La calentura de Juliana

Juliana me comentó esa tarde que andaba muy caliente, ya que su esposo estaba algo estresado y no la cogía como ella se merecía.
Justo en esos días, la Empresa nos envió a ambas a Mar del Plata, para participar de un congreso nacional relacionado con nuestra actividad.
El viaje duró un par de días; bastante intensos, ya que tuvimos tiempo libre para disfrutar de la ciudad y de nuestra bisexualidad, sin tener que escondernos, ya que compartíamos la habitación del hotel.
Finalmente emprendimos el regreso.
El trayecto por la autopista parecía más largo que lo habitual y se estaba poniendo pesado debido al denso tráfico. Yo estaba manejando bastante aburrida, hasta que observé a Juliana tocándose por debajo de su falda.
Le pregunté si estaba caliente y me respondió que ya no aguantaba más. Agregó que su marido también estaba de viaje por un par de días y que realmente necesitaba desahogarse con una verga dentro de su cuerpo. Me rogó que nos detuviéramos en la primera estación de servicio que hubiera y levantáramos algún camionero dispuesto a pasar un buen rato con ella.

Unos minutos después paramos efectivamente en un pequeño restaurante al costado del camino y entramos para ver si teníamos suerte. Juliana pareció un poco decepcionada, ya que, si bien el estacionamiento estaba colmado de autos y camiones, había muy pocos hombres solos en el lugar.

Sin embargo, uno de ellos le llamó la atención. Era joven, bastante corpulento y bien musculoso. Estaba degustando una cerveza, con una expresión de hastío en su cara.
Nos sentamos en una mesa cercana y mi amiga me dijo que había elegido a su candidato.
El plan era llevarlo al baño de hombres, donde podrían coger sin que nadie los interrumpiera. Así que mi amiga se incorporó, me comió la boca con un húmedo beso y caminó hasta pasar cerca del hombre sentado, rozándole el costado de un brazo con su redondo y firme culo.
El tipo la miró de arriba a abajo, deteniéndose en sus increíbles curvas. Juliana murmuró una disculpa y siguió su camino hacia el baño, siempre contoneando provocativamente sus caderas. Al llegar a la puerta se volvió para dedicarle otra inequívoca mirada, para hacerle entender que lo esperaría allí adentro…
Diez segundos después, el hombre se levantó de su mesa y caminó disimuladamente hacia la puerta por donde había desaparecido mi amiga, mirando de reojo para ver si alguien más se había percatado de lo sucedido.

Dejé pasar todavía otro par de minutos y luego yo también hice el mismo camino. Entré al lugar sigilosamente, notando que algunos sonidos provenían de una de las puertas cerradas.
Me asomé entonces desde la cabina contigua y sonreí al ver eso…
Juliana estaba en cuclillas frente al hombre, que le sostenía la cabeza con ambas manos mientras le metía su enorme verga en la boca.
Ella se esforzaba en tragar todo ese pedazo de pija dura, mientras algunas lágrimas rodaban por sus mejillas mientras parecía ahogarse con semejante mordaza.

El hombre jadeaba ahora pesadamente, sus ojos cerrados denotaban que su goce era muy intenso. Luego de un buen rato de dejarse llevar por el placer que le provocaba esa mamada de Juliana, retiró su verga y levantó a mi amiga por los hombros.
Le alzó su falda hasta la cintura, dejando a la vista una breve tanga negra transparente muy excitante.
Juliana lanzó un pequeño gemido de sorpresa al sentir que el tipo le desgarraba la pequeña tela, arrancándosela del cuerpo con un rápido manotazo.
Esa reacción me hizo pensar en lo peor, pensando que tal vez el bruto iba a maltratar a mi amiga sin contemplaciones, pero enseguida me tranquilicé, al ver que se inclinaba para darle un prolongado y húmedo beso en esos delicados labios rojos…
Al mismo tiempo, una de sus manos bajó a acariciarle el clítoris, mientras ella jadeaba y suspiraba suavemente, adelantándose al placer que iba a experimentar en el próximo rato.
Mientras el hombre le exploraba el interior de la concha con sus poco delicados dedos y le pasaba la lengua por el cuello, ella levantó la cabeza y me descubrió mirándolos. Sonrió con lujuria y me lanzó un beso, dándome a entender que iba a dedicarme su goce.

