, detenemos todo y nos vamos. Y además, yo tengo que enterarme de todo. No vale que Riqui se la lleve al baño e intente meterle mano sin yo enterarme. ¿Entendido?
—Sí... claro, por supuesto... Se me está ocurriendo algo para hacer ésto mucho más morboso y excitante, y que tú puedas vivirlo, enterándote de todo. ¡Tú confía en mí! —Ramón mostraba una cara de vicio enorme, que hacía que me intrigase qué pensamientos estarían rondando su cabeza.
En esto, de repente, vimos salir ya a las dos chicas de vuelta del baño. Venían ambas muy sonrientes y haciéndose bromas la una a la otra. Esta vez, Carmen sí que se sentó a mi lado, y Sandra, antes de sentarse, comentó algo en alto mirándonos a mí y a Ramón :
—¡Joder con la tía! ¡Tiene a los tíos locos con ese escote que lleva! Mientras hacíamos cola en el baño, por lo menos tres intentaron ligar con ella. ¡Vigílala Jose , que hoy te la levantan! —Se dirigía a mí, con tono de broma, mientras se iba acercando a Ramón para susurrarle al oído algo en bajito. Éste, le contestó con una sonrisa cómplice, como si ya supiese lo que le estaba contando.
—Bueno, ahora me toca a mí pagar las copas. ¿Os apetece otra, no? —les propuse a Ramón y Sandra.
—Sí, venga, Jose ¡dame dinero!, que vamos Sandra y yo a por otras cuatro —me apuró Carmen , muy decidida, y haciéndome un gesto con la mano para que sacase pasta rápido...
—Vale, amor... ¡pero tranquila!, ¡qué te voy notando ya muy lanzada! —le repliqué, mientras le daba un billete de 50 euros para que pagase las copas.
—Tranquilo, cariño, no pasa nada... ¡estoy genial! ¡Vamos, Sandra!! —Con una mano, ayudaba a su nueva amiga madurita a levantarse del asiento.
Así pues, nos quedamos nuevamente solos Ramón y yo...
—Oye... ¡cómo está hoy de lanzada tu chica, eh! ¿La has visto? Me parece que aquí hay algo... Je, je, je...—intentaba él provocarme de nuevo, con voz y risas pícaras.
—Ufff... no sé... ya veremos —respondí, mirando hacia ellas, que habían llegado ya a la barra y esperaban alegremente por las copas de espaldas a nosotros...
Al momento, Ramón giró su cabeza hacia la puerta y, al unísono, vimos entrar a dos chicos, los dos de sobre mi edad, de unos 29 o 30 años.

—Mira, ahí llegan ya Riqui y su amigo Andrés... —me comentó Ramón , guiñándome un ojo.
Hoy pude fijarme bien en él: Riqui era un chico de pelo negro, muy corto; un poco más alto que yo, aunque no mucho. Pero eso sí, con mucho mejor cuerpo; fuerte, musculado, con un bronceado de muchos días de playa y curtido en deporte. No lo calificaría como más guapo que yo de cara, pero sí que era bien parecido y vestía elegantemente con una camiseta de marca y unos pantalones cortos por las rodillas. Su amigo era rubio, más delgado que él y con aspecto así tipo “surferillo”. A mí, al verlos, el pulso se me aceleró a mil. Miré hacia Carmen , y vi que aún no les había visto entrar, al estar despistada pidiendo las copas con Sandra.
Ramón les hizo un gesto a los dos para que le viesen, y ambos se acercaron rápido a nuestro lado.
—¡Hombre, Ramón , tío, estas en todas, eh! ¡No te pierdes una fiesta! ¡Qué cabrón! —comentó Riqui, chocándole fuerte la mano, como si fuesen colegas íntimos. Se quedaron de pie, justo al lado de nuestra mesa.
—Sí, tío, ya ves... He salido otra vez a divertir a Sandra. Je je je...—les contestó Ramón riendo y mirando hacia ellas.
—Joder... ¿está Sandra contigo hoy?... ¿otra vez? —Riqui se giró y la vio allí en la barra, junto a mi chica—. Yo, después de lo de ayer, creí que no tendría ganas. ¡Pero qué marcha que tiene la cabrona! —le dijo a Ramón , sonriéndole maléficamente. Por el cambio en el semblante de su cara, noté cómo se había percatado de la presencia de Carmen al lado de Sandra.
Yo, durante todo esto, me quedé callado y observando bien a Riqui y a su amigo, los cuales parecían no enterarse de mi presencia o no querer mirar aún hacia mí.
—Mira, Riqui, éste es Jose—intervino Ramón —, estuvo el otro día con su chica en el pub donde trabajas. ¿Te acuerdas de él? —le preguntó, como presentándome.
