Unos días de playa
En los días siguientes a la tremenda cogida que le había pegado el morocho jamaiquino, a Lorena le dolía bastante su delicada conchita.
Los labios vaginales continuaban totalmente inflamados, a tal punto que le m*****aba hasta el contacto con la ropa interior, por lo tanto anduvo todo ese tiempo vestida con minifaldas y sin tangas, lo cual me provocaba un deseo irrefrenable de cogerla cada vez que se inclinaba y me dejaba ver esa hermosa abertura.
Lo único que me permitía era pasarle mi lengua por su delicado clítoris hasta hacerla acabar y en retribución ella me chupaba la verga durante horas.
Por un par de semanas se tranquilizó bastante su terrible calentura de querer coger con otros.
Como ya se acercaba el verano, decidimos tomarnos unos días libres en nuestros trabajos y hacernos una escapada a la costa, a una pequeña casita frente al mar.
A Lorena ya se le había pasado el dolor y las m*****ias, su dulce vagina recuperaba su forma habitual, justo para que yo pudiera disfrutarla en esos días, sin tener que pensar en el hijo de puta de Carlos y sus amigotes de enormes vergas.
La primera noche fuimos a cenar afuera y a dar una caminata por la playa, luego de lo cual regresamos a casa y comenzamos nuestra sesión se sexo sin siquiera llegar a la habitación.
Ya en el umbral comenzamos a desnudarnos y a recorrer nuestros cuerpos con las lenguas y los labios. Lorena tuvo su primer orgasmo antes de entrar al salón. Luego la cargué en brazos hasta dejarla en el sillón principal, donde entrelazamos nuestros cuerpos y cogimos salvajemente durante toda la noche, hasta caer rendidos por el cansancio.
Los días siguientes fueron gloriosos. Pasábamos la tarde tomado sol frente al mar, cenas románticas a la luz de las velas y por las noches cogíamos en cualquier lado, ya fuera en la oscuridad de la playa, entre los médanos de arena o en la puerta de calle, a la vista de quien pasara por el lugar. Por suerte la casita estaba un poco alejada de otras, así que los gritos y alaridos de Lorena solamente los disfrutaba yo.
El fin de semana amaneció algo nublado, pero de todas maneras fuimos a la playa sin cambiar nuestra rutina. Allí estábamos yaciendo distraídamente, cuando una sonora carcajada y una conocida voz me volvieron a la realidad, sacándome de este sueño ideal.
Allí estaba el imbécil de Carlos, su cuerpo musculoso bien bronceado, vistiendo solamente un ajustado y diminuto slip, que dejaba adivinar el enorme bulto debajo. Mi bronca comenzó a aflorar, pero entonces Lorena me abrazó, diciendo que extrañaba una buena verga que la sodomizara bien duro, así que había llamado a Carlos para que le hiciera ese favor...
“Qué pasa, Ariel, no te pone contento que haya venido a visitarte?”
Ni siquiera le contesté; ya estaba sentándose junto a Lorena, mientras le pedía que se colocara boca abajo para que sus rudas manos pudieran masajear esa hermosa cola.
Mi mujercita comenzó a gemir suavemente, mientras sentía que unos dedos le corrían la tanga a un costado y acariciaban sus labios vaginales. Observé que muy despacio le iba metiendo los dedos adentro de la concha, mientras Lorena levantaba la vista y se sostenía de mis manos. Así me mantuvo la mirada, dedicándome todo su placer hasta que alcanzó un primer orgasmo, temblando en silencio sin dejar de mirarme.
Carlos le sacó los dedos humedecidos y lamió la esencia de mi esposa, bastante satisfecho.
“Qué les parece si vamos a otro lugar para seguir con esa colita?”
Lorena sonrió encantada y se levantó de un salto, dándonos la espalda mientras se dirigía al camino de salida de la playa. Balanceaba sus caderas más de lo acostumbrado, sabiendo que Carlos no le quitaba la vista de encima. Para mí era una tortura, me excitaba el hecho de verla nuevamente sodomizada por otro hombre, pero al mismo tiempo me disgustaba que Lorena prefiriera ese tamaño de verga que le ofrecía ese imbécil…
Al llegar a la casa Lorena se dirigió al sillón principal de la sala y allí se acomodó boca abajo, arqueando su hermoso cuerpo al estilo perrito. Carlos casi se arrancó su pequeño slip y se acercó a mi esposa, tomándose la enorme verga con las dos manos, mientras se la masajeaba buscando el tamaño máximo que podía alcanzar.
