El instituto

Ya hace mucho tiempo. Así me inicié en mis gustos sexuales, por lo menos, en mi lado homosexual.
Tenía 16 años y el instituto al que acudía era sólo para chicos. Como es evidente, en plena adolescencia, la curiosidad por el sexo era muy grande y, como todos, las revistas pornográficas eran el origen de mis múltiples pajas y corridas.
En este mundo de curiosidad, mantenía relaciones con un compañero con el que, en ese afán de conocer, nos masturbábamos y nos la chupábamos. Tenía una hermosa polla, grande y sin descapullar. Me encantaba arrodillarme entre sus piernas cada vez que podía, sacársela y mamársela. Allí empezó, también, mi gusto por tragar semen. Pero no pasábamos de eso: pajas y mamadas.
Por lo visto, a este compañero lo de las pollas le traía loco y yo no lo sabía, pues un buen día se acercaron otros dos y me dijeron que les había comentado que yo tenía un buen rabo y que también me gustaba el comer pollas. Que les gustaría verla y observar como me pajeaba. Mi sorpresa fue grande, pues pensaba que la relación que manteníamos era sólo entre nosotros dos
Tenía la opción de negarlo, pues en esos años y esa edad no era muy conveniente el que fuera conocido que me gustaba el enseñar la polla y que me gustaba mamarlas
Pero no, no fue así. Sólo en pensar en más pollas, la mía se puso muy dura y decidí el afirmarlo, diciéndoles que, si querían, estaría encantado de mostrársela y de correrme para ellos, pero que ponía dos condiciones: una, que fuéramos los cuatro y la otra, evidentemente, que querría, también, disfrutar de las suyas.
Aceptaron
Así que un buen día, quedamos los cuatro. Una vez que nos encontramos en un despacho que disponíamos para nosotros ( lo de un piso a esta edad era muy insólito ), se sentaron los dos en una sillas y mi otro compañero y yo nos bajamos los pantalones y los calzoncillos y les mostramos nuestras pollas. Ambas ya estaban duras y tiesas. Mi capullo tenía ese color encarnado de la excitación y la polla de mi amigo estaba ya descapullada y bien preparada. No puede resistirlo y, delante de ellos, me arrodillé y comencé a mamarla.
A los pocos minutos, noté como otras dos pollas querían, también, entrar en mi boca. Ellos se habían bajado la ropa y también querían participar. Una de ellas era pequeña y fina, pero la otra era de un buen tamaño.
No lo dudé. Mamé las tres pollas, juntas y por separado.
Fuimos intercambiándonos, en diferentes posiciones, mamándonos y sacudiéndonos los rabos.
En un momento dado uno se encontraba tumbado en suelo y yo se la mamaba, con lo que mi culo quedaba totalmente expuesto, y sentí como me lo humedecían. ¡ Me lo estaban comiendo ¡ Era la primera vez que me lo hacían.
Lo siguiente, pues lo esperado. Primero sentí como me introducían algo que puede ver que eran los dedos para, a continuación, deslizar sus pollas dentro de mí.
Al principio, la verdad, no me gustó, pero a la cuarta o quinta embestida empecé a sentir un gusto enorme y mi polla estaba dura como nunca. Se fueron turnando, follándome el culo. Esa fue también la primera vez que tuve mis agujeros llenos a la vez; polla en la boca y polla en el culo
Yo también tomé parte activa y me los follé a los tres. Nunca se la había metido a nadie, pero no me hizo falta labores de aprendizaje. Sobre todo el culo del rubio era espectacular: muy femenino, sin pelo, suave y delicado. En este fue en el que corrí.
Y así fue mi inicio en este mundo de la bisexualidad y de mi gusto por las pollas