—Sí, claro... Encantado —Riqui me saludó ofreciéndome su mano—. Éste es Andrés, un colega mio... —Ahora fui yo el que miré hacia su amigo y le ofrecí también mi mano.
En esto, las chicas aparecieron ya en la mesa con las copas. Al descubrir Sandra que aquellos dos chicos estaban allí, exclamó efusivamente mientras se abalanzaba sobre Riqui para darle dos fuertes besos en la mejillas:
—¡Hombre, Riqui! ¿Qué tal? ¡Has venido!... ¡Y hola Andrés, guapo! ¡Te ha liado hoy éste para salir con él!, ¿eh? —le preguntaba también a su amigo, al que correspondió con otros dos besos iguales.
Carmen , ante todo ésto, se quedó quieta, asombrada, vergonzosa, de pie y mirando con timidez a Riqui. Estuvo un par de segundos así, hasta que decidió posar sobre la mesa las dos copas que ella traía en su mano: una para mí y la otra para ella.
—Hola, Carmen ... ¿qué tal estas? —le preguntó Riqui, educadamente, aunque observándola con disimulo de arriba abajo, sin cortarse ni un pelo en llamarla por su nombre en mi presencia, dejando así claro que no se le había olvidado.
—Bien... aquí... con mi novio. Nos enteramos casualmente de la fiesta y aquí estamos... —le respondió ella, un tanto nerviosa y mirando de reojo hacia mí.
—Andrés... ¡vamos a buscar unas copas para tomárnoslas aquí, acompañándoles! —le propuso Riqui a su amigo, y los dos se dirigieron juntos hacia la barra.
Carmen , que les seguía con la mirada, volteó su cabeza hacia mí, con el resto del dinero que le había sobrado de pagar las copas en la mano y, aún un poco tímida pero de forma decidida, me preguntó:
—Jose ... ¿les pago a ellos también las copas? ¡Como estabas invitando tú!
—Sí, Carmen ... ve y págaselas —le indiqué.
Mi chica, rápido y de forma alegre, se fue hacia ellos, colocándose en la barra en medio de los dos para invitarles a sus copas.
Yo, sentado desde el sofá en el que estaba, divisaba la escena con inquietud y morbo a partes iguales. Mi chica se situó en la barra, casi rozándose con Riqui y charlando muy amistosa con él mientras esperaban por las copas.
Sonreían los tres abiertamente cuando, de repente, Riqui, en un gesto rápido y disimulado, le colocó a mi novia un brazo sobre sus hombros, medio abrazándola, para continuar hablándole. Pero ahora, apoyándose un poco sobre ella, seguro queriendo observarle el escote desde lo más cerca posible. Carmen , ya totalmente desvergonzada, y como sin importarle que yo estuviese presente en el bar viéndoles, se agachó ligeramente sobre la barra, ofreciendo así a Riqui una mejor visión de su canalillo. Yo no entendía si eso lo hacía apropósito, o sin darse cuenta, pero continuó la conversación así apoyada...
Andres, el amigo de Riqui, observaba junto a ellos la escena, esbozando una sonrisa y pegando también sucesivas miradas con descaro a los pechos de mi novia, pero no entrando en la conversación con ellos, como dejando a Riqui charlar a solas con ella. La escena era realmente morbosa para mí, pero aun así, estaba realmente nervioso. Mi novia iba a invitar a una copa, con mi dinero, a un tío que se la quería follar y, encima, éste empezaba ya a tirarle los tejos con descaro. Me excitaba ver cómo aquellos dos tíos le miraban el escote, pero me asustaba qué más pudiese pasar luego.
Aunque, si lo pensaba bien, estaba muy seguro de que Carmen no haría nada más allá de eso: de sentirse observada y deseada. En aquel instante, siendo sincero, para mí ya era un logro verla exhibirse de ese modo tan claro. Siempre la había tenido por una chica en extremo recatada, y aquello le podría venir bien para ir cambiando de forma de ser, pues, ciertamente, era lo que yo deseaba: que comenzase a lanzarse más y a exhibir sin pudor su precioso y voluptuoso cuerpo.
Andrés pidió dos cubatas a una de las camareras y, Carmen , muy sonriente y decidida, insistía en pagarles las copas ante la negativa al principio de los dos chicos, seguro queriendo quedar caballerosos, no dejándole pagar a ella. Al final, aceptaron, y Carmen las pagó con parte del dinero que aún llevaba en la mano, antes de volver hacia la mesa.
En el regreso, mi novia venía caminando delante y, ellos, disimuladamente, se fueron quedando dos pasos por detrás, con sus copas en la mano y observando el movimiento que hacía su culo al caminar con ese vestido.