Le quitó la diminuta tanga deslizándola suavemente por sus hermosas piernas y me la arrojó a la cara, diciéndome que por hoy eso era lo único que iba a obtener de mi mujercita, porque después de que la cogiera él, la pobre no iba a poder ni siquiera sentarse...
La tomó por las caderas y le apoyó suavemente la enorme pija sobre los humedecidos labios vaginales, frotándolos con ella, pero entonces Lorena giró y nos sorprendió a ambos:
Estoy ovulando; es peligroso... necesito una buena verga en mi cola…”
Carlos estalló en una carcajada y le pidió que se diera vuelta y acostara boca arriba sobre el sillón, dijo que quería verle la cara de dolor mientras le hundía la verga en el culo.
Lorena obedeció sin chistar, abrió sus hermosas piernas apoyando los pies sobre los hombros de Carlos y comenzó a tocarse el clítoris con los dedos, mientras comenzaba a gemir suavemente. Mi amigo dirigió su enorme pija hacia la entrada de la vagina, pero nuevamente siguió frotándole el glande sobre esos ya inflamados y abiertos labios.
Mi esposa continuaba gimiendo cuando Carlos se deslizó hacia adelante en una furiosa embestida, penetrando su lubricada concha hasta el fondo, haciendo que Lorena dejara escapar un grito de dolor y sorpresa. Quiso retroceder para sacarse ese duro pedazo de carne, pero el hijo de puta la sostuvo por las caderas y comenzó a bombearla con fuerza, le decía:
“Qué pasa perrita, te voy a llenar de leche caliente esa conchita hermosa y vas a quedar embarazada, ya que el boludo de tu marido no te coge bien”
Lorena gemía furiosamente y le pedía que se la sacara, que no acabara adentro, pero al mismo tiempo se movía al ritmo de Carlos y empujaba sus caderas hacia adelante, al encuentro de esa enorme verga. Estaba enloquecida de placer, le pedía una cosa que sabía era imposible de aceptar. La cadencia del hijo de puta era increíble, la bombeaba con mucha fuerza, haciendo que mi esposa se balanceara y aullara pidiendo que no dejara de cogerla.
Después de advertir que ella había tenido un par de orgasmos, Carlos repentinamente se salió de la vagina, mostrando su pija durísima todavía sin acabar y sorpresivamente la metió de un solo golpe bien a fondo en el culo de Lorena, que dejó escapar un fuerte grito de dolor.
Eso era lo que precisamente quería este hijo de puta, ver a mi mujercita aullar a todo pulmón.
“Te gusta, putita? Así quería tenerte, llorando y pidiéndome más verga!”
Lorena ahora parecía enloquecida, pedía que no dejara de cogerla de esa manera tan brutal, tenía la mirada perdida y jadeaba sin parar, mientras movía sus caderas al ritmo de Carlos.
Pude ver que se estaba acariciando el clítoris con una de sus manos y en pocos minutos sus muslos se levantaron y tensaron apretando la cintura de Carlos, mientras un prolongado alarido dejaba ver que mi mujercita alcanzaba otro orgasmo mientras le rompían el culo.
Mi amigo sonrió satisfecho al notar el goce de Lorena, pero no dejó de bombearla con brutalidad, su enorme y tiesa verga entraba y salía con un veloz ritmo de la castigada cola de mi dulce esposa. Así estuvo un largo rato, metiéndole la pija con mucha violencia, forzando el culo de Lorena, mientras le pegaba fuertes palmadas en sus redondeadas nalgas. Finalmente el muy hijo de puta arqueó su espalda y acabó dentro de ella.
Muy despacio Carlos se desprendió del abrazo de las hermosas piernas de mi esposa y se salió de ella, mostrándome que su poderosa herramienta todavía seguía bien erecta y dura.
Sonrió estúpidamente, se calzó su diminuto slip mientras le comía la boca a Lorena y se dirigió hacia la puerta, diciendo que tal vez podría volver por la noche a gozar nuevamente del castigado cuerpito de mi mujercita.
Ella seguía boca arriba sobre el sillón, las piernas bien abiertas dejaban ver la entrada de sus dos orificios, totalmente dilatados por la brutal cogida. Luego de recuperar un poco el aliento se acercó a besarme, me pidió otra vez perdón por haber invitado a mi amigo, me dijo que me amaba y después se dirigió en forma tambaleante hacia el baño, le costaba caminar.
Me quedé pensando que mi tortura iba a continuar tal vez esa misma noche, cuando ese hijo de puta regresara para seguir cogiéndola y sodomizándola delante de mí, pero esta vez ya estaba casi convencido de que toda la situación se había convertido en un desmadre sin retorno.
