Apenas diez minutos en el baño...

Estaba sentada con mi novio en el patio de comidas de un shopping en el centro. Me sentía de mal humor, porque no había encontrado nada interesante para comprar en lencería erótica…
Mientras tomábamos un café antes de continuar la recorrida, una atractiva mujer se sentó en una mesa cercana, a espaldas de Daniel.
Tenía un cuerpazo increíble, enfundado en unos ajustados jeans. Una remera ajustada a su cintura permitía apreciar unas tetas pequeñas pero perfectamente redondeadas. Su maquillaje era perfecto y lo que más llamaba la atención, era su peinado al estilo de los años cincuenta.
Mientras revolvía su café, esa interesante mujer comenzó a observarme con insistencia. Al principio pensé que era una casualidad; pero luego noté que no me quitaba sus ojos de encima. Finalmente me hizo un gesto casi imperceptible, señalando la dirección de los baños.
Mi curiosidad pudo más que nada y decidí aceptar su señal.
Me levanté, diciéndole a mi lindo novio que necesitaba ir al baño.
La mujer se levantó unos segundos después y siguió mi camino. Balanceé mis caderas sabiendo que eso a Daniel le encantaba; pero esta vez también lo hice para esa sensual mujer que me seguía…
En el baño encontré a dos pendejas que estaban maquillándose frente al espejo. Giraron para mirarme y dejaron de comentar estupideces.
Entré a una cabina vacía y, antes de que pudiera cerrar la puerta; esa mujer se metió detrás de mí. Trabó la puerta y se sentó en el inodoro con las piernas cerradas.
Me tomó por mi minifalda de jean y me acercó hacia ella, haciéndome abrir mis piernas para pasar una a cada lado de las suyas. Sus manos levantaron el ruedo de la mini y la subieron hasta mi cintura; para descubrir entonces que justo ese día no llevaba ni siquiera una mínima tanga.
Ella se quedó unos segundos extasiada mirando mi labia ultra depilada y después levantó sus ojos hacia mí, susurrando bien por lo bajo:
“Ya sabía que una puta así no traería ni siquiera una tanga…”
Entonces abrí mi boca en sorpresa, al ver que esa mujer era un travesti…
No me dio tiempo a nada. Su cara se acercó a mi pubis y de repente sentí que su nariz se hundía entre mis labios vaginales. Aspiró y dijo suspirando:
“Me encanta tu aroma a perra mal cogida…”
En eso tenía razón; Daniel llevaba una semana completa sin tocarme…
Me empujó contra el mamparo lateral y se levantó del asiento del inodoro.
Me besó con furia, comiéndome la boca y fundiendo nuestras lenguas.
Eso me hozo mojar al instante, mientras sus dedos traviesos comenzaban a hurgar mi concha.
“Puta…” Susurró apenas audible a mi oído, mientras las dos pendejas afuera volvían a comentar sus estupideces.
Hundió dos dedos hasta el fondo, llenando por completo mi vagina. Me acarició y pajeó durante unos minutos, mientras me tapaba la boca con su otra mano, para evitar que los gemidos llamaran la atención de esas dos chicas que seguían parloteando afuera.
De repente se apartó de mí y sacó sus dedos de mi concha hambrienta.
Se desabrochó la bragueta de sus jeans y sacó a relucir una tremenda verga ya bien erecta. Su mano tomó mi nuca y me hizo doblar por la cintura, acercándome a esa maravillosa pija dura, llena de venas.
Mientras abría mi boca para acomodar esa cosa dentro de mi garganta, no podía creer que, alguien con apariencia de una mujer tan sexy y llamativa, pudiera tener una verga semejante…
La lamí antes de metérmela entera en la boca. Tenía un sabor salado, tal como siempre me han gustado. “Ella” gimió suavemente y me tironeó del pelo, para tratar de acercarme más a su tremenda pija. Me la comí entera, como una buena puta…
Cuando estuvo durísima, ya casi a punto de explotar en mi cara, “ella” otra vez me empujó contra el mamparo lateral. Me metió una mano en mi entrepierna, para hacerme abrir un poco los muslos. Deslizó su glande sobre mis labios vaginales para lubricarlo con mis fluidos.
Entonces flexionó un poco sus rodillas y lo sentí entrar en mi concha, invadiéndome con esa cosa enorme. Me miró a los ojos sonriendo y me besó, mientras su verga seguía entrando en mi cuerpo. Cuando estuvo metida hasta el fondo, comenzó a deslizarse hacia adelante y atrás, provocándome una sensación única.
El roce de su pija sobre mi clítoris me volvió loca…
Acabé en menos de un minuto y “ella” sonrió al sentir mis jugos lubricando su enorme verga. Me besó largamente, mientras sus manos acariciaban mis nalgas desnudas y uno de sus dedos invadía mi estrecho ano.
Esa combinación de lengua y dedo fue mortal para mí.
Acabé por segunda vez casi consecutiva y temblé en sus brazos, mientras un tremendo orgasmo recorría mi cuerpo. Rompí el beso para tomar aire.
“Ella” me bombeó unas veces más y de pronto se salió, dejándome un vacío por el cual protesté. Pero entonces sonrió y me dijo suavemente:
“Hoy voy a acabar en tu linda boca roja… la próxima vez será en tu culo…”
Volvió a sentarse y me hizo poner de rodillas. Luego me zambulló esa magnífica verga en mi boca, justo cuando comenzaba a hacer erupción.
Me tragué toda esa leche caliente y además se lo agradecí.
Guardó su verga dentro de los jeans y me hizo sentar sobre su regazo.
“Me llamo Malena…” Le dije tímidamente…
“Yo soy Javier… pero prefiero que me llames Pamela…” Dijo sonriendo.
Me pidió que le entregara mi celular y entonces cargó su número.
“La próxima vez vamos a estar más cómodas en mi departamento…”
Cuando salimos de la cabina, las dos pendejas todavía estaban allí y nos miraron con cara de sorpresa. Pamela les lanzó un beso al aire…
Yo caminé adelante y regresé a la mesa donde me esperaba Daniel.
Mi hombre se sorprendió de que apenas estuve unos diez minutos en el baño. A mí me había parecido una eternidad, en brazos de Pamela.
De repente me dijo, con cara divertida, señalando con la cabeza a Pamela.
“Fijate, ahí salió un travesti del baño de damas…”
“No me había dado cuenta… vos cómo supiste…? Pregunté extrañada.
“Engaña bastante bien, pero tiene los pies enormes…” Se ufanó Daniel…
“Claro…” Pensé para mis adentros. “Y no es lo único enorme que tiene…”