—Toma, Jose ... el dinero que me sobró —me dijo Carmen , nada más volver y sentarse de nuevo a mi lado.
Guardé el dinero en la cartera, mientras veía la risa maléfica que me ponía Ramón . De repente, sentí a mi chica darme un fuerte empujón con su cadera, y decirme algo en alto:
—¡Jose, muévete un poco más a la derecha! Deja sitio para que se puedan sentar Riqui y Andrés.
Casi a la vez que ella, Sandra hizo lo mismo con Ramón , dejando hueco para que se sentase Andrés a su lado. Riqui, disimuladamente pero decidido, se sentó al lado de mi chica, casi pegado a ella, aprovechando el poco espacio libre de sofá que le permitía hacerlo.
Carmen , con Riqui allí sentado junto a ella, cruzó sus piernas dejando gran parte de sus muslos a la vista de él. Yo comencé a deleitarme un poco con la situación; los ojos de ese tío, parecían querer expresar todo lo que deseaba acariciar y frotar aquellos dos muslos. Yo, para mis adentros, imaginaba qué podría sentir si supiese que en realidad ella estaba allí sin bragas ni nada.
En esto, Sandra, comenzó a charlar con Andrés, de un modo parecido al que tuvo antes conmigo, pero esta vez sí que sí, y de todas todas, intentando descaradamente ligar con él.
Al cabo de un rato, mientras ellos dos copaban toda la atención de la mesa, con una conversación que tenían sobre una supuesta ex pareja de Andrés, vi cómo Sandra ya le estaba pasando la mano por su pecho, acariciando su fibrado torso por encima de la camiseta sin mangas que llevaba...
—Ya te dije yo, que esa chica tan pija no te convenía, Andrés... Nunca me gustó para ti. Sabes bien que te lo dije ya el verano pasado que os conocí —le comentaba Sandra, mirándole de una forma lasciva, como queriendo demostrarle que hoy no se iba a volver a casa sin follar con ella.
Riqui, se mantenía callado y miraba a Andrés con una sonrisa pícara, como cómplice con él; parecían demostrar con aquello, que habían venido allí precisamente a eso: a qué ese tal Andrés se tirarse a la “madurita cachonda” ésta. Tenía pinta de tener fama de tía “fácil” y liberal, y tampoco es que pareciese importarle en exceso demostrarlo.
En esto, Ramón miró a Andrés y le sugirió:
—¡Venga, tío.... saca a Sandra a bailar, anda! A mí hoy no me apetece. ¡Qué lo está deseando y no sabe cómo pedírtelo!
Después, Ramón rodeó con su brazo derecho los hombros de su amiga, y le dijo:
—¿A que sí, Sandrita?, ¿a que estas deseando mover un poco el cuerpo? Te veo mirando hacia la zona de baile desde ya hace un buen rato. —Ramón parecía muy interesado en que su amiga y Andrés se fuesen juntos a bailar.
—¡Sí, eso! Tiene razón, Ramón—exclamó ella—. ¡Vamos, Andrés! —insistió, toda lanzada, mientras intentaba levantar a Andrés tirando de él con una mano, muy marchosa, y haciendo gestos con los brazos al son de la música.
—¡Venga, tío, coño! ¡Sácala a bailar! No ves que lo está deseando —le animó también Riqui, guiñándole un ojo.
Andrés, sonriendo y agarrando a Sandra de la cintura, se dirigió con ella hacia la mini pista de baile, donde ya había cada vez más gente bailando o tomándose allí las copas. Al verles llegar a la pista, Ramón y Riqui intercambiaron una mirada y sonrisa cómplice, mientras yo observé de nuevo a Carmen , que llevaba unos instantes en silencio; parecía divisar la escena entre Sandra y Andrés tranquila, pero cómo con algo de incredulidad y asombro; como si no entendiese nada de nada de lo que pasaba. No debía comprender, si es que aquella mujer estaba con Ramón , como parecía en un primer momento, o si por el contrario era una cachonda que se liaba con todos. En otra momento, sentiría que esa incertidumbre no le gustaría nada, se encontraría incomoda y querría marcharse. Pero aquella noche era distinto. Por alguna razón, más que causarle incomodidad, le causaba curiosidad... o ese era mi modo de ver las cosas en ese instante.
Entonces, Carmen se giró por completo en el asiento para mirar hacia la zona de baile, y contemplar fijamente cómo bailaban Sandra y Andrés...