Los labios vaginales continuaban totalmente inflamados, a tal punto que le m*****aba hasta el contacto con la ropa interior, por lo tanto anduvo todo ese tiempo vestida con minifaldas y sin tangas, lo cual me provocaba un deseo irrefrenable de cogerla cada vez que se inclinaba y me dejaba ver esa hermosa abertura.
Lo único que me permitía era pasarle mi lengua por su delicado clítoris hasta hacerla acabar y en retribución ella me chupaba la verga durante horas.
Por un par de semanas se tranquilizó bastante su terrible calentura de querer coger con otros.
Como ya se acercaba el verano, decidimos tomarnos unos días libres en nuestros trabajos y hacernos una escapada a la costa, a una pequeña casita frente al mar.
A Lorena ya se le había pasado el dolor y las m*****ias, su dulce vagina recuperaba su forma habitual, justo para que yo pudiera disfrutarla en esos días, sin tener que pensar en el hijo de puta de Carlos y sus amigotes de enormes vergas.
La primera noche fuimos a cenar afuera y a dar una caminata por la playa, luego de lo cual regresamos a casa y comenzamos nuestra sesión se sexo sin siquiera llegar a la habitación.
Ya en el umbral comenzamos a desnudarnos y a recorrer nuestros cuerpos con las lenguas y los labios. Lorena tuvo su primer orgasmo antes de entrar al salón. Luego la cargué en brazos hasta dejarla en el sillón principal, donde entrelazamos nuestros cuerpos y cogimos salvajemente durante toda la noche, hasta caer rendidos por el cansancio.
Los días siguientes fueron gloriosos. Pasábamos la tarde tomado sol frente al mar, cenas románticas a la luz de las velas y por las noches cogíamos en cualquier lado, ya fuera en la oscuridad de la playa, entre los médanos de arena o en la puerta de calle, a la vista de quien pasara por el lugar. Por suerte la casita estaba un poco alejada de otras, así que los gritos y alaridos de Lorena solamente los disfrutaba yo.
El fin de semana amaneció algo nublado, pero de todas maneras fuimos a la playa sin cambiar nuestra rutina. Allí estábamos yaciendo distraídamente, cuando una sonora carcajada y una conocida voz me volvieron a la realidad, sacándome de este sueño ideal.
Allí estaba el imbécil de Carlos, su cuerpo musculoso bien bronceado, vistiendo solamente un ajustado y diminuto slip, que dejaba adivinar el enorme bulto debajo. Mi bronca comenzó a aflorar, pero entonces Lorena me abrazó, diciendo que extrañaba una buena verga que la sodomizara bien duro, así que había llamado a Carlos para que le hiciera ese favor...
“Qué pasa, Ariel, no te pone contento que haya venido a visitarte?”
Ni siquiera le contesté; ya estaba sentándose junto a Lorena, mientras le pedía que se colocara boca abajo para que sus rudas manos pudieran masajear esa hermosa cola.
Mi mujercita comenzó a gemir suavemente, mientras sentía que unos dedos le corrían la tanga a un costado y acariciaban sus labios vaginales. Observé que muy despacio le iba metiendo los dedos adentro de la concha, mientras Lorena levantaba la vista y se sostenía de mis manos. Así me mantuvo la mirada, dedicándome todo su placer hasta que alcanzó un primer orgasmo, temblando en silencio sin dejar de mirarme.
Carlos le sacó los dedos humedecidos y lamió la esencia de mi esposa, bastante satisfecho.
“Qué les parece si vamos a otro lugar para seguir con esa colita?”
Lorena sonrió encantada y se levantó de un salto, dándonos la espalda mientras se dirigía al camino de salida de la playa. Balanceaba sus caderas más de lo acostumbrado, sabiendo que Carlos no le quitaba la vista de encima. Para mí era una tortura, me excitaba el hecho de verla nuevamente sodomizada por otro hombre, pero al mismo tiempo me disgustaba que Lorena prefiriera ese tamaño de verga que le ofrecía ese imbécil…
Al llegar a la casa Lorena se dirigió al sillón principal de la sala y allí se acomodó boca abajo, arqueando su hermoso cuerpo al estilo perrito. Carlos casi se arrancó su pequeño slip y se acercó a mi esposa, tomándose la enorme verga con las dos manos, mientras se la masajeaba buscando el tamaño máximo que podía alcanzar.