El hombre sacó sus dedos del interior de esa hermosa concha que siempre me había excitado tanto, comprobando que la humedad indicaba que mi amiga ya estaba lista para darle otro tipo de tratamiento.

Entonces la apoyó contra la pared y la levantó suavemente por la estrecha cintura con sus rudas manos. Ella abrió sus muslos en el aire y el hombre muy despacio la hizo descender sobre su verga erecta.

Juliana hizo un gesto de sorpresa al notar el verdadero tamaño de esa pija que la estaba penetrando, al mismo tiempo que su boca se abría, dejando escapar un grito de dolor al sentir que el hombre la sujetaba con firmeza y la empalaba sin piedad.
Enseguida se detuvo, dejando que la delicada vagina de mi amiga se acomodara un poco a la violenta intrusión.
Ella tenía los ojos cerrados y gemía muy despacio, lo cual me hacía pensar que ya estaba empezando a disfrutar de lo que parecía iba a ser una cogida bastante salvaje.

El hombre la levantó un poco más, para dejarla caer sorpresivamente sobre su gigantesca verga, llenando así completamente la estrecha concha. Ella no pudo reprimir otro agudo grito de dolor ante esa brutal e inesperada embestida, aunque enseguida volvió a sonreír lascivamente mirándome a los ojos por encima del hombro de su amante y me dio a entender que ya estaba gozando.

El tipo se dedicó a su propio placer, acrecentando el ritmo con que bombeaba su enorme y dura pija dentro de Juliana. Ella continuaba gimiendo y pidiéndole que no dejara de cogerla de esa manera. Realmente parecía estar disfrutando muchísimo.
Sus torneadas piernas se entrelazaban en la cintura del hombre, mientras gemía y acrecentaba su ritmo de jadeos y aullidos.
Repentinamente noté que todo su cuerpo se crispaba sobre el del hombre y entonces entendí que había alcanzado su primer orgasmo.

El tipo la dejó descansar sobre sus hombros unos instantes mientras le acariciaba las redondeadas nalgas y luego se retiró muy despacio de su interior, desprendiéndose del abrazo y dejándola de pie en el suelo.
Le dijo entonces que todavía no había llegado a acabar y entonces hizo girar a Juliana y apoyar sus delicadas manos contra la pared.
Ella aceptó sonriendo y se inclinó sobre los azulejos fríos de esa pared, sacando su redondo culo hacia afuera. Desde mi ubicación, yo podía ver sus fluidos vaginales deslizándose entre los muslos abiertos.
El musculoso semental sonrió a sus espaldas y apoyó esa verga todavía endurecida, sobre las firmes nalgas de mi sensual amiga.
Verla con su falda arrollada en la cintura parecía excitarlo muchísimo…
El hombre no perdió mucho tiempo en preliminares, ya sabía que la hermosa concha de mi amiga estaba bien lubricada y dilatada como para recibir nuevamente a su poderosa verga.

La aferró por su breve cintura y apuntó su endurecida verga hacia los húmedos labios vaginales de mi amiga, que gimió al sentir la nueva penetración. El tipo fue empujando muy despacio hasta que pude ver desaparecer su enorme pija dentro de la delicada concha de mi amiga, que a esta altura ya jadeaba y gemía entrecortadamente con los ojos cerrados, gozando nuevamente de una perfecta cogida.