A mi chica, siempre le había gustado el baile, pero yo, la verdad, es que lo odiaba a muerte. Esa sería posiblemente una de las pocas cosas que no tendríamos en común. Más de una vez me había dicho que por qué no me gustaba bailar, que a ella le encantaba... Pero yo siempre le contestaba lo mismo: que me podía pedir cualquier cosa, menos eso... Para lo del baile era un negado.
Yo, al verla observarles con fijación y una leve sonrisa en su rosto, por la cara que estaba poniendo, tenía la certeza, que verles bailar le estaba dando mucha envidia. Así qué, ni corto ni perezoso, le pregunté sin dudarlo:
—¿Te apetece bailar? —Ella giró su cabeza hacía mí, nada más notar mi mano acariciarle el pelo.
—Bueno... sí... un poco —me contestó, con mirada tímida, sabiendo que yo no querría bailar con ella... Nunca quería.
Miré hacía Ramón , que rápido intervino comentando:
—Pues Riqui lo hace genial. Está muy entrenado de bailar con las chicas en el pub donde trabaja. Se le da muy bien. ¡Menudos bailes se echa! Yo le he visto varias veces, y casi parece un profesional. —Los tres miramos hacía Riqui, que sólo esbozaba una sonrisa, insinuando que aquello que Ramón decía podría ser del todo cierto.
Vi ahí una buena oportunidad y, sin dudarlo, le sugerí a mi chica:
—Baila entonces un rato con Riqui, cariño... si quieres. Yo ya sabes lo negado que soy para eso.
Carmen miró hacía Riqui, como comprobando la disposición que podría tener a esa oferta de bailar y, demostrando desearlo, le preguntó:
—¿Bailamos un poco entonces? Hace años que no bailo con un chico. Me apetece mucho, la verdad.
—Vale... si a tu novio no le importa, yo encantado —respondió Riqui, dando a entender que lo deseaba también. Le ofreció su mano para levantarla.
Mi novia, descruzó sus piernas, se puso en pie y se marchó con él hacia la zona de baile, sin poder parar de sonreír. A mí, la verdad, que no me ofreció ni una simple mirada. Sería por lo novedoso del momento, pero me sonó un tanto extraño, bastante raro en ella...
—Bufff... ¿ésto empieza bien, eh? —añadió Ramón , nada más quedarnos solos otra vez en la mesa—. ¡Mira qué rápido se ha ido tu chica con él en cuanto le has dado oportunidad! Te dije que venía buscando algo.
Yo no contesté nada, me di la vuelta, y desde allí fuimos los dos observando detenidamente la escena. Riqui y Carmen , llegaron a la pista, se colocaron al lado de Andrés y Sandra, y les saludaron al encontrarse. Sandra le dijo algo a mi chica al oído, y ésta le contestó también algo a su vez, mientras se agarraba a Riqui comenzando a bailar.
Éste la tenía cogida por la cintura y con su mano a escasos centímetros de su trasero. Parecía haberla colocado de ese modo, con la clara intención de ir bajándola luego poco a poco, y así disimular mejor el ir acercándose a su culo, mientras se movían al son de la música latina que ponían. Riqui, poco a poco, al ritmo de esos sonidos caribeños, agitaba todo el cuerpo de Carmen haciendo botar así cada vez más sus tetas. Eso lo estaba haciendo seguro a propósito, pues, por momentos, parecía que se le podrían llegar a salir y quedar libres en cualquier momento. Estaban llamando mucho la atención de los tíos que andaban solos por la pista, tomando sus copas y buscando ligar. Carmen atraía la atención de muchos de ellos. La verdad, que el botar de sus pechos al son del merengue era un espectáculo...
—¡Joder, tío! Sigo diciendo qué ¡vaya par de tetas tiene tu noviecita! Y cómo se le mueven... ¡Bufff! —me comentaba Ramón , cada vez mas excitado, viendo con morbo, al igual que yo, cómo Riqui bailaba sensualmente con Carmen y cómo cada vez iba acercando más una mano hacia su culo.
Ella parecía dejarse hacer, o no se daba cuenta al estar metida en el baile, pero Riqui ya le rozaba claramente el trasero.
—Sí, la verdad... —afirmé—, nunca la había visto así, de esta forma tan lanzada con un desconocido. Será porque le apetecía bailar... Conmigo nunca lo ha hecho. No sabía que le gustaba tanto. ¡Quizás debería aprender! —iba diciendo yo, sin perder detalle de todo, pero sorprendido por lo distendida y suelta que se veía a Carmen , y por lo bien que se le daba a Riqui el baile. Se notaba que debía practicar mucho, y que lo usaría a menudo como “arma infalible”en sus conquistas femeninas.
