Yo no soy tan egoísta...
Sonó el teléfono y, al contestar, escuché lo que sucedía dentro del auto; la radio sonaba con música suave y de pronto la voz de alguien preguntó:
“Desean una habitación normal o alguna de las especiales?”
“Normal…” Dijo a secas la voz que contestó muy parcamente.
Reconocí claramente la voz de mi novio Daniel.
Luego de otros sonidos poco identificables, escuché a Natalia:
“Es por aquí a la derecha…”, seguramente señalando la dirección donde se encontraba esa habitación que les habían asignado.
Un leve clic en el teléfono señaló el final de la comunicación; ya era el instante justo; estaban por entrar a la habitación…
En ese momento yo estaba en la otra punta de la ciudad, mientras mi buena amiga Natalia se aprestaba a revolcarse con mi chico; solo para demostrarme que Daniel era un hijo de puta, capaz de cogerse hasta a mis mejores amigas…
Natalia me había asegurado que ya había cogido con mi novio; pero yo no quería creerle; por eso, ahora iba a ser distinto:
Natalia había prometido llamarme y dejar la línea abierta para que yo escuchara cómo mi lindo macho la poseía a lo bruto…
Unos minutos más tarde el teléfono volvió a cobrar vida y esta vez pude escuchar con claridad el gemido de una mujer. Era un gemido muy particular, que indicaba una penetración inicial…
Me imaginé que Daniel estaría sobre ella, entre sus piernas, con su hermosa y dura poronga comenzando a bombear suavemente la caliente y hambrienta vagina de mi amiga.
La voz de ella se oía excitada, caliente y desesperada por recibir todavía más verga. Imaginé que mi hombre no le daría tregua y la enviaría de regreso a casa bien relajada, satisfecha, con la concha arruinada y repleta de semen.
Pero entonces de repente, cuando los jadeos y gemidos indicaban que Natalia estaba cerca de alcanzar su primer orgasmo, la comunicación se interrumpió.
Me quedé mirando el teléfono mudo y entonces supe que ella misma había cortado el contacto a propósito, sin ninguna duda.
Tres horas más tarde, otra vez repicó mi teléfono. Pero esta vez solo pude descargar una foto que me había enviado Natalia.
Un lacónico mensaje me avisaba que ampliara bien la imagen.
Lo hice y entonces pude ver las sábanas de la cama manchadas de semen. El semen de mi macho. Ese mismo semen que se había escurrido de su dilatada vagina luego de ser bien llenada…
Me puse loca y pensé que esta perra siempre me hacía lo mismo. Cogía a mis espaldas; siempre con diferentes amantes y nunca me permitía compartir sus secretos, sus deseos, sus traiciones...
Entonces decidí blanquearle lo que yo había estado haciendo esa misma noche, en la otra punta de la ciudad, mientras la buena de Natalia se desfogaba en un telo con mi propio novio….
Le envié también una única foto. Ahí estaba yo desnuda, en cuatro patas, delante de su novio Ramiro, que me sostenía por las caderas mientras me hundía su dura verga desde atrás…
Mi mano derecha sostenía la cámara, que enfocaba la cara de placer de Ramiro, mientras me empalaba con su linda pija rígida.
Le escribí a mi amiga solamente una línea debajo de la imagen:
“Yo no soy tan egoísta como para no compartir mis secretos…”
“Desean una habitación normal o alguna de las especiales?”
“Normal…” Dijo a secas la voz que contestó muy parcamente.
Reconocí claramente la voz de mi novio Daniel.
Luego de otros sonidos poco identificables, escuché a Natalia:
“Es por aquí a la derecha…”, seguramente señalando la dirección donde se encontraba esa habitación que les habían asignado.
Un leve clic en el teléfono señaló el final de la comunicación; ya era el instante justo; estaban por entrar a la habitación…
En ese momento yo estaba en la otra punta de la ciudad, mientras mi buena amiga Natalia se aprestaba a revolcarse con mi chico; solo para demostrarme que Daniel era un hijo de puta, capaz de cogerse hasta a mis mejores amigas…
Natalia me había asegurado que ya había cogido con mi novio; pero yo no quería creerle; por eso, ahora iba a ser distinto:
Natalia había prometido llamarme y dejar la línea abierta para que yo escuchara cómo mi lindo macho la poseía a lo bruto…
Unos minutos más tarde el teléfono volvió a cobrar vida y esta vez pude escuchar con claridad el gemido de una mujer. Era un gemido muy particular, que indicaba una penetración inicial…
Me imaginé que Daniel estaría sobre ella, entre sus piernas, con su hermosa y dura poronga comenzando a bombear suavemente la caliente y hambrienta vagina de mi amiga.
La voz de ella se oía excitada, caliente y desesperada por recibir todavía más verga. Imaginé que mi hombre no le daría tregua y la enviaría de regreso a casa bien relajada, satisfecha, con la concha arruinada y repleta de semen.
Pero entonces de repente, cuando los jadeos y gemidos indicaban que Natalia estaba cerca de alcanzar su primer orgasmo, la comunicación se interrumpió.
Me quedé mirando el teléfono mudo y entonces supe que ella misma había cortado el contacto a propósito, sin ninguna duda.
Tres horas más tarde, otra vez repicó mi teléfono. Pero esta vez solo pude descargar una foto que me había enviado Natalia.
Un lacónico mensaje me avisaba que ampliara bien la imagen.
Lo hice y entonces pude ver las sábanas de la cama manchadas de semen. El semen de mi macho. Ese mismo semen que se había escurrido de su dilatada vagina luego de ser bien llenada…
Me puse loca y pensé que esta perra siempre me hacía lo mismo. Cogía a mis espaldas; siempre con diferentes amantes y nunca me permitía compartir sus secretos, sus deseos, sus traiciones...
Entonces decidí blanquearle lo que yo había estado haciendo esa misma noche, en la otra punta de la ciudad, mientras la buena de Natalia se desfogaba en un telo con mi propio novio….
Le envié también una única foto. Ahí estaba yo desnuda, en cuatro patas, delante de su novio Ramiro, que me sostenía por las caderas mientras me hundía su dura verga desde atrás…
Mi mano derecha sostenía la cámara, que enfocaba la cara de placer de Ramiro, mientras me empalaba con su linda pija rígida.
Le escribí a mi amiga solamente una línea debajo de la imagen:
“Yo no soy tan egoísta como para no compartir mis secretos…”
4 years ago