El hombre inició un lento ritmo de bombeo, con suaves embestidas que hacían gemir y jadear a Juliana cada vez más, al punto de morderse una mano para no gritar a todo pulmón. En un momento detuvo su cadencia, susurrando que ella había acabado nuevamente sobre su pija…
Se retiró muy despacio, pidiéndole a Juliana que se dispusiera para recibir “algo especial…”
Comprendí entonces que le iba a dar por el culo, mientras observaba sonreír a mi amiga ante esa perspectiva. Ella nunca disfrutaba del sexo anal, ya que a su marido eso le parecía algo sucio…
El hombre salió un momento de la cabina y untó la cabeza de su pija con jabón líquido, para lubricarla un poco. Después exploró un poco la muy estrecha y delicada entrada trasera de mi amiga, insertando a fondo uno de sus dedos embebidos en jabón.
Ella gimió despacio, sintiendo ese grueso dedo invadiéndola.
Luego él se apoyó contra sus redondas nalgas y comenzó muy lentamente a sodomizarla.
Juliana me miró y luego contuvo el aliento; sus manos se crisparon contra la pared, mientras sentía que esa gruesa pija la penetraba.
Pude apreciar que la expresión en su sensual rostro era de dolor; se mordía los labios para no gritar y tenía los ojos cerrados, pero en ningún momento detuvo al hombre en su intento. Yo estaba maravillada de ver semejante pija tan grande, desapareciendo dentro de su culo.
Me sentía excitada y mi concha comenzó a humedecerse…

El camionero empujó a fondo y se detuvo unos instantes, logrando que Juliana relajara su esfínter; luego comenzó a bombear a buen ritmo. Pude ver que la expresión en la cara de mi amiga iba convirtiéndose en un intenso placer, a medida que esa enorme pija entraba y salía de su culo, con un movimiento lento y cadencioso.
Ahora sus redondas caderas se movían respondiendo al movimiento del hombre, yendo hacia atrás para encontrarse con sus cortas embestidas, mientras una de sus manos se perdía bajo su cuerpo para acariciarse el clítoris, tratando de alcanzar un nuevo orgasmo.

Parecía que el hombre iba a cogerla así durante horas y horas, pero repentinamente levantó su cabeza hacia atrás y dio un fuerte rugido, descargando todo su semen dentro del hermoso culo de Juliana.
Descansó unos instantes sobre el cuerpo de mi amiga, tratando de recuperar el aliento y luego retiró muy suavemente esa enorme verga, todavía bastante rígida y chorreando semen.

Tomó a Juliana por sus largos cabellos y la besó largamente.
Después le dio unas leves palmadas en sus cachetes desnudos; se acomodó las ropas y simplemente, desapareció del lugar.
Yo entré a la cabina con Juliana y nos comimos las bocas en un beso interminable. Después le abrí los muslos, y me puse en cuclillas, para lamerle sus labios vaginales inflamados.
Disfruté el sabor del semen de ese hombre en mi lengua y continué lamiendo hasta que por fin Juliana acabó en mi boca, gimiendo como una buena perra en celo. Volví a besarla y ella sonrió, al degustar en mis labios la mezcla de sus fluidos y el semen del hombre.
Al salir del baño, el camionero todavía estaba allí, de pie frente a su enorme camión. Nos miró con expresión sorprendida, al vernos que íbamos tomadas de las manos. Le lancé un beso al aire y me sonrió…
Al subir a nuestro auto, Juliana se quejó gimiendo, porque le dolía un poco el culo. Pero había quedado tan relajada con semejante cogida, que se desmayó en su asiento por el resto del viaje hasta llegar a casa.

Al dejarla en su casa, ambas nos sorprendimos de encontrar a su esposo allí esperándola, pero él nos dijo que su viaje se había postergado.
Juliana me besó al despedirse y susurró en mi oído que pensaba pasar una buena noche con su marido, ya que, por suerte, la concha no le ardía tanto como su arruinado culo…
Published by malebens
4 years ago
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