—Ya sólo falta saber cómo hacemos para que lo veas todo... Que tu chica se lo va acabar montando con Riqui, parece ya un hecho. A no ser que te arrepientas y la frenes... —volvió a repetirme, sobándose un poco la entrepierna por encima del pantalón.
La verdad, que aquellas palabras de Ramón me parecieron un completo y desvergonzado vacile; para nada pensaba que, por unos cuantos movimientos de baile, ya mi novia se lo fuese a montar con otro. Me lo tomé como una parte más del juego morboso con el que tanto le gustaba a Ramón provocarme. Yo lo sentí así... y le seguí un poco el rollo:
—Bueno, no sé... De momento sólo esta bailando, o como mucho tonteando un poco con él. Ya veremos hasta dónde llega la cosa... ¡Pero yo que tú no me haría muchas ilusiones! —repliqué, volviendo a mirar hacia ellos, y cómo fingiendo tranquilidad y seguridad en mí mismo.
—Ja, ja, ja, ja, ja...—Ramón rió a carcajadas—. Bueno, tú piensa lo que quieras... Pero vete pensando si quieres verlo todo o no. Porque, si estas dispuesto, hoy se follan a tu querida novia. ¡Te lo digo yo! Que me conozco muy bien a las tías. Y te digo que, a la tuya hoy, si la dejas libre, se lo monta con Riqui. ¿Quieres apostarte algo? —me dijo de nuevo, devorando a mi novia con la mirada. Si la follan me obedecerás esta noche?
Mientras, veíamos cómo Riqui ya tenía la mano tanteando el culazo de Carmen por encima de su vestido...
Yo me quede callado, como mudo, observando bien la escena. No sabía qué decir. Me parecía que aquel hombre se estaba pasando tres pueblos con sus comentarios, pues, aunque me daban cierto morbo, no me parecía que nada de lo que me decía se ajustase al carácter de mi chica. Ella me quería mucho, y estaba seguro que jamás haría nada a mis espaldas.
Aunque, sería de necios negar que aquella noche no estaba descubriendo una faceta distinta de Carmen que hasta ahora desconocía. Mi chica estaba allí, agarrada a un semi desconocido, bailando de forma sexy y con la mano del aquel tío tocándole ya sin reparos el trasero. Y Carmen se estaba dejando o al menos hacía que no se daba cuenta. Estaba claro, que no se estaba comportando como esa chica tan recatada y tímida por la que la tenía. Sería por el alcohol, por el sitio o por estar de vacaciones donde nadie nos conocía, pero en verdad, un poco cambiada sí que estaba...
!Vale,pero solo si no es forzada y lo veo yo ¡.
De repente, mientras miraba absorto cómo seguían bailando los cuatro, Sandra se apartó de Andrés y fue en busca de mi novia, cortándoles de golpe el baile. Al instante, le comentó algo al oído, y se marcharon juntas en dirección al baño. Los dos amigos, quedándose ahora sin parejas de baile, se pararon a intercambiar unas cuantas palabras mientras reían efusivamente. Riqui, entonces, al instante, dejó a Andrés allí solo, y retornó hacia la mesa junto con Ramón y yo.
Al llegar, se paró frente a nosotros, cogió su copa que aún tenia mediada sobre la mesa y ya sin hielo, y me miró con rostro tímido pero despreocupado. En esto, Ramón se levantó para decirle:
—Riqui, acompáñame un momento... Quiero comentarte una cosa. —Los dos miraron al unísono hacia mí y, sin decir nada más, se largaron juntos hacia la puerta, saliendo raudos del local.
Yo, inmediatamente, al ver esto, miré hacia el baño y tuve la enorme tentación de ir corriendo en busca de Carmen , para largarnos de allí; no sabia qué podrían estar tramando aquello dos tipos, o si, este morbo incontrolable que de repente me había entrado, me podría suponer un problema gordo con ella si la cosa fuese a mayores. Por nada del mundo querría perderla.
Ya justo me iba a levantar a buscarla, cuando Andrés llegó a mi lado y me preguntó por Riqui y por Ramón :
—¿A dónde han ido estos dos? —me comentó, extrañado, y mirando alrededor del local.
—No sé... han salido fuera de repente. Supongo que volverán pronto —respondí, demostrando todavía algo de nervios, mientras no perdía ojo de la puerta del lavabo, esperando ansioso que saliese mi novia.
—¡Na... mira!, vienen ahí ya —exclamó Andrés, al ver aparecer a los dos de nuevo por la puerta, hablando algo entre ellos, sonriendo, y asintiendo Riqui a Ramón con la cabeza.