Le quitó la diminuta tanga deslizándola suavemente por sus hermosas piernas y me la arrojó a la cara, diciéndome que por hoy eso era lo único que iba a obtener de mi mujercita, porque después de que la cogiera él, la pobre no iba a poder ni siquiera sentarse...
La tomó por las caderas y le apoyó suavemente la enorme pija sobre los humedecidos labios vaginales, frotándolos con ella, pero entonces Lorena giró y nos sorprendió a ambos:
Estoy ovulando; es peligroso... necesito una buena verga en mi cola…”
Carlos estalló en una carcajada y le pidió que se diera vuelta y acostara boca arriba sobre el sillón, dijo que quería verle la cara de dolor mientras le hundía la verga en el culo.
Lorena obedeció sin chistar, abrió sus hermosas piernas apoyando los pies sobre los hombros de Carlos y comenzó a tocarse el clítoris con los dedos, mientras comenzaba a gemir suavemente. Mi amigo dirigió su enorme pija hacia la entrada de la vagina, pero nuevamente siguió frotándole el glande sobre esos ya inflamados y abiertos labios.
Mi esposa continuaba gimiendo cuando Carlos se deslizó hacia adelante en una furiosa embestida, penetrando su lubricada concha hasta el fondo, haciendo que Lorena dejara escapar un grito de dolor y sorpresa. Quiso retroceder para sacarse ese duro pedazo de carne, pero el hijo de puta la sostuvo por las caderas y comenzó a bombearla con fuerza, le decía:
“Qué pasa perrita, te voy a llenar de leche caliente esa conchita hermosa y vas a quedar embarazada, ya que el boludo de tu marido no te coge bien”
Lorena gemía furiosamente y le pedía que se la sacara, que no acabara adentro, pero al mismo tiempo se movía al ritmo de Carlos y empujaba sus caderas hacia adelante, al encuentro de esa enorme verga. Estaba enloquecida de placer, le pedía una cosa que sabía era imposible de aceptar. La cadencia del hijo de puta era increíble, la bombeaba con mucha fuerza, haciendo que mi esposa se balanceara y aullara pidiendo que no dejara de cogerla.
Después de advertir que ella había tenido un par de orgasmos, Carlos repentinamente se salió de la vagina, mostrando su pija durísima todavía sin acabar y sorpresivamente la metió de un solo golpe bien a fondo en el culo de Lorena, que dejó escapar un fuerte grito de dolor.
Eso era lo que precisamente quería este hijo de puta, ver a mi mujercita aullar a todo pulmón.
“Te gusta, putita? Así quería tenerte, llorando y pidiéndome más verga!”
Lorena ahora parecía enloquecida, pedía que no dejara de cogerla de esa manera tan brutal, tenía la mirada perdida y jadeaba sin parar, mientras movía sus caderas al ritmo de Carlos.
Pude ver que se estaba acariciando el clítoris con una de sus manos y en pocos minutos sus muslos se levantaron y tensaron apretando la cintura de Carlos, mientras un prolongado alarido dejaba ver que mi mujercita alcanzaba otro orgasmo mientras le rompían el culo.
Mi amigo sonrió satisfecho al notar el goce de Lorena, pero no dejó de bombearla con brutalidad, su enorme y tiesa verga entraba y salía con un veloz ritmo de la castigada cola de mi dulce esposa. Así estuvo un largo rato, metiéndole la pija con mucha violencia, forzando el culo de Lorena, mientras le pegaba fuertes palmadas en sus redondeadas nalgas. Finalmente el muy hijo de puta arqueó su espalda y acabó dentro de ella.
Muy despacio Carlos se desprendió del abrazo de las hermosas piernas de mi esposa y se salió de ella, mostrándome que su poderosa herramienta todavía seguía bien erecta y dura.
Sonrió estúpidamente, se calzó su diminuto slip mientras le comía la boca a Lorena y se dirigió hacia la puerta, diciendo que tal vez podría volver por la noche a gozar nuevamente del castigado cuerpito de mi mujercita.
Ella seguía boca arriba sobre el sillón, las piernas bien abiertas dejaban ver la entrada de sus dos orificios, totalmente dilatados por la brutal cogida. Luego de recuperar un poco el aliento se acercó a besarme, me pidió otra vez perdón por haber invitado a mi amigo, me dijo que me amaba y después se dirigió en forma tambaleante hacia el baño, le costaba caminar.
Me quedé pensando que mi tortura iba a continuar tal vez esa misma noche, cuando ese hijo de puta regresara para seguir cogiéndola y sodomizándola delante de mí, pero esta vez ya estaba casi convencido de que toda la situación se había convertido en un desmadre sin retorno.
4 years ago