Al instante, casi a la vez que llegaron Ramón y Riqui junto a la mesa, salieron ya las chicas del baño. Sin mediar palabra, Sandra se abalanzó sobre Andrés como una loca, dándole un morreo ya totalmente desvergonzada. Mi chica se les quedó mirando y, al instante, observó a Ramón y Riqui que les sonreían pícaramente. Durante esos escasos segundos, Carmen a mí ni me miró nerviosa , y al tomarla Riqui de nuevo de la mano, ésta volvió raudo con él hacia la pista. Ramón se volvió a sentar conmigo en la mesa, mientras Sandra y Andrés seguían besándose y magreándose ante nuestra mirada.
Al momento, la amiga de Ramón agarró a Andrés de la mano y se marcharon juntos del bar...
—¡Te ha dejado solo tu amiga... parece! —le dije a Ramón , cómo queriendo burlarme un poco de él, mientras los veía alejarse hacía el exterior del bar, de la mano.
Aquella escena también era muy morbosa; parecía sacada de una peli porno, con la típica “MILF” yéndose con un chico bastante más joven que ella.
—Ya... je je je...—asintió Ramón riendo—.¡Déjala! Hoy tiene ganas de una polla más joven. De la mía ya le dí bastante ayer... ¡con su marido mirando! Y bueno, piensa en ti, que puede que te dejen solo también en cualquier instante —me replico él, indicándome con el dedo hacia Carmen , que seguía bailando con Riqui, dejándose ya sobar el trasero de una forma casi casi descarada...

—Sí... mi novia no parece estar pasándoselo mal, no... —dije, resignado al ver aquello.
Aunque esto me pusiese bastante nervioso, no podía negar que era excitante verla así. Aquel chico ahora se estaba pasando mucho más con sus gestos y, por momentos, yo pensaba que podría estar incluso tentado a meter su mano bajo la falda de mi novia. No sabía qué le podría haber contado Ramón de mí; igual le había dicho que eramos una pareja «swinger» de esas, y que yo estaba por completo de acuerdo en todo esto.
Carmen volteaba a veces su mirada hacia atrás, pero parecía querer fingir que no se daba cuenta, que por veces Riqui la sobaba con descaro. Incluso parecía querer ocultarse entre la gente para que yo no les viese. Me resultaba ciertamente increíble el asunto. Aquella era una Carmen distinta a la que conocía. Estaba claro que tenía que ser por el alcohol. Debía decirle que no bebiese más...
—Sí... Ya ves, que obligada no parece estar, no... —retomó la charla Ramón , al ver que yo no perdía detalle de todo—. Dime... entonces, ¿estás preparado para ver si se follan esta noche a tu dulce tetona Carmen ? —me preguntó Ramón , con voz morbosa, que me quitó un poco mis dudas de antes y me excitó aún mas. Yo tenía claro que Riqui no se la iba a follar de modo alguno, pero me intrigaba ver hasta dónde podía llegar ella.
—Sí, creo que sí... —le dije, para apaciguar sus ansias por sacarme una respuesta afirmativa, aunque dentro de mí tenía la certeza de que eso nunca pasaría.
—Bueno, mira... —Ramón me pidió en un gesto disimulado que me diese la vuelta—, por ahí vuelve tu novia, botando sus tetones de putita. ¡Apuesto a que ya trae su chocho empapado! ¡La muy guarra! —Ramón dijo esto en voz alta, mientras caminaba Carmen hacia la mesa, y en un tono que, si no lo escuchó ella, debió ser por muy poco. La verdad, que Ramón se estaba pasando tres pueblos. Pero en el fondo, a mí eso me excitaba.
Carmen llegó junto a nosotros y, casi sin mirar hacia mí, cogió la copa mediada que tenía aún sobre la mesa, sin nada de hielo, caliente como ya debía de estar, y se la bebió toda de un solo trago. Yo, al verla, le comenté con tono enfadado:
—¡Carmen , cariño!, ¿no te estarás ya pasando un poco con la bebida? No quisiera tener que meterte yo en la cama esta noche. ¡No bebas más! Sabes lo rápido que te hace efecto el alcohol...
—No pasa nada,Jose ... qué estoy bien —me contestó, posando de golpe ese vaso sobre la mesa. Vi que le cayó un poco de liquido sobre su escote, mojando sus pechos—. Además... ¿no fuiste tú el que me propusiste tener una noche loca hoy aquí? Pues tranquilo, que sé controlarme. ¡Tú no me vas a tener que meter en cama! Lo estoy pasando muy bien. Hacia años que no bailaba tanto.
Dicho ésto, rauda, y sin decir nada más, retornó con Riqui que ahora se había quedado solo en la pista leyendo y contestando unos whatsapps en su móvil. Al llegar mi chica de nuevo con él, siguieron bailando, con Riqui cada vez rozándose más contra ella, la cual tendría que estar notando ya el seguro empalme que él tendría.
Mientras continuaban bailando, Riqui le comentaba algo al oído...
Una parte de mí, quería cortar todo aquello e irnos al hotel. Pero ya no podía... Por un lado, estaba Carmen , que parecía estar disfrutando, y tampoco quería ser un “agua-fiestas” actuando como un novio celoso. Pero, por otro lado, no podía negar que en parte me excitaba aquello; quería ver hasta dónde llegaría Carmen . ¿Se dejaría sobar una teta? Eso era sólo ya lo que le faltaba; el culo ya se lo había palpado aquel chico varias veces durante el baile.
De pronto, Carmen y Riqui dejaron de bailar, y se volvieron con nosotros. Mi chica, sentándose a mi lado y mirándonos sucesivamente a Ramón y a mí, nos comentó:
—Cariño, ¿vamos hasta la fiesta? Andrés le ha mandado un mensaje a Riqui diciendo que está allí, bailando con Sandra. ¿Vamos?—Carmen me hablaba de aquellos dos chicos como si los conociese de siempre.
Después de mirar hacia Ramón , le contesté:
—Sí... Vamos...
—¡Guay! ¡Pues genial!... Allí invito yo a las copas —intercedió Riqui, entusiasmado.
Salimos del local y nos dirigimos hacia la fiesta. Estaría como a unos doscientos metros. En el trayecto, Carmen y yo fuimos juntos, agarrados del brazo, y Ramón y Riqui unos pasos por detrás, charlando.
Acercándonos a la fiesta, mi chica me preguntó:
—¿Te está m*****ando que baile con Riqui, cariño? Es qué... la verdad, me apetecía mucho... ¡Hacía tiempo que no lo hacía!
—No, amor... ¿por qué me iba importar? —le contesté, esperando más bien conocer, cuáles eres sus deseos, que mostrarle mi permiso abiertamente.
—Bueno... no sé... por si te ponías celoso o algo... —prosiguió ella diciéndome—. Me apetecería seguir bailando con él en la fiesta, otro ratito más. ¿Me dejas, no? Siempre me dijiste que te pidiese cualquier cosa, menos bailar tú conmigo. Pues ahora... te estoy pidiendo que me dejes bailar con él todo este rato que estemos por aquí, ¡me lo estoy pasando genial!
—Sí, vale... baila con él todo lo que te apetezca. Pero en no mucho más de una hora nos vamos, ¿eh? ¡Son las tres de la mad**gada ya! Y mañana tenemos que salir temprano a casa de tu prima. ¡Acuérdate! —le recordé, justo cuando llegábamos donde era la fiesta, y al Carmen mirar hacia atrás buscando de nuevo a Riqui con la mirada.
Se la notaba con ganas de seguir bailando con él, y eso, en el fondo, a mí excitaba. Verla mover sus curvas al son de la música, mientras aquel “desconocido” la comía con la mirada, me ponía cardíaco. No lo podía evitar. Intentaba seguir comportándome como un novio normal y no perder los papeles, pero el morbo me superaba.
—Es muy buen chico... y baila genial... Gracias por dejarme bailar con él. ¡Te quiero! —me dijo ahora, dándome un beso, mientras Ramón y Riqui nos alcanzaban, proponiéndonos ir a pedir algo de beber a la barraca de la fiesta.
Pedimos cuatro cubatas, que Riqui pagó, y los tres tíos, o sea, Riqui, Ramón y yo, nos colocamos apoyados en la barra con nuestros ojos pegados en Carmen , que ahora bailaba sola en frente nuestro; distraída, de espaldas, moviéndose sensualmente mientras comenzaba a tomarse la copa observando la orquesta. Los tres nos quedamos como bobos mirándola, viendo cómo balanceaba su cuerpo, agitando sus rotundas caderas al ritmo de la música.
Riqui, en esto, dio un largo trago a su cubata, terminánselo casi por completo y, disimulada pero decididamente, se separó de nosotros para irse acercando directo hacía ella. Al encontrarse los dos de nuevo frente a frente, se agarraron de la manos, continuando el baile que habían iniciado antes en el pub...
Mientras, Ramón y yo, les observábamos sin quitarles ojo, viendo cómo poco a poco se iban alejando discretamente, metiéndose entre la gente...
—¿Ya te estás preparando para ver cómo folla hoy tu chica con otro? —Ramón se acercó a mi oído para decirme esto—. Creo que la cosa va a ser ya cuestión de minutos; tu chica debe estar a punto de perder las bragas por Riqui... A no... espera, ¡que ya le has hecho tú ese trabajo y se la traes ya sin nada! Ja ja ja...—me comentaba Ramón , riéndose a carcajadas sobre mi oreja, pero a la vez tocándome en el hombro, cómo tranquilizándome... cómo pidiéndome que no me enfadara... qué todo era una broma.
Yo, aunque creía que todas esas bromas y comentarios ya iban demasiado lejos para habernos conocido hacía solo un par de días, no les di importancia y quise fingir que ya me estaba planteando que pudiese llegar a pasar algo entre ellos...
—Bueno... ya veo que ella está un poco más decidida... pero aun así, yo todavía tengo mis dudas que ella de el paso. Sigo pensando que sólo quiere divertirse y tontear un poco con él... ¡nada más! —le contesté.
Continuábamos divisando con morbo la escena, viendo que seguían bailando y que Riqui le agarraba el culo con las dos manos, como ya creyendo que no les veíamos desde donde estábamos.
—Eso... tú déjala... y hazme caso a mí en todo lo que te diga, que te aseguro que hoy compruebas cómo tu novia folla con otro... A Riqui no se le escapa una. ¡Te lo digo yo!, que le he visto hacer esto muchas otras veces con tías como la tuya —continuaba Ramón , provocándome, mientras se terminaba la copa.
Al momento, vimos aparecer entre la gente a Sandra y a Andrés, que se acercaban a Carmen y a Riqui. Sandra parecía venir mucho más despeinada que antes, y con pinta de bastante bebida.
“¡Estos dos vienen fijo de echar un polvo!”, pensé para mí. Ella comenzó a charlar con mi novia y, al momento, se fueron juntas, dejando solos a Riqui y a Andrés, que seguían charlando sonrientes.
Mientras observaba cómo Sandra y mi chica se iban alejando, perdiéndose entre la gente, vi también como Andrés le daba algo a Riqui: parecían ser las llaves de su coche. Después, continuaron hablando unos instante más como si nada.
Pasaron unos breves minutos más, y la chicas seguían sin aparecer. Para mí, Carmen estaba tardando demasiado en volver. Me estaba comenzando a preocupar y me parecía que aquello estaba yendo ya demasiado lejos. Me impacienté. Empecé a sospechar, que tal vez se habría pasado con la bebida y podría estar encontrándose mal o vomitando en algún rincón, ayudada por Sandra, sin querer decirme a mí nada o que no me enterase para que no la regañase. Hacía un rato, yo la había avisado seriamente que no bebiese más...
Entonces, de repente, vi como Riqui y su amigo se acercaban hacia nosotros...
Al llegar a nuestro lado, Riqui miró a su cubata casi vacío que aún estaba sobre barra, antes de comentarnos:
—Bueno, amigos... éste y yo nos vamos ya —dijo, refiriéndose a su colega—. Las chicas no creo que tarden mucho. Se han ido a mear aquí al lado... en el aparcamiento. Y bueno, Jose , tú despídeme de tu chica. Sois un encanto los dos. Ha sido un placer conoceros... ¡Hasta otra!... ¡A ver si volvéis por el pueblo el año próximo!
Después de darme Riqui afectuosamente la mano, los dos amigos se fueron, y yo me quedé mirando a Ramón con una confortable sonrisa en mi cara, como diciéndole con esa expresión, que no iba a tener razón en eso que él tan seguro me decía que pasaría.
Al ver ese semblante en mi cara, él rápido quiso salir al paso:
—¡Tranquilo! Tú no cantes victoria tan rápido. Que aún no habéis vuelto al hotel. Aún estoy yo aquí... ¡Espera!
Volví a esbozar una nueva sonrisa, al creer, que ahora era él quién se pensaba que se follaría a mi chica. Sí tenía dudas de que con Riqui llegase a hacer algo, con Ramón menos aun, que era un tipo casi veinte años mayor que ella.
Aun así, siguieron pasando los minutos, y las chicas seguían sin aparecer. Di un último trago a mi copa y le dije a Ramón , ya bastante inquieto:
—Oye, Ramón ... Esto ya es para preocuparse... ¡Vamos a dejarnos ya de bromitas y vamos a buscar a las chicas! Sandra parecía muy borracha, y mi novia iba ya bastante tocada también. ¡A ver si se encuentran mal o les pasó algo!
—Vale, sí... te acompaño. ¡Sígueme! —exclamó Ramón , pidiéndome que le acompañase en dirección a ese aparcamiento que había a unos trescientos metros de la fiesta, donde Riqui nos dijo que supuestamente habían ido ellas a mear.
Published by campi21
1 year ago
Comments
1
Please or to post comments
ProudReaction4 2 months ago
Mhh hermoso relato !